Lunes, Septiembre 16, 2024
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Tomarlo crudo/ beberlo opaco: Reflexiones sobre la poesía de Yanko González Cangas

 

Reflexiones sobre la poesía de Yanko González Cangas a propósito de su libro Metales pesados [1998], leído en la Universidad de la Frontera en 2023 en el marco de un Homenaje a su libro por la Biblioteca Comunitaria Guido Eytel.

 

Por Ernesto González Barnert

 

La poesía del antropólogo Yanko González [Buin, 1971] no nos arroja verdades absolutas, sino sardónicas verosimilitudes. Nos presenta quiebres de sentido en lugares incómodos, raciocinios oblicuos que oscilan entre la razón y la sinrazón, destinados a horadar o corregir el sentido común. Sus versos, como polígonos multifacéticos, revelan y descifran nuestro vivir y nuestro oficio, constantemente desafiando la percepción. Así, González Cangas da cuerpo a la “voz extraña”, esa inquietud que brota de este oficio entre el ocio y el duende que habitan en la lengua y el pensamiento.

Su poesía es una música civil, opaca pero clara en su astillada alteridad, que carga con el peso de las diversas realidades sociales. A través de sus palabras, González Cangas conjuga un fragmento de relato, una narrativa “esquizo” que bebe tanto de la teoría antropológica como de la literaria. De este modo, patentiza la inestabilidad de nuestro destino inevitable, tanto para el poeta como para el sujeto social que lleva a cuestas la carga de su palabra y su lectura. La palabra que Yanko trabaja siempre está a punto de reconfigurar nuestra “realidad” o desfondarla de manera sugerente y desparpajada.

Avanza con autocrítica y sátira en su interacción con la lectura académica, antropológica o el canon poético, subvirtiendo tanto los discursos oficiales como los rebeldes. En ese proceso, desata una poesía anti-elegiaca, una poesía que no necesita más que su propia razón de ser para revelarse en todas sus cabriolas, su picardía y su inteligencia. Esta propuesta no se hunde en el mero juego estético ni cae en la trampa del arte por el arte, porque, aunque se disfraza de ingenio, siempre subyace en ella una fe inquebrantable en el poder cognitivo de la palabra como herramienta de reconfiguración de nuestra realidad y comprensión. Yanko no pierde nunca de vista la ironía, la burla, los detalles; su visión abarca lo grande y lo pequeño, y simplifica, sin banalizar, la tragedia inherente a la existencia humana.

Otro de los grandes aciertos de Yanko es que, aun manejando un razonamiento poético afilado, nunca lo envuelve en un sermón ni lo convierte en una panacea. Su poesía no nos toma por tontos ni nos alimenta con una moralina fácil. En un país que avanza rápidamente hacia la tontera, atrapado en su lenguaje prefabricado y sus verdades cómodas y a medias, Metales pesados nos ofrece un respiro. Es un recordatorio para mantenernos en guardia, para zafarnos de la lectura del canon y de los cantos de rebeldía prefabricados de nuestra época y su propia pretensión como académico. Nos enseña a no aburguesarnos, a no dormirnos en los laureles, insistir en la joya sucia del descampado y del barrial, la joya sucia de lo asistemático.

Metales pesados desguaza la realidad. Yanko nos invita a examinar las fisuras y grietas que la componen, a través de una metáfora que busca la transformación de nuestro entendimiento, terapear nuestra biografía personal y colectiva, ya sea nacional, local o literaria. Nos incita a desbaratar las miserias del ego escritural, no solo para corregirlas, sino también para abrazarlas.

Todo lo que he leído de Yanko González Cangas se reduce a un extenso y profundo trabajo de campo, un esfuerzo por subvertir nuestra lengua y habla a través de una mixtura de yoes. Yanko extrae de la poesía esa “extraña inquietud” que nos deja la reflexión poética como disciplina intelectual. Su poesía ilumina, de manera reparadora y catártica, lo opaco, lo visible y lo no escrito, nuestro pasado reciente, las cosas, “los benditos detalles” y nuestras biografías.

Leer a Yanko en mi juventud fue como oxigenarse, como asistir a uno de esos cursos favoritos en la universidad desconocida. Aunque no fuera un “bolañista”, Yanko fue un ejemplo viviente de que es posible vivir el oficio poético al máximo, sin renunciar a otras cosas. Nos vacunó contra el virus romántico del poeta maldito. Para quienes vivíamos al sur del Biobío, Metales pesados fue crucial para comprender que no era necesario viajar a Santiago, Nueva York o París para estar en el corazón de la literatura chilena o latinoamericana. Grandes libros podían escribirse en Temuco o Valdivia, tal es el caso de Metales pesados, por ejemplo.

Metales pesados también nos reconciliaba con las ciencias sociales y la academia, mostrando lo ridículo que resultaba nuestro desprecio desde la torre de marfil de poetas rebeldes. Para quienes coqueteábamos con el punk y el grunge en los 90, este libro se convirtió en nuestra guía, descabezándonos con su lectura ácida y profundamente lírica.

Sin duda, el gran libro de los 90 no salió de la nueva narrativa chilena, sino de la poesía. Yanko logró capturar la calle, el lenguaje “delirante” de la tribu, y el brillo de nuestra cháchara precaria y nómade. Su obra nos vacunó contra el miedo a las manadas, a los comités, y nos reconcilió con el lar, con la poesía y con la belleza de nuestra “tierra baldía”. Esa tierra donde

 

La luna

Es un trozo más

De las botellas.

 

Yanko González Cangas (Buin, 1971), poeta y antropólogo chileno. Su obra poética— experimental y heterodoxa— se ha centrado en las fricciones culturales de la exclusión juvenil, territorial y racial (Metales Pesados, Alto Volta) y la muerte por mano propia (Elábuga). Una de sus últimas obras (Torpedos) es un singular libro de poesía documental, objetual, visual y textual que aborda las arbitrariedades y absurdos de los sistemas educativos. Junto a ello, ha publicado reconocidos libros en el ámbito de la antropología histórica y los estudios culturales, como “Los más ordenaditos. Fascismo y juventud en la dictadura de Pinochet” y “El agua verde del idiota. Erratas: cultura e historia”.

 

Ernesto González Barnert
Ernesto González Barnert
Ernesto González Barnert (30 de agosto de 1978, Temuco, Chile). Su obra poética ha sido reconocida con el Premio de Poesía Infantil de las Bibliotecas de Providencia [2023], Premio Pablo Neruda de Poesía Joven [2018], Premio Nacional de Poesía Mejor Obra Inédita [2014], Premio Nacional Eduardo Anguita [2009], Premio Nacional Pablo Neruda de la U. de Valparaíso [2007], Concurso Internacional de Poesía Nueva York Poetry Press [2020], Concurso Nacional de Poesía Joven Armando Rubio (2003), Primer Concurso de Poesía del Sur (2005), Premio Juegos Literarios Gabriela Mistral de la I. Municipalidad de Santiago (2005), entre otros premios, becas y concursos de índole poético. Licenciado en Cine Documental de la UAHC y Diplomado en Estética del Cine de la Escuela de Cine de Chile. Gestor Cultural. Reside en Santiago de Chile.
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