Tuvimos la oportunidad de hablar con la escritora nacional Sara Bertrand, quien lanzó su último libro Un libro es una pregunta. Es un trabajo de ensayos que fue escrito durante la pandemia, muy profundo, pero que no es un ensayo académico. También conversamos sobre si en Chile se edita más libros y se escribe más, y nos contó qué es lo que le sorprende en la literatura. Te invitamos a leer la entrevista realizada a Sara. ¡Disfruta!
—Cuéntanos sobre tu último libro
—Un libro es una pregunta (Fondo de cultura económica, 2024) es un libro de ensayos que escribí durante pandemia como un manifiesto o un grito, si se quiere, porque entre las niñas y niños que dejaban de ir a la escuela para estar, vaya uno a saber en qué condiciones, recibiendo clases on line y las muestras de deshumanización a las que nos expusimos debido a ese el individualismo exacerbado por asegurar una supervivencia a toda cosa, incluso, dejando atrás todo lo que hace humana una vida digna de ser vivida (la línea que separa lo humano de lo inhumano, comprendes en situaciones de este tipo, es muy delgada), necesitaba escribir a favor de nuestras infancias, nuestros adolescentes y jóvenes. Dibujar un camino de esperanza para ellas y ellos, que no tuvieran que imaginar el fin de mundo como única posibilidad de salida.
—¿Crees que en Chile hay más conocimiento de editoriales, escritores?
—No especialmente, creo que el mundo editorial ha tenido un cambio rotundo en los últimos años, sobre todo, después de pandemia. Las editoriales publican menos, escritoras y escritores escriben igual, no sé si más que antes, pero escriben de todos modos y siguen intentando publicar y todo es más difícil y triste, porque efectivamente se venden libros en Chile, no muchos, pero se venden y suelen ser de contenidos comerciales o apuestas más seguras. El riesgo hoy lo asumen las editoriales independientes con un costo bastante grande, por supuesto, porque no manejan los volúmenes de las editoriales grandes y se juegan por ofrecer contenidos. También, creo tienen una apuestan por hacer del libro un objeto atesorable, lo cual siempre se agradece.
—¿De qué se trata (sin spoiler) tu nuevo trabajo?
—Un libro es una pregunta es un ensayo dividido en una serie de reflexiones (capítulos) sobre lectura, escritura y literatura. Imagino que permite hacer varias lecturas, algunas más formativas; otras, más poéticas, históricas o reflexivas en torno al papel que cumplen padres, madres, educadores, mediadores y bibliotecarios, por nombrar algunos, además de la escuela y el estado en la formación de nuestras niñas, niños, adolescentes y jóvenes. No es un ensayo académico, es una mirada crítica que ofrece luces y sombras. Porque la educación, pese a estar en la boca de cada elección, enarbolada como bandera de lucha, realmente es la gran olvidada de nuestra era y creo firmemente que no existe posibilidad de ningún cambio social de importancia sin educación. La formación de pensamiento crítico, o pensamiento a secas, es la madre de cualquier cambio y, a juzgar por el estado de situación de nuestro mundo, necesitamos nuevas mujeres y nuevos hombres que imaginen nuevas soluciones. De ahí la importancia de una educación estética.
—Llevas años en el mundo de la literatura, ¿qué te va sorprendiendo cada vez más?
—A mí siempre me sorprenden las palabras, el uso de los verbos, y, sobre todo, las posibilidades que ofrece el lenguaje, soy lectora y moriré lectora y cada tanto, uno es tocada por la gracia de esa nueva apuesta que se la juega por el lenguaje y las palabras, por la forma de estructurar un relato. Ese libro que te transporta, literal, a otra orilla. No ocurre con frecuencia, pero cada vez que sucede recuerdo esas palabras de Lydia Davis: «algo como un relámpago helado me recorrió la espalda».
—¿Qué te apasiona a la hora de escribir?
—Que uno sabe cómo comienza, armas un andamiaje más o menos claro de lo que quieres decir, pero en el camino sucede lo impredecible, la historia toma un vuelco que te sorprende o que no habías imaginado y si eres fiel a la escritura, debes dejar que la historia siga ese curso, por lo tanto, nunca sabes cómo termina. Ahora, siempre he dicho que, en primer lugar, yo soy lectora, después todo lo demás, porque a mí lo que verdaderamente me apasiona es un buen libro. Ese libro que te provoca ganas de escribir, de atrapar esa forma, ese lenguaje, no sé, el misterio que está detrás de sus páginas. Uno escribe por envidia, creo, porque las ganas de lograr aquello que ese buen libro te provoca, son demasiado fuertes.
—¿Cuál ha sido el libro que más te ha costado escribir?
—Diría que todos y ninguno, porque sí hay veces que el libro se va de un envión, te sientas y lo vomitas de una manera que después te sorprende, incluso te inquieta, porque sientes que no fuiste tú quien lo escribió que fue otro, que te lo dictaron al oído, como si hubieses estado poseída y hay otros que cuestan un millón hacerlos correr, deslizarse tranquilos y seguros, pero en un caso o en el otro, siempre llega el momento de editar, releer y preguntarte si era eso realmente lo que querías decir y ahí comienza el trabajo sudoroso y agotador.
—¿Qué libro nos recomiendas para leer?
Libros que me han emocionado, con los que he gozado, sufrido, inquietado, reído y disfrutado en el último tiempo han sido: el de Yiyun Li, Querida amiga, desde mi vida te escribo a tu vida; de Rachel Cusk Segunda casa; de Rumena Buzarovska, Mi marido; de Louise Glück, Noche fiel y virtuosa y, de Irene Solà, Canto yo y la montaña baila.