Viernes, Enero 24, 2025
InicioColaboracionesEl silencio de Irene: Un amor en los convulsionados años 70

El silencio de Irene: Un amor en los convulsionados años 70

 

Por Juan José Jordán

 

 

Alejandro Pissano se encuentra postrado en una cama de hospital. No sabe qué le pasó, pero poco a poco ha debido resignarse a la idea de permanecer ahí, imposibilitado de moverse, teniendo que aceptar que una enfermera lo limpie y le cambie los pañales. Se comunica a través del pestañeo, pero solo su sobrina se esfuerza por establecer algún tipo de contacto, para el resto es un poco como un mueble que aún respira.

Poco a poco el lector sabrá más del paciente. Alejandro ha tenido una vida mucho más agitada que lo hubiera hecho pensar su tranquilo estilo de vida. A partir del crucifijo de su abuelo, que cuelga de la pared, recuerda su paso por el seminario, experiencia que se ve frustrada por la vieja historia de abuso, más antigua que el mundo. Pero logra imponerse en el momento justo y la situación no pasa a mayores, lo que habla de un personaje con capacidad para defenderse en situaciones adversas.

Teniendo motivaciones parecidas que las que lo mueven a ingresar a la vida religiosa, entra en sociología en la Universidad de Chile, y, contra todo pronóstico, es electo presidente del curso, gracias a Irene, una atractiva compañera que mantiene una relación a distancia con un estudiante de medicina.

Entre ellos dos surge de inmediato una afinidad muy grande y algo más; comparten intereses en común, como participar en las jornadas de trabajo social en un sector periférico de Santiago. Era un panorama prometedor, pero aparece el golpe y el panorama se vuelve cada vez más peligroso. Hay compañeros que son detenidos y luego aparecen asesinados, a Alejandro lo expulsan de la universidad y todo hacía pensar que lo estaban buscando. Luego de darle muchas vueltas, con la familia toman la decisión de mandarlo a Italia con un poco de plata y que trate de arreglárselas, sirviéndose de los contactos que su abuelo mantenía con el consulado italiano en Chile.

Si bien es un contexto álgido, no estamos ante una novela política. No se la podía obviar, porque, efectivamente, fue lo que desencadenó que Alejandro tomara la decisión de irse del país. Pero se trata más bien de algo que forma parte del telón de fondo de los acontecimientos, no es que los personajes tengan un compromiso político a ultranza o que la narración sea un instrumento para dejar de manifiesto una inclinación sobre el tema.

En diferentes pasajes el libro integra el registro de la crónica a la narración. Episodios minúsculos que no aparecen en los libros de historia, pero que sirven para recordar que el estudio del pasado no está compuesto solo por los grandes hechos, con mayúscula. Un ejemplo se ve cuando, el día del golpe, Alejandro toma una micro desde la universidad en dirección al campamento donde ayudaba en la nivelación escolar y se cruzan con varios camiones militares llenos de soldados con la cara pintada. Todos los pasajeros miran en silencio, se percibe la tensión en el ambiente, en un momento en que nadie tenía muy claro qué estaba pasando. Episodios como ese permiten recordar que la historia es algo vivo de lo que uno forma parte.

En Italia se enfrenta a un panorama duro y al principio no tiene ni qué comer. Finalmente, tras mucho deambular y buscarse la vida, comienza a colaborar en un diario, sirviéndose de su conocimiento de español para dar cuenta de lo que estaba pasando con la dictadura en Chile y así, luego de publicar 50 artículos se convierte oficialmente en periodista, gracias a la normativa italiana. Pasa el tiempo y regresa a Chile junto a Doménica, su esposa, arriendan un departamento en el parque Bustamante. Todo tranquilo, salvo por el hecho que el fantasma de Irene sigue vivo en su mente. Retoman contacto y es claro que no podrán tener una inocente relación de amistad.

Llama la atención el tema de los juicios y una disposición un tanto moralista. En repetidas ocasiones se tilda a Alejandro de «cobarde» y juicios similares por haber decidido irse al extranjero sin ella. O cuando el narrador reflexiona en torno a su «miedo a vivir»; un temor a los cambios que lo habría hecho meterse al seminario, siempre pasivo, para que la vida «le pasara por el lado» y se pregunta, «¿será que nunca se atrevió realmente a vivir?». Pero termina siendo una mirada reduccionista y omite que Alejandro sintió en algún momento un sincero despertar religioso. Es curioso que no exista una intención de empatizar verdaderamente con el personaje. La realidad es más compleja que esas opiniones que no admiten muchos matices. En momentos álgidos la gente hace lo que puede y ya. A lo mejor es cierto que la decisión de irse a Italia y por tanto tiempo fue un poco sobredimensionada, pero no es fácil mantener la cabeza fría cuando pareciera que el mundo se va a acabar. Por supuesto que existen las personas íntegras que toman siempre la mejor decisión, pero el resto tratamos de salvarnos como podemos cuando el volcán hace erupción.

El lector está ante una narración fluida que se lee a ritmo de serie, de esas adictivas que agarran y se necesita saber qué va a pasar. A pesar que su estructura no es de lo más simple, intercalando constantemente tiempos narrativos, el lector se ve envuelto desde el comienzo en un relato envolvente, que capta los ambientes con un lenguaje preciso que no redunda. Al mismo tiempo, permite acercarse a un gran temor, superior quizá a la muerte; ese quedar postrado, teniendo que ser limpiado a vista y paciencia de enfermeras y doctores que lo tratan a uno como un bulto. Pero Alejandro tiene suerte de estar con la gente que lo quiere y enterarse de cosas que le permitirán conectarse con parte de su pasado.

 

FICHA TÉCNICA

Título: El silencio de Irene
Autor: María Eugenia Lorenzini
Editorial: Forja
Año: 2024
Idioma: Español
N° páginas: 260
Dimensiones: 23cm x 15,5cm
ISBN13: 9789563387179

 

RELATED ARTICLES

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Advertisment -

MÁS POPULARES