Martes, Octubre 15, 2024
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Entrevista a Dante Loncon: «No todo está en Instagram y Tik Tok»

 

Por Ernesto González Barnert

 

El poeta Dante Pavez Loncón (Padre Las Casas, 26 de agosto de 1975) es profesor de Historia y Geografía (UFRO, 2001), narrador, ensayista y gestor literario. Nacido y criado en Gullumapu, Wallmapu, ha sido un activo participante en la vida cultural de Padre Las Casas y Temuco desde su juventud, escribiendo poesía y relatos. Durante los años 90 y 2000, consolidó su carrera artística en la Universidad de La Frontera, donde asistió a talleres de escritura con Jaime Huenún y Guido Eytel, además de participar en talleres de dibujo, pintura y en una agrupación de muralistas.

En el ámbito literario, organizó y coordinó el colectivo «El Cuarto Puente» bajo el alero de la Biblioteca Pública Pablo Neruda de Padre Las Casas (2012-2015). Este grupo reunió a escritores y artistas locales, y contó con la participación de figuras como Eugenia Toledo Renner y Orlando Pacheco.

Desde 2013, Dante ha diseñado e impartido talleres de escritura para niños y jóvenes en el Centro Cultural de Padre Las Casas. También ha participado en diversos concursos literarios, obteniendo menciones honrosas en certámenes como «Santiago en 100 Palabras» y «Araucanía en 100 Palabras».

En 2022 publicó su primer poemario, Poesía Pendiente (Ed. Deliras). Actualmente, trabaja en proyectos de narrativa y poesía, además de participar en el taller «Kenningard» de la Fundación Pablo Neruda. Como co-productor, ha estado involucrado en la película documental La Ternura: el llamado de la Ñuke Mapu, presentada en FicWallmapu y la Muestra de Cine Indígena del Museo de Arte Precolombino (2023). En 2024, dirige un taller de escritura y lectura creativa en el Centro Cultural de Padre Las Casas.

Poesía Pendiente de Dante Loncón es un libro antológico que refleja no solo su trayectoria literaria, sino también su profunda conexión con el quehacer poético y pedagógico. Loncón aborda su historia personal y colectiva con una mirada crítica y desenfadada, enraizada en su contexto local pero dialogando con las problemáticas universales contemporáneas. Su poesía se despliega con una voz que emerge del “lenguaje de la tribu”, atenta al pulso cultural y social de su entorno.

Lo notable de esta obra es cómo Loncón encuentra belleza en las heridas y grietas de la realidad. Sus versos no solo exploran las dificultades y conflictos del presente, sino que también ofrecen una poética de resistencia y reconstrucción, donde el dolor se convierte en una fuente de creatividad. La obra no rehúye a las contradicciones, sino que las abraza, logrando transformar el sufrimiento en un espacio donde florecen nuevas formas de expresión.

Poesía Pendiente es, en ese sentido, un diálogo poético y pedagógico con su propia historia y con la realidad que lo rodea, donde la poesía se convierte en un vehículo para la reflexión, la memoria y la transformación social y educativa.

 

—Tu vida en Padre Las Casas y en la región de Wallmapu ha influenciado tu escritura de manera significativa. ¿Cómo describirías esa influencia en tu poesía y narrativa?

—Fundamentalmente en la mapu, el itrofill mongen, es decir todos los seres vivos, desde las «micro especies» hasta las grandes bestias, el territorio, el paisaje, los seres vivos en cada ecosistema, por supuesto los agentes antrópicos, de toda índole y aquellos típicos y muchas veces ignorados por los medios oficiales. La experiencia y la trayectoria urbana/rural. Padre Las Casas tiene que decir mucho al respecto, la geomorfología, los distintos asentamientos, las zonas rurales, que son cada vez menos, incluyendo los menokos y humedales que están en retirada, «las pampas» que casi ya no existen y que servían para ir a buscar margaritas, juncos con los cuales hacer sillas usando unas cuantas espigas, pantanos y grandes charcos de agua de los cuales sacábamos «coltrados» o guarisapos.

