Viernes, Abril 18, 2025

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El lenguaje cifrado de la novela criminal

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Por Julia Guzmán Watine

 

Sonia González Valdenegro señaló alguna vez que el Noir es un tipo específico de policial que cuenta de una época y de un lugar. Además, indicó que el crimen es parte de nuestra cultura «Vivimos a pesar y con el crimen». De modo que, según la autora, se ha vuelto objeto de estudio y, también, de creación.

Los relatos policiales negros, entonces, se convierten en un espejo de la sociedad, donde el crimen y la investigación —cuando la hay— reflejan esa realidad imperfecta, que acoge —o provoca— la transgresión. Es así como el relato negro articula una memoria diferente, crítica y despiadada, que no acepta eufemismos, busca entretener, criticar y presentar una mirada situada de la realidad.

En Ni a la diestra de nadie de Sonia González Valdenegro se refleja una realidad agresiva. Se retratan personajes que sobreviven miopemente en un mar de dificultades, con sus voluntades embotadas, deseos mutilados y propósitos equivocados.

Son relatos criminales y negros, pero en la mayoría de ellos no hay pesquisa; y no está de más decir que no siempre es necesaria una investigación en este género; ni tampoco, se requiere de un detective para llegar a esa verdad. Se observa la realidad, con lente de aumento, a través de la perspectiva de la víctima; por medio de la narración de un testigo; o del relato del victimario. Se profundiza en los recovecos y en los rincones ocultos, incluso, a través de las miradas limitadas que han perdido toda autonomía. Los silencios y las distorsiones, entonces, son verdades por revelar, convirtiéndose, de este modo, en un lenguaje cifrado, o en el código de la novela negra criminal.

En otras palabras, el misterio se articula a través de las elipsis, de lo silenciado, de los vacíos de los mismos personajes. Lo no dicho es esa verdad latente que se presenta en una especie de olla a presión y que estalla o promete una fisura profunda en la vida de los personajes.

Así surgen las preguntas que guían la lectura. Sin detective, sin investigación hay pistas que permiten darle forma a las omisiones. ¿De dónde proviene la miopía, el asombro, la distancia o perplejidad que experimentan los personajes frente a sus propias experiencias? Se podría decir, como una idea inicial, que los personajes viven las consecuencias de causas que desconocen. Son el resultado de algo que no se expresa. Aquí se hace necesario recordar a Ricardo Piglia quien, en su ensayo «Tesis sobre el cuento», señala que el cuento tiene dos historias: una es visible y la otra es secreta. Esta última es la clave de la narración que se va construyendo con la tensión entre lo enunciado y lo latente. Entonces, ¿Qué se oculta en los relatos de la autora?, ¿Qué se mantiene escondido hasta que de pronto sobrepasa a los personajes y se expresa en el crimen o la fechoría? ¿La sociedad criminal? ¿La dominación del más fuerte? ¿La violencia simbólica del patriarcado? ¿Se asomará, tal vez, cierto existencialismo?

Ni a la diestra de nadie se inicia con una arenga, un homenaje, un descargo, un lamento. Son palabras duras que anteceden un volumen de cuentos crudos. Relatos que desatan la crueldad, la soledad, la miopía, la imposibilidad de actuar y defenderse, la imposibilidad de convivir con el dolor, con el vacío y la ausencia forzada.

En este bello libro emerge una suerte de claustrofobia —familiar, emocional— que dificulta todo tipo de entendimiento y vuelve a los personajes presos de las circunstancias, incapaces de actuar según su voluntad, como si los guiara una fatalidad hacia el precipicio.

Son narraciones de ausencias; de aquellas víctimas que deambulan mutiladas, desconectadas de su vida y su pasado. En «El ejercicio de la gratitud» la protagonista en su narración expresa un estupor distante hacia el dolor experimentado por un desengaño amoroso, que la hace sentirse extranjera de su propia vida. Se asombra por lo que vive en su edificio y, sobre todo, por sus decisiones —o la falta de ellas—.

