Las voces que Maivo captura en los distintos cuentos hacen que cada uno de ellos tenga vida propia. Que bailen, que prendan un cigarro, que griten, que se enojen, que estén triste o que simplemente vivan. Y al vivir van existiendo en la vida de cada lector.
Bueno, algo así me pasó. Al ir leyendo los diez cuentos que ella escribió, me vi sumergida en un mar de ideas, personajes, vivencias que cada uno nutría información disímil, irónica, y que me hacía feliz al ir conociendo cada una de estas cosas.
¿Por dónde comienzo? Hablaré de los personajes. Cada uno de ellos enriquecen los relatos del primer libro de Suárez (reeditado por Provincianos Editores) donde cada uno de estos protagonistas buscan su propio camino, independiente de cuál sea, y que a la larga lo más importante es que estos personajes son tan humanos como tú o como yo. Puedes ver cómo no cumplen sus sueños, cómo piensan, cómo sienten, en fin. Humanos como tú y como yo.
Maivo escribe de Chile, de un país fragmentado por los estratos sociales, de una sexualidad más abierta que en años anteriores, de un país que sigue viviendo el pasado mirando, eso sí, a un presente que tiene algo del pasado. De algo que no se quiere olvidar.
A ella le gusta usar las figuras literarias: la personificación, la metáfora que resulta presente, ayudando a que se haga una lectura interesante, veloz y didáctica.
Las distintas realidades que tiene este libro de cuentos van marcando diversas situaciones que te hacen pensar, creando atmósferas donde uno se pregunta: «¿esto puede pasar?», y claro que puede suceder o que podrían suceder. Eso es lo rico de la imaginación. Eso es lo que Suárez hace, nos nutre de cuentos que dan ganas de querer más.
Maivo escribe con mucha gracia. Se siente que lo hace con ganas. Se agradece la detallada escritura en cada cuento entregando riqueza en sus palabras. Nos envuelve en historias dignas de ser contadas, asombrosos cuentos que te hacen partícipe. Recomiendo ciegamente este libro que Provincianos Editores relanzó el año pasado.