Con eso podríamos decir: ¿todos en wallmapu estarían escribiendo? Pero no resulta así finalmente. Frente a ello falta el proceso de la sensibilidad, el acto poético o más bien la acción poética de lo que te toca, lo que está pero que nadie percibe. Como el tronar en sordina de cientos de motosierras trabajando a cualquier hora, en cualquier día y sin que a nadie —aparentemente— le importe. Esto porque son procesos y vivencias cotidianas que se expresan e interactúan entre dos ciudades divididas por un rio y que suelen ser tan ambiguas, tan ajenas, tan distante a lo sensorial como resulta ser «el fuerte fronterizo de Temuco» con su carga de violencia, reducción, pólvora, mosto y cerro ñielol, o la otrora «villa alegre» al sur del rio cautín, con sus cantinas, sus escuelas misionales capuchinas, sus casas de cita, las monjas, el conun huenu.

—Tu formación como profesor de historia y geografía, y tu participación en el activismo literario, parecen ser dos caminos complementarios en tu vida. ¿Cómo se retroalimentan estos dos roles en tu trabajo diario?

—Afortunadamente cuando estás de profesor tienes un cierto control, poder, autoridad intelectual en el entorno, entre pares y sobre todo en el aula. Ello resulta ser ventajoso a la hora de intentar revalorizar constantemente «lo escrito» el papel o el texto en sí. En un caso específico, siempre intento hablar con mis cursos de libros e historias. Les leo algunos versos, párrafos, les comento sobre algún autor o le hago referencias de libros y películas, y resulta ser muy interesante y al parecer entretenido. Lo lamentable es que mi labor es asociada a la historia y a las ciencias sociales, pero ellas saben esperar pacientemente. Es increíble descubrir que muchas veces las niñas y niños, tiene mucho que opinar y comentar sobre lecturas, suelo dar con estudiantes muy aventajadas/os al respecto y ver como se emocionan hablando de sus autores o textos más queridos es realmente invaluable.

—En tu juventud, estuviste muy cerca de cambiar de carrera hacia las artes o la literatura. ¿Qué te hizo finalmente decidir por la historia y geografía, y cómo crees que esa elección ha impactado tu trabajo literario?

—Por diversas circunstancias, yo había empezado a profundizar en filosofía, economía, historia medieval y época moderna hasta mediados de mi formación de pregrado, siempre me gustó el arte, la pintura y los dibujos me fascinaban.

Había arrancado con «lo autodidacta» que para la época era más bien tradicional y limitado, sin redes sociales, con una internet lentísima y más bien dependiendo mucho de lo que estuviera escrito en papel, que a su vez era escaso. Tan mal no estaba, llegamos a levantar una brigada muralista y un proyecto de casa cultural “bien magro” pero con mucho newen, en Padre las casas, con ella improvisamos talleres y la pintura de varios murales en la recién inaugurada comuna, donde también pudimos armar y participar en talleres de dibujo y pintura. Pero lo plástico estaba en las antípodas de mis urgencias mediatas e inmediatas y con una oferta escasísima en una ciudad tan de campesinos y leñadores como lo era Temuco en los 90.