Esa miopía hacia uno y las acciones también se traslada a otros relatos. Esa manera de actuar, también, tiene que ver con la supervivencia, con el mecanismo que permite ganar un día más en esta vida peligrosa; en esta existencia poblada de personas desconocidas que van urdiendo planes de autoafirmación y supremacía. Para lo anterior, mejor no hurgar en los misterios de uno mismo.

Otro elemento, que se mantiene en los cuentos, son los interiores de las moradas. Casi todos los relatos como, por ejemplo, «El ejercicio de la gratitud», «Rommel», «Alianzas», «Perra del señor» y «Muros medianeros» transcurren en las casas de los personajes, como si las penas, soledades y temores, se parecieran, sobre todo las soledades. Como si la incomunicación entre vecinos y también entre los miembros de la familia fueran los obstáculos insalvables que se erigen como murallas entre los personajes. ¿Cómo entablar un puente entre dos islas, cada cual con sus problemas, obsesiones y formas de ser? Y es así como se producen los desencuentros, las interpretaciones forzadas y se refuerza el carácter retraído y el aislamiento de los personajes.

De los interiores, pasamos a la ciudad-trampa, En «El Hallazgo» y «Matar carece de sentido», los personajes se enfrentan a una violencia deliberada y el crimen azaroso se muestra como la causa de las tragedias; se presenta un mundo desordenado y arrojado al caos, porque el móvil de los crímenes señala con una mirada ciega a la víctima. La violencia es gratuita y asecha tras una puerta o un anuncio en el periódico.

En «Nada como el rencor» y «Decrepitud» la revancha se convierte en el motor de las acciones. En estos relatos, no se ve la pasividad o la deriva de los personajes. Se aprecia la determinación motivada por un asunto del pasado que quedó flotando en la memoria.

Hay, entonces, un enfrentamiento de fuerzas desiguales, una realidad casi absurda en la que solo se permite ser víctima o victimario. En otras palabras, si se actúa, se actúa como victimario. Y el que ni siquiera tiene la opción de actuar, opta por la espera y su tragedia.

Entonces estos nueve relatos negros, nos remecen, y sacuden nuestra lucidez que, a veces, se encuentra adormecida; los cuentos oponen la escritura con de la pesadez del olvido. Se convierten, por eso, en una suerte de interpelación a nosotros, los lectores, quienes, probablemente, nos vemos aprisionados en la ignorancia y en una existencia que recoge fragmentos de consecuencias, cuyas causas recordamos, tal vez, a medias.

Por eso, en la obra de González Valdenegro, detrás del cadáver literario, se encuentra un crimen olvidado, se hallan realidades íntimas enterradas. Detrás de la violencia de los cuentos, se encuentra el recuerdo, ese remezón que enrostra la pasividad generalizada que se asombra rápidamente y olvida para asombrarse de nuevo. En palabras de la autora «hay una historia detrás de un cuerpo, hay un olvido, hay impunidad». Lo anterior quiere decir que estos crímenes de tinta, como tantos, no han sido resueltos en el mundo extraliterario, y también, ellos expresan los misterios personales, expresan el lenguaje encriptado de los silencios causados por la incapacidad expresiva de los personajes; de modo que si no fuera por estas transgresiones ficticias que evocan las que son reales, nos dejaríamos engañar por el olvido y por esos puntos ciegos que ayudan a conformar una imagen falsa de nosotros mismos.

Julia Guzmán Watine
Julia Guzmán Watine
Julia Guzmán Watine publicó la novela Juegos de villanos (Vicio Impune, 2018) y La conjura de los neuróticos obsesivos (Editorial Espora – Rhinoceros, 2021). Apareció en las compilaciones Santiago canalla (Editorial Espora – Rhinoceros, 2019); Martes negro (Editorial Espora – Rhinoceros, 2023); Quiero la cabeza de Joseph Conrad (Pan Editorial, 2023) y Crímenes con M de mujer (Lom, 2023), Asociación ilícita. Relatos negros de Río Bravo a la Patagonia (Fondo de Cultura Económica, 2024). Formó parte del comité editorial de Trazas Negras y fue editora invitada de los números 13 y 14 de la revista, dedicados a escritoras del género negro en Chile. Publicó De un infierno a otro (Lom, 2024) un libro de diez cuentos policiales negros.

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