Martes, Abril 22, 2025

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Entrevista a Cristian Rodríguez Büchner: «La poesía no puede ser un ejercicio indemne»

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Por Ernesto González Barnert

 

Cristian Rodríguez Büchner (Valdivia, 1985) es poeta y narrador. Profesor de Lenguaje y Magíster en Literatura Hispanoamericana. Editor y columnista en revistaelipsis.cl. Entre sus obras destacan Lluvia de Barro (cuentos, 2012), Caligrafía del Insomnio (poesía, 2017) y El deseo de partir (2024). Reside hace muchos años en Temuco y es uno de los escritores de mi tierra natal que no dejo de seguirle el rastro dado lo que aprecio su escritura y reflexión literaria.

 

—Cristian, ¿cómo definirías qué es y qué no es poesía en el contexto actual? Y dentro de ella ¿Cuál es tu poética?

Uno podría definirla como cualquier cosa escrita en verso. Yo no creo que sea sinónimo de cualquier cosa. Prefiero definirla como una manera de sintetizar experiencias desde la estética. O al menos, desde la forma. Esa experiencia puede ser mental o real. Yo creo que los poemas siempre reflejan la experiencia de su propia escritura. No como experiencia exacta, claro. Tampoco irracional, ya que lo irracional requiere un ataque organizado contra la lógica, y eso pertenece a la vanguardia. La poesía se ubica, más bien, en el instante previo a la razón, en el de las ideas a punto de cristalizarse. Se trata de una parte de la experiencia que no está cubierta por ningún otro género. Ni siquiera el ensayo.

—En un mundo tan acelerado y digitalizado, ¿crees que la poesía aún mantiene una vigencia como forma de compromiso social y personal?

—En general, todas las artes han perdido vigencia. La poesía no es la excepción. Hay factores coyunturales como la multiplicación de símbolos y su consiguiente depreciación. Pero hay otros que son culpa de los mismos poetas, como su pérdida de prestigio tras apoyar a cuánto autoritarismo hay en el mundo, y su enclaustramiento en las universidades, donde ya no hay disenso posible.

En mi caso, prefiero la palabra «compromiso» en cuanto a aquello que comprometes con tu escritura. ¿Qué estoy comprometiendo con este libro, con este poema? Puede ser un verso, una crítica, un gesto. Tu misma salud mental. La poesía no puede ser un ejercicio indemne.

—Has hablado sobre los futuros soportes digitales para la poesía, a propósito de Elipsis. ¿Cómo imaginas el futuro de la poesía en el contexto de las nuevas tecnologías?

—Me encanta el libro físico. Tenemos libros de papel para rato. Sin embargo, los escritores deberíamos sincerar nuestro consumo de cultura y abrazar, también, lo digital. No puede ser que miremos todo por internet y escondamos nuestros libros en una bodega. Ya no están los tiempos para eso.

Quizás, lo que está en juego no sea tanto el papel, sino la particularidad de la poesía, su ecosistema. El papel conlleva una red de eventos, lecturas, y hasta de relaciones humanas que crean un aura, un recorrido. Siguiendo a Chartier, los libros necesitan de ese recorrido. Los archivos, en cambio, son instantáneos, no tienen recorrido. Me cuesta imaginar cómo será posible recrearlo. O si se acabará junto con la digitalización. Por ahora, somos los mismos autores los llamados a intermediar entre los lectores y nuestros libros.

 

 

—Finalmente, ¿cuál es tu visión sobre el panorama poético actual en La Frontera y qué lugar ocupas tú en él?

—No hago un seguimiento exhaustivo de la poesía local, aunque he leído a varios. Abundan los poetas «interesantes», los jóvenes eternos y las caras conocidas (como en tantos lugares). Hay obras destacables, por supuesto. Es sólo que, para decirlo en simple, la poesía de Temuco todavía nos adeuda «ese» libro.

Sobre mi lugar acá, es muy pronto para decirlo. El lugar de un escritor se conoce con el tiempo. Voy a cumplir cuarenta. Estoy recién empezando.

—¿Qué le dice el profesor universitario al escritor y viceversa?

—Siempre ha existido esa relación amor-odio con los académicos. El académico representa los fantasmas del escritor, y al mismo tiempo, el escritor tiene miedo de acelerar esa reducción interpretativa de su obra, a la que la historia lo someterá sí o sí. Con todo, el escritor sigue buscando ese halo de seriedad que le otorga el paper, por más discutible que sea. Ambos se necesitan.

Ahora, un buen académico puede comprender tu obra mejor que tú. Me ha sucedido. Siento curiosidad por esos análisis. Aunque, por desgracia, el enfoque de las identidades lo ha vuelto cada vez menos frecuente. No puedes ser un lector riguroso con categorías tan genéricas.

—¿La teoría, a propósito de la literatura, es solo una «caja de herramientas»?

—He cambiado de opinión. Hay teorías que sí pueden ser funcionales a tu escritura. No es lo mismo leer a un teórico que mira a la poesía como mero aparato «colonialista», que, digamos, los ensayos de T.S. Eliot sobre la función del poema o las reflexiones de Terry Eagleton sobre el mal. Creo que hay una línea de autores que sí se dirigen al creador. O que sí escriben desde la libertad y el goce. Si hablamos de arte, últimamente he leído mucho a Robert Hughes, Arthur Danto y Boris Groys. A los artistas: Munch, Kandinsky, Braque. Los clásicos y románticos dan para una entrevista entera.

—Ahora al narrador que también eres ¿Por qué ahora se lee menos ficción? ¿la ficción que crees que está diciendo y debería decir?