En cuanto a lo literario, resulta que, a mediados de mi carrera de pregrado en la Ufro, tuve asignaturas con el —ahora— premio nacional de historia Dr. Jorge Pinto Rodríguez. El hacía varias cátedras, en la primera, las temáticas se relacionaban con la formación del estado-nación chilenos, y la historia social. Entre los requisitos de esa asignatura, te daba una lista de textos literarios, entre ellos muchas novelas, para revisar, leer y finalmente escribir un ensayo sobre la sociedad chilena a principios y mediados del siglo XX. Fue en esa oportunidad que pude explorar obras del «costumbrismo» y «la novela social chilena» tales como: José Santos González Vera, Nicomedes Guzmán, Volodia Teitelboim, Alberto Romero, Jenaro Prieto, Baldomero Lillo, Carlos Pezoa Veliz, Baltazar Castro, uuuuuuufff, muchos más. Y para mí, que venía de haber leído textos de Gorki, Neruda, Coloane, Benedetti, Gonzalo y Manuel Rojas, quedé «flasheando». Hice hiperfoco e incluso indagué en poesía social/popular no publicada escrita en muros de cárceles en cartas o en género epistolar, y otras fuentes no tradicionales, pero afortunadamente conservada en archivos públicos poco visitados, que, a su vez, era muy genuina y que superaba —exageración mediante— incluso, a la obra de Pezoa Véliz. A la hora de mi trabajo evaluado intenté disentir metodológicamente con mi maestro e hice una especie de no/ensayo, con un ejercicio «uliseano» de un obrero que iba relatando sus ideas, inquietudes y necesidades existenciales en el ocaso de la «cuestión social» previo a la crisis de 1925 del siglo XX. Como no era de esperar, apenas aprobé, pero, en cambio, recibí un mensaje muy satisfactorio del profesor quien reconoció mi intento narrativo, que no estaba en la pauta a evaluar, pero, «que había sido escrito con mucha destreza».

Después de frustrarme por la nota recibida, entendí perfectamente que se podía anexar la literatura y la historia. De ahí, no paré, a tal punto que mi tesis de grado la hice en historia y literatura. Mientras me entretenía investigando sobre semiótica, semiología y lingüística.

Desafortunadamente la información y las referencias a estudios sobre literatura no estaban en mis horizontes y creo que tampoco en los de la ciudad de Temuco, ya que había que irse a Santiago, Concepción o Valdivia. Pero, además, en mis horizontes aparecía mi primer hijo, —Roque— y esa narrativa no me la perdería por nada del mundo.

—Tu obra ha sido descrita como una mezcla de poesía y narrativa, ¿cómo decides qué formato emplear cuando empiezas un nuevo proyecto?

—Me considero ensayista y narrador. La poesía viene sola, está ahí. Afortunadamente logro captarla y quedármela. En términos de formato creo en la idea de un poema total e infinito. Por otra parte, lamentablemente o no, la poesía se hace carne a partir de la vida cotidiana, desde lo minimalista e insignificante como puede ser un fósforo apagado o la basura, hasta la vida cotidiana que fluye en los rascacielos, los vuelos de avión internacionales y la(s) estación(es) espacial(es) que orbitan la tierra. Lo que haya que decir te fuerza el formato. Tampoco es una epifanía, pero el ejercicio escritural en ciernes dicta los resultados. Contra eso, nada que hacer. Por otra parte creo y sostengo que el tema te da el formato, hay ideas que dan para versos y otras para llenar anaqueles.

—La pandemia impulsó muchas publicaciones digitales y talleres online. ¿Cómo ha cambiado tu enfoque hacia la escritura y la participación en la comunidad literaria después de esa experiencia?

—Es complejo porque no es lo ideal, creo que la pedagogía y la educación se hace frente a frente, «face to face» en pandemia estuvimos con mínimas opciones al respecto. Hubo una primera etapa del aprendizaje, donde nadie era experto, salvo algunos iluminados. Posteriormente la etapa de ensayo/error y finalmente la marcha blanca y la puesta en escena. A partir de ahí y de cómo te sintieras, podías o nos intentar hacer otras cosas. En mi caso aproveche mucho de conocer experiencias, personas e ideas en la aldea digital, aprendí y consolide varias ideas tanto artísticas como literarias. Lo interesante es que a pesar de las largas distancias o de lo «internacional» de las audiencias en las que interactúe. Pude acceder y conocer autores y proyectos, al igual que nuevas miradas, rumbos y propuestas literarias, artísticas y musicales muy divertidas.

