Domingo, Febrero 9, 2025
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Maria Mazzocchi: «Afortunadamente siempre tuve acceso a libros»

 

María siempre ha estado rodeada de libros. Estudió Psicología, pero la literatura ganó. Trabajó como librera en Buenos Aires, ciudad donde reside, y  tuvo su propio proyecto editorial independiente. Conversamos con ella sobre cómo elabora sus personajes, sus historias, inspiraciones y cómo fue escribir Principio de incerteza”, editado por Pez Espiral. Quisimos conocer a María más allá de la escritora. Te invitamos a leer y encantarte con el perfil que hicimos de la escritora nacional.

 

—Cuéntanos de ti y de cómo llegaste a la literatura.

—Nací en Valparaíso, en el desaparecido Hospital Alemán del Cerro Alegre, la noche del viernes 5 de junio de 1981. Provengo de una familia de libreros y profesores de castellano. Mi padre conoció a mi madre cuando estudiaban en la Universidad Nacional de Cuyo, en Mendoza. En esos años la vida era compleja porque ambos países se encontraban bajo dictadura, Videla en Argentina y Pinochet en Chile. Al cabo de un tiempo se casaron y se fueron a vivir a Valparaíso. Afortunadamente siempre tuve acceso a libros. La casa funcionaba como bodega, de manera que mi hermana y yo podíamos pasar las tardes completas con libros infantiles de todo tipo; desde un manual para ser detective, elegir tu propia aventura o desplegar una selva con monos al dar vuelta la página. Sin embargo, después crecí y mis intereses se ampliaron.

Estudié con mucho entusiasmo la carrera psicología pero ejercerla me aburrió. Después de años de incursionar en varias cosas reconocí que la literatura era mi verdadera pasión y decidí encausar mis energías en ella. Como todo emprendimiento, comencé a los tumbos. Al mirar hacia atrás me doy cuenta del camino trazado, de la cantidad de libros leídos y de los amigos que fui haciendo durante mis años de formación. He tenido la experiencia de publicar con pequeñas y grandes editoriales, trabajar como librera y ahora también de iniciar mi propio proyecto editorial independiente en Buenos Aires, ciudad en la que vivo actualmente. Esto me llena de satisfacción y paga cualquier insabor propio del oficio.

—Háblanos sobre tu forma de retratar tus historias, personajes, aspiraciones.

—Es un trabajo por capas que generalmente me toma bastante tiempo. Primero tengo una idea que registro y que será la piedra que me ayudará a anclar la nube de la imaginación a tierra firme. A veces, cuando el texto ya puede funcionar con mayor autonomía (porque di con el registro o con la voz narrativa), me libero de la piedra y la borro, convencida que de alguna forma ya se impregnó en cada palabra. Después trabajo diferentes versiones que voy complejizando a medida que tengo más información y conciencia. Mientras más sólida sea la estructura más podrá resistir a las demoliciones. Y es que aunque me duela hacerlo, detonar la propia escritura es muy importante para mí, que soy la principal desconfiada de las verdades y de las versiones oficiales de las cosas. Al final, termino por enrarecer los elementos y difuminar un poco la atmósfera para invitar al lector a que, como los libros que leí en mi infancia, elijan su propia aventura, comiencen a desconfiar de la voz, contrasten los hechos y agarren un mayor protagonismo en la construcción de sentido.

—¿Qué es lo más fácil/complejo a la hora de escribir?

—Tolerar la frustración de tener que empezar una y otra vez, aunque cada nuevo intento vaya en directo beneficio del material con el cual se trabaja. Cuando estoy en la cima de la incertidumbre aparece el enano maldito que boicotea mis intentos y se burla de mis tribulaciones. Por suerte he aprendido a suprimirlo un poco, aunque en ningún caso del todo. (Lo del enano maldito no es invento mío sino de una psicoanalista que tuve y que me solía decir: ahí apareció el enano, cada vez que le decía algo que me daba temor).