—Para serte franco, yo también estoy leyendo menos ficción. Prefiero un libro de filosofía antes que una novela sin honestidad. Y cuando digo honestidad, me refiero a un autor que le da a su novela todo lo que pide, sin vacilaciones.

Creo que la narrativa, en general, está pasando por una crisis. Hay factores macro, como el cambio del paradigma lector a otro audiovisual, qué duda cabe. Mi diagnóstico, por otra parte, es que la gran narrativa del siglo pasado estaba pensada para un lector que ya no existe. Ese joven humanista, un poco adorable, un poco engreído, se esfumó. Los nuevos profesionales ya no tienen esa necesidad de cultura. Creen en la reescritura de la historia, en la pureza ética, en los personajes modélicos. Su relación con el pasado es compleja. No saben qué hacer con las contradicciones, mucho menos con la ficción. Es muy difícil saber quién es ese lector hoy en día.

¿Qué debería decir la ficción? Yo, más bien, invertiría la pregunta. ¿Qué no está queriendo decir? ¿Por qué no lo está diciendo?

 

Cinco poemas:

De Caligrafía del insomnio (2017)

1

En el comienzo de esta noche, de esta vigilia sin motivo,
Presiento que mis brazos no bajarán nunca,
Que mi cabeza seguirá abierta aquí y al otro lado.
De la realidad me llevaré escozores, las axilas ardiendo,
El mentón duro hacia adelante,
El corazón vencido, inundado de sangre,
Las costillas que giran sin detenerse,
Un ojo que no se cierra,
Un hilo de ruido que persiste en la oscuridad

10

Cuando creía que nadie pasaba por esta calle, un joven predicador toca a mi puerta.
Lo hago pasar.
Antes de pronunciarme su evangelio, me confesa que sus maestros andan con graves problemas de plata.
Su secta –me dice– reparte folletos en francés que la gente apila con indolencia detrás del televisor,
Esperando la llegada de fieles que nunca responden.

Su institución es amplia y dudosa, y yo le contesto que jamás perteneceré a ella.
Pero él insiste y me habla acerca de sus reuniones semanales:
De las liturgias al aire libre donde enumeran a los amigos que nos han fallado,
De la soledad final de los hombres como un paraíso vasto e inútil,
De un dios frágil e incompetente con el mismo rostro del primer amor.

Su credo es firme, aunque ridículo,
Sus palabras son amables, aunque no tengan sentido.
Sin embargo, lo escucho hablar.
Lo escucho hablar por tantas horas que, sin darme cuenta, la vida se me pasa

De El deseo de partir (2024)

Marcela todos los viernes

Marcela, no me preguntes cómo estoy porque no sé cómo estoy
escucho proximidades, distancias y lejanías
el susurro interminable de esta mejilla muerta
la presión de mis dientes contra mis encías
los ruidos incesantes de mi existencia

Mis hombros siguen colgando de mi cuerpo
mis ideas, insistentes y sin fuerza

Marcela, tú me hablas con el léxico
de la curiosidad y la paciencia,
una alegría que no rompe a tu serenidad
ni a la minoría lúcida de tu tristeza

Me preguntas qué siento y yo no sé lo que siento:
distancias, señales, apatías,
versiones quietas y agudas del aburrimiento

No me preguntes cómo estoy
porque no sé cómo estoy:
vivo pendiente al oído
que anticipa a la amenaza
escondido en la obsesión de sumar por sumar:
enumerando ideas pequeñas e iguales
como misas en latín
o grandiosas e impenetrables
como la alegría presunta de lo ajeno

Marcela, no sé lo que siento,
pero te puedo contar cómo vivo
cómo ando, cómo duermo.
Escúchame:
le das la espalda al mundo
y pones las manos así:
este dedo tocando a este otro dedo
estos ojos que se miran a sí mismos

Fugacidad

La muerte y la muerte de Cristina
su doble nada
su olvido y banalización

su espejo sin rostro
sin rostro / sin espejo

las esquinas independientes que adornaron su vestido
sin espejo / sin esquinas / sin vestido

los gorriones que desaparecieron
tras un último vistazo

el nombre propio / el ello

las esquinas

Duelo y comunión

Estrella agónica, luz ordinaria del firmamento
presencia del hermano más inútil de la familia

ojo abierto / palabreo inconstante
de dioses en crisis
como tú y yo

Martínez, González, Hernández
tiemblan a lo lejos
sin recuerdos de sus nombres

pequeños rostros de acero
aplastados por la noche

pedazos de polillas
lanzadas a su suerte

tan a su suerte
como tú y yo

 

Ernesto González Barnert
Ernesto González Barnert
Ernesto González Barnert (30 de agosto de 1978, Temuco, Chile). Su obra poética ha sido reconocida con el Premio de Poesía Infantil de las Bibliotecas de Providencia [2023], Premio Pablo Neruda de Poesía Joven [2018], Premio Nacional de Poesía Mejor Obra Inédita [2014], Premio Nacional Eduardo Anguita [2009], Premio Nacional Pablo Neruda de la U. de Valparaíso [2007], Concurso Internacional de Poesía Nueva York Poetry Press [2020], Concurso Nacional de Poesía Joven Armando Rubio (2003), Primer Concurso de Poesía del Sur (2005), Premio Juegos Literarios Gabriela Mistral de la I. Municipalidad de Santiago (2005), entre otros premios, becas y concursos de índole poético. Licenciado en Cine Documental de la UAHC y Diplomado en Estética del Cine de la Escuela de Cine de Chile. Gestor Cultural. Reside en Santiago de Chile.

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