Has organizado y coordinado colectivos literarios como «El cuarto puente». ¿Qué desafíos y satisfacciones has encontrado al ser parte de estos colectivos?

—Primero, arriesgarse a quienes o que personas llegan, si es que llegan. Porque puede darse la probabilidad que no llegue nadie. Luego, conectarme con gente que está en la misma parada que uno y que a pesar de la edad o diferencia de ésta, disfruta de la literatura, los libros, los autores y conversaciones en torno a ellas. Además, está la teoría en torno a los talleres o grupos literarios y como trabajarlos y desarrollarlos, lo que, según lo recopilado o investigado, no es muy versátil porque, por lo menos acá en la ciudad, no existen fuentes o guías concretas que apunten a eso. Para ello ha sido muy importante contar con herramientas pedagógicas que sirven para desmalezar el monte e ir abriendo las primeras sendas. En términos de convocatoria, estúpidamente solemos apelar a las redes sociales, —es lo peor que podemos hacer—; porque a pesar de tener 500 me gusta, a veces no llega nadie, peor si hace frío, llueve o hay fin de semanas largos, definitivamente la literatura no es prioridad para muchas personas y eso se lo debemos a los colegas de lengua y literatura de básica fundamentalmente y en menos casos en enseñanza media o secundaria, o tal vez, también a ellos.

Ahora, para el caso del cuarto puente, eso fue otra cosa, fue convencer y engatusar a mucha gente, re encantar a compañeras y amigues que yo suponía podían atinar. Entre ellos Orlando Pacheco, Teolinda Olivares, Gastón Sandoval, a su vez Pacheco convocó a Eugenia y todo fue miel sobre hojuelas. Afortunadamente funcionó, la biblioteca Pablo Neruda de PLC fue fundamental, estaba nuevísima, bella e inimaginablemente acogedora, nada que ver con las otrora bibliotecas de traslapos y planchas de zinc, donde ni siquiera se podía suspirar para no interrumpir un silencio que era tétrico y sepulcral. En 2014-2016 tal vez, después de la reelección del alcalde que era doctor, cambiaron la administración de la biblioteca, pusieron a alguien que solo sabía leer las etiquetas de las comidas y alimentos «textual». Eso cambió toda la dinámica previa y fue el comienzo del fin. Sentimos que nuestra presencia incomodaba y comenzamos a deambular por Temuco. Ahí nos invitó/recibió Eugenia Toledo, en una idea que se llamaba: calle Temuco, pero, por el camino, fuimos quedando 2 o 3 y finalmente nos disolvimos.

—En tu opinión, ¿cuál es la importancia de los talleres de escritura y lectura en el desarrollo de una comunidad literaria, especialmente en zonas como Padre Las Casas?

—Es fundamental, todo tipo de educación, aprendizaje o ejercicio colectivo para acceder a nuevas informaciones. Es urgente y vital. Si asumimos que este tipo de talleres son libres y de acceso universal, cuando se da el caso, creo que es la comprobación innegable del hecho humano y social, respecto a que si aprendemos algo de forma libre y voluntaria, seremos más felices y aprenderemos mejor, ya que son, o deberían ser, por lo menos «aprendizajes significativos» en teoría, el aprendizaje significativo descrito por Ausubel, es algo que aprendimos con placer y motivación, por tal motivo lo atesoramos en nuestra memoria; nunca lo queremos olvidar o nunca lo olvidaremos si son realmente «significativos». El desafío está ahí; que sea una experiencia significativa para los asistentes y para el profesor y que se obtengan buenos resultados, el ambiente depende también del espacio; un lugar donde se viva un momento ameno, original y al que den ganas de volver, es un gran desafío. Tienen que darse una serie de condiciones; gente, ambiente, espacio. En el caso de Padre Las Casas. Hay lugares que cumplen con eso, la biblioteca municipal Pablo Neruda y el centro cultural de Padre Las casas. Son espacios amplios, iluminados, frescos, nuevos.