—¿En qué te inspiras?

—Mis fuentes de inspiración son principalmente una mezcla entre lo que leo, lo que me conmueve y lo que dicta mi imaginación. Entre mis autoras favoritas están Clarice Lispector, Virginia Woolf, Lyn Hejinian, Anne Carson, Lisa Robertson, Mary Ruefle, Cristina Rivera Garza, Franz Kafka, George Saunders, Ítalo Calvino, Jorge Luis Borges, César Aira, Sergio Chejfec.

—¿Qué buscas alcanzar con tus libros?

—Me gustaría llegar a un lector que disfrute de mis textos, que se ría y que me recomiende.

Principio de Incerteza, ¿qué significó para ti?

—El comienzo de una nueva etapa en mi escritura. Una etapa en la que me atreví a experimentar con la forma, a salir de la narrativa más tradicional en donde el narrador lleva de la mano al lector bajo la presunción de que ese lector no tiene idea de nada pero que muere por saber lo que sucederá más adelante, cuando el misterio se revele, los personajes se precipiten o la voz decida poner punto final a la narración. En este libro quise jugar un poco con el lenguaje, con lo que implica el oficio de escritor y, por supuesto, con el absurdo.

—¿Cómo fue el proceso creativo del libro?

—Tardé años en escribir los primeros cinco relatos. Como dije más adelante, no quería hacer cuentos que fueran típicamente narrativos, pero tampoco estaba segura de cómo resolverlos. Al final siempre llegaba a una especie de callejón sin salida hasta que acepté mis limitaciones (o limité mis ambiciones) y decidí transparentar el proceso de construcción dejando en evidencia la tabiquería, los baches y los aciertos que se experimentan durante el camino de erigir un relato.

—En uno de tus relatos ¿Cómo se pasa de la amistad al amor?

—Hay dos relatos que abordan el paso, uno más transparente que el otro.

En el caso de Olivia y Morín, las protagonistas del cuento «La conducta de los animales», me parece que pasa como un mecanismo de sobrevivencia frente a un medio hostil y francamente violento. El cuento podría leerse como una interpretación del libro que se titula del mismo modo, escrito en la década del sesenta por el zoólogo J. D. Carthy, que estudia cómo las especies desarrollan mecanismos de adaptación. La incerteza o incentidumbre que atraviesa este libro, en este cuento viene dada por la pregunta cómo es que ciertas especies se condenan a muerte, por qué desarrollan comportamientos que las terminan por acabar. Son hechos inexplicables que invitan a pensar de qué manera observamos la naturaleza y qué tipo de sociedad hemos desarrollado.

En el cuento «Cuerpo celestial» suceden dos historias en paralelo, la de arriba y la de abajo, la de arriba ocupa el cuerpo principal del texto y emula la épica de los granes relatos escritos dentro del canon y la de abajo se desarrolla tras bambalinas, en las notas al pie de página por Quien Escribe, Quien Narra, Quien Edita, Quien Lee y Quien Escucha. Poco a poco las notas empiezan a pelearse por dirigir la historia. La amistad histórica que mantenía Quien Escribe con Quien Narra se rompe cuando el segundo (mejor dicho, la segunda porque es una voz femenina) quiere dejar de escribir lo que le dicta el primero (tradición patriarcal) y se rebela. En la conversación final, cuando Quien Escribe declara su «amor» por Quien Narra, se sugiere que ambos personajes podrían representar la tracición oral y escrita, Quien Narra apunta a una voz colectiva, que se transmite de generación en generación, menos preocupada por la figura autoral y por mantener la relación asimétrica que pone al lector en un lugar pasivo; en cambio, Quien Escribe lucha y defiende su posición de privilegio que lo ha erigido históricamente como la única voz válida para contar la Historia.

—¿Cómo ha sido trabajar con Pez Espiral?

