Mientras estaba en el colegio Tomás encontró su faceta, su voz en un formato literario donde comenzó a escribir sus propias historias, con su propio lenguaje. Llegó a la Editorial Oso de Agua gracias a una convocatoria a través de Instagram. Y salió elegido. Transcurrido un tiempo salió Faunario, un primer libro lleno de sorpresas, animales y distintas vivencias que habla principalmente de la sociedad y de experiencias interesantes. Te invito a leer esta entrevista.
Háblanos de ti, cómo llegaste a la editorial Oso de Agua.
Nací en Antofagasta en 1990, pero vivo en Santiago desde el 2005. Desde el colegio, mi modo predilecto de expresión literaria ha sido el relato, tal vez porque no me gustan las formas innecesariamente extensas del discurso. Además, siempre he disfrutado el poder de una buena historia. Me formé en literatura de manera autodidacta, siempre como lector asiduo de clásicos. Empecé a publicar mis primeros relatos el 2022, y conocí a la Editorial Oso de Agua gracias a la convocatoria que anunciaron por Instagram. Con Pablo Lacroix estuvimos trabajando en Faunario alrededor de un año y medio, hasta su reciente publicación.
Faunario es tu primer libro, ¿cómo fue?
Este libro contiene relatos que fueron escritos entre el 2018 y el 2023, aproximadamente. La mayoría de ellos eran inéditos, por lo que es un alivio poder finalmente sacármelos de encima. La publicación de mi Faunario consideró un gran respeto por los caprichos e intenciones que tenía para él, y en ese sentido creo que tanto el trabajo editorial como el arte de Fabián Rivas Belmar superaron todas mis expectativas, más aun siendo mi primer libro. La recopilación de narraciones en torno a la temática animal fue algo más o menos espontáneo, no premeditado cuando empecé a escribir los cuentos. Solo fue al cabo de los años, y en retrospectiva, que identifiqué este elemento que compartían muchos de mis relatos, y en Faunario hice un repertorio de las especies invocadas. Eso hasta la fecha de su elaboración, puesto que la poética animalesca es algo que sigue y seguirá desplegándose en mis obras posteriores. Acaso siga publicando volúmenes que incorporen toda la fauna que quedó fuera.
¿En qué te inspiraste para escribir? Y ¿cuál fue tu proceso creativo?
La primera inspiración es la sociedad, el comportamiento humano, que a veces puede ser observado como si se tratara de un documental de animales. Sin embargo, yo no busco explicaciones ni respuestas. Es más, creo que la literatura no se trata de eso. Prefiero las situaciones que gatillan procesos de reflexión en el lector, ya sea a través de la representación de enigmas o de retratos singulares que, a pesar de que parezcan raros o hasta patéticos, están revestidos de implicancias que permiten al lector proyectarse e incluso verse a sí mismo. En este sentido, el lector debe ser «leído» por el autor antes de presentarle una obra. Todo se trata, en definitiva, de autoconocimiento. En estos casos es de gran ayuda manejar recursos del realismo que permitan sostener una verosimilitud de apariencia incuestionable. Y recalco lo de «apariencia», puesto que todo es un juego de artificios de la lengua. El habla coloquial, por ejemplo, resulta muy útil cuando se usa con mesura, como un condimento fuerte. Pero debe depurarse, porque muchas veces sus manifestaciones en bruto tienen una serie de reiteraciones, imprecisiones y malversaciones que pueden ser distractores no deseados. Las insinuaciones y las elipsis también son ideales para mantener la condensación emotiva propia de la narrativa breve, y que busca atraer y mantener la atención del lector. Después, eso sí, hay que soltarlo sin piedad con un desenlace que sea como la ejecución de una sentencia inapelable; y siempre dejarlo con ganas, con la idea de que acá falta algo. Eso faltante es, muchas veces, su propia vida. También, creo que es muy importante dejarle la cabeza llena de preguntas. En torno a ellas podrá desarrollarse su potencial reflexivo.
¿Cuándo te diste cuenta de que querías ser escritor y expresar tu propuesta en tu texto?
Me gusta la creación que despliegan los artistas en general. De pequeño, cuando veía películas o jugaba videojuegos, siempre me fascinaba la posibilidad de crear mis propias historias y guiones, diálogos. Esto ha sido así desde que tengo memoria. Mi juego favorito era uno que permitía crear juegos. También me gustaba dibujar y hacer cómics y animaciones. Creo que lo de ser escritor es un rol que te asigna, en parte, la sociedad, y que busca clasificar tu forma de expresión artística. Pero detrás de todo eso, al menos en mi caso, están las ganas de crear. Que me haya especializado en la escritura creo que es algo que tiene que ver con circunstancias, con mi afinidad por la literatura, más que con una especie de vocación intrínseca por ser escritor: la vocación es por el arte, la literatura es solo una consecuencia actual. Por otro lado, y lamentablemente, la especialización unimodal me aleja también de otros medios que me encantaría poder explorar, como la música o el cine. Además, creo que si tuviera realmente la posibilidad de escoger, elegiría un oficio menos tormentoso. Es más: preferiría ser un simple consumidor de arte para disfrutarlo más candorosamente, porque el trabajo tras bambalinas no suele ser agradable.
Hablas de animales, ¿cuál es la relación contigo?
Siempre me han fascinado los animales, tal vez porque no pueden rehuir la sinceridad. A veces recuerdo mi vida pasada no en términos de años, sino según la época en que tuve a mi primer perro o al segundo, o la época antes de tener perros. Ahora estoy en temporada de gatos. De pequeño disfrutaba mucho los documentales de fauna, y he pasado muchas horas leyendo sobre taxonomía y biología en general. He trabajado en tiendas de mascotas y en acuarismo. También disfruto ver fauna en su estado natural, y cuando he tenido la suerte de viajar suelo hacerlo enfocado en alejarme de la sociedad y buscar hábitats donde ojalá se puedan ver animales salvajes (idealmente endémicos). Sufro el Amazonas como una relación tóxica a la cual no se puede evitar volver. Cuando voy por la calle le sonrío a los perros y a los gatos, pero a la gente no mucho. Además, estoy más que acostumbrado a verlos en la literatura (desde sus orígenes más remotos). Es fascinante verlos como tangenciales a toda filosofía, a toda moral. Pasan con total honestidad y desenvoltura al margen de todas esas construcciones humanas. El arte suele hacer lo mismo, con más o menos atrevimiento.
¿Los animales se asimilan a los humanos o no?
Sí y no. Es posible que lo que más nos separe de los demás animales sea el lenguaje. De él emanan todas las ficciones, como la conciencia y el inconsciente, todas las filosofías y religiones, incluso la ciencia. Los animales no tienen esas manifestaciones del pensamiento, pero al mismo tiempo se asimilan con nosotros porque nacimos y vivimos junto a ellos, desde siempre. No solo en la forma de mascotas, sino en maneras de representar la realidad. Hay toda una simbología que la sociedad ha construido en torno a ellos, como su asociación con ciertos temperamentos, su manifestación en el tarot como categorización de personalidades, etc. A ellos, sin embargo, nada de eso parece importarles, parecieran seguir sus propias reglas. Por ello el potencial para contribuir más y más a ese acerbo simbólico en torno a la fauna es infinito, pues dependerá del observador. Los animales son enigmas en torno a los cuales uno puede proyectar el pensamiento. Si consideramos a las personas como una especie separada del resto de la fauna, entonces tenemos que reconocer que hay una relación ambivalente: los buscamos y recreamos en nuestras ficciones, queremos su compañía, estudiarlos, criarlos; pero también los consumimos y extinguimos, a veces los necesitamos o les tememos.
¿Qué mensaje quisiste dejar?
En los relatos de Faunario no hay un mensaje ni moralismos intencionados, no hay política ni una «visión de mundoK que busque implantarse. Lo que quise es mostrar algunas cosas, quise retratar ciertos comportamientos desde perspectivas particulares. Para ello uso el desdoblamiento o la figuración poética a través de animales: este recurso nos recuerda que somos una especie, y por ende hay elementos que todos tenemos en común. En la privacidad del hogar o en ciertos momentos clave, cuando dejamos fuera muchos resquemores de la sociedad humana, suelen aflorar ciertos comportamientos que todos preferimos ocultar. Mi intención, en parte, fue revelar estos ocultamientos, como quien espía a un vecino, para así representar a la gente en su estado más «natural». Muchas veces esto implica retratar comportamientos disfuncionales o ridículos, y no por nada la gente siempre busca disimular su faceta más rudimentaria, o disfrazarla con ropajes e instituciones, cargos. Términos comerciales como «éxito» o «fracaso” no tienen cabida cuando se observa al hombre desde una perspectiva animal, aunque esto no sea exactamente lo que se hace en todos los cuentos de Faunario. Los recursos y enfoques varían según las necesidades únicas de cada relato. Hay veces que las alusiones son muy vagas, pero no carentes de relaciones profundas.
¿Dónde podemos encontrar tu libro?
Está disponible en la página de la editorial Oso de agua, en librerías y distribuidoras como la Librería del GAM, Nueva Altamira, Catalonia y La Komuna. Oso de Agua también vende ejemplares en Buscalibre y en las ferias de editoriales independientes como la Furia del Libro, Primavera del Libro y otras.