—Ha sido una experiencia gratificante porque me abrieron las puertas y se motivaron inmediatamente con esta propuesta. Además Daniel Madrid que es el que dirige la editorial me ha apoyado tanto en Chile como en Argentina, abriendo importantes espacios para que pueda difundir mi libro, como la Furia del Libro, la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y la Feria de Editores. Por último, siempre están armando actividades y cruces con otros artistas, nacionales e internacionales, trenzando poesía y música, lo que permite potenciar el mundo del arte en nuestro país y conocer a mucha gente interesante más allá del ámbito del libro.

—De los seis cuentos, ¿cuál te gustó más?

—Prefiero que sea otra persona que los juzgue. Me da risa hacer público el ejercicio de elegir yo misma entre mis propios cuentos y explicar porqué. Sería como decir este cuento es el que más me gusta por su exquisito uso del lenguaje y su originalidad…

—¿Cómo se te ocurren las ideas de tus relatos?

—En realidad nunca sé bien de dónde salen. Capaz que no le doy tanta importancia a eso. Lo que sí me interesa es salir a atrapar la idea y estamparla contra la hoja de la manera más divertida e ingeniosa que me sea posible. Recuerdo cuando íbamos al Jardín Botánico con mi familia, y mi hermana y yo nos preparábamos para cazar mariposas, arañas pollito o ranas. Después de jugar con ellas, las liberábamos. Una vez llenamos dos tarros de leche Nido vacíos con bichos de todo tipo y los llevamos a casa. Era verano y a la hora de la siesta hice una piscina con el tarro de mi hermana. Todavía tengo la imagen de los chanchitos de tierra nadando y el olor a podrido que no tardó en impregnar mi pieza. Así podría graficar cómo surgen las ideas, como un proceso en el que prima un instinto de cacería. Al principio es un insecto que vuela, camina o se arrastra libremente mientras yo corro con un frasco o una red a cazarlo. A veces lo consigo, otras veces se me escapa, y también otras veces me aburro de perseguirlo. Me parece que el destino de una idea (que cuaje en un texto o se extinga), depende del nivel de deseo que despierta y ese deseo es lo más importante para que un relato vea la luz. A mayor intensidad más posibilidades tendrá el deseo de transformarse en algo más que un arrebato de entusiasmo. Esos raptos generalmente duran poco y cuando desaparecen, lo que queda es un arduo trabajo de escritura por delante.

—¿Cuál es la característica principal que tienen tus cuentos?

—Me gusta pensar que tienen la capacidad para generar placer y extrañeza al mismo tiempo. Me esfuerzo por trabajar desde el humor, la ironía y el absurdo con un lenguaje simple y una voz narrativa que juega a perderse, juega a abrir universos de sentido en la misma narración y a hacer de sí misma motivo de risa. De esa manera voy deslizando una mirada crítica y a veces despiadada de las cosas. Puede ser porque como lectora pido lo mismo de vuelta cuando leo un cuento. Para leer la vida como es prefiero quedarme con la realidad. De la literatura, y en especial de los cuentos, pido otra cosa, pido que me sorprenda, que no me suelte, que me embargue y me lleve por un carrusel de emociones. Por ahí va mi propia búsqueda.

—¿Cómo ha sido la recepción del lector frente a Principio de Incerteza?

—Es difícil de decir pero me parece que muy buena. El cuento «Arrebato» fue seleccionado por la revista literaria El Malpensante para su edición especial de narrativa latinoamericana y «La conducta de los animales» formó parte de la antología de autoras chilenas que publicó Neón Ediciones durante la pandemia. En estos días el libro se está reimprimiendo y eso me tiene muy contenta.

Francisca Gaete Trautmann
Francisca Gaete Trautmann
(Santiago, 1985) Periodista de la Universidad Gabriela Mistral. Ha trabajado para revistas, televisión y medios online. Ha seguido cursos de escritura creativa. Le encanta escribir, escuchar música. Vive en Santiago.
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