Si consideramos que PLC es una comuna relativamente joven, con una gran área urbana y con amplios espacios rurales y paisajes es una fuente inagotable de narrativas e inspiración. Si además agregamos a ello que la comuna posee un alto porcentaje de población mapuche y también de comunidades mapuche, es inagotable la riqueza y el potencial cultural que bulle por doquier. Basta dar una vuelta, dejar de mirar el celular, desconectarse y caminar hacia los diversos espacios donde nos espera la imagen literaria/poética.

—El muralismo y las artes visuales también formaron parte de tu quehacer artístico. ¿Existe alguna conexión entre tu experiencia en las artes visuales y tu poesía?

—Evidentemente si, al igual que la música. Saber y distinguir una paleta de colores, reconocer texturas y materiales, facilita el diseño de diversos paisajes.

Permite plasmar e identificar los diversos tonos que poseen las cosas y lugares, con mejor precisión, para que el hablante lirico se dé a entender de una manera más concreta, de la misma manera que; o bien el lector se oriente y fluya en el texto o bien se pierda cuando se trate de textos más crípticos. Si considero que mi obra esta sostenida en el entorno/paisaje natural y antrópico, todos los colores y texturas que están en ellos, necesariamente pueden y deben estar en el texto. Las artes plásticas son vitales en ese contexto.

—Tu primer poemario, Poesía Pendiente, tardó varios años en ver la luz. ¿Qué significó para ti finalmente publicarlo, y qué aprendizajes obtuviste durante ese proceso?

—Muchos nervios, porque suele surgir una que otra expectativa. Emoción y ternura, porque ves como algunas cosas que un día percibiste, sentiste, pensaste, lograron armar un relato poético, que, si bien parece disperso, posee vasos comunicantes, donde encajan muy bien ciertas ideas en forma de versos.

Al final sin esperarlo, algunas personas muy importantes, gente cercana; te leen, te comentan y te felicitan por tu obra y eso es invaluable. Te circunda el ego y amenaza con cerrarte el paso. Pero te das cuenta que no es para tanto y vuelves a ser un simple mortal.

El aprendizaje fundamental es la conexión y la comunicación efectiva con el editor. En la medida que eso fluya el libro puede quedar mejor de lo esperado, si, por el contrario, no fluye, o algo sucede, el texto se traba, se interrumpe y puede llegar a desaparecer. No hay que desconectarse de ese proceso, es el parto mismo, deben estar todos los factores alineados. Las editoriales están lentas también en wallmapu, publican a sus propios autores y desconocen que hay autores en otros lugares lejanos o próximos.

—En la producción de la película/documental La Ternura; el llamado de la ñuke mapu, ¿qué rol desempeñas y cómo se relaciona este proyecto con tu obra poética?

—Fundamentalmente producción y como soy amigo de los creadores sugerencias de discursos, locaciones y personajes. Al tratarse de una obra asociada al concepto de la mapu y poseer un argumento histórico indesmentible, hay mucho para nutrir en torno al relato histórico y a la poesía como tal.

El titulo surge de un verso de Elicura Chihuailaf, y por ende posee una carga poética, sensorial, critica e histórica que está muy bien captada y que fluye sin que los protagonistas y personajes que aparecen en la obra lo noten. No en vano Rodrigo Pinto, que reside en Alemania, es titulado en Licenciatura en historia en la PUC de Santiago, Ricardo von Mülenbrock, que reside en Buenos Aires, periodista de la misma casa de estudios y cineasta por la Uba. Con ellos y otros colaboradores logramos conformar un equipo sólido con un claro componente social y humanista que además de “la ternura” continúa trabajando en nuevos proyectos.

«Nos consideramos sus brotes, sus hijos e hijas. La Ñuke Mapu / Madre Tierra nos regala todo lo que necesitamos para vivir. Y nos dicen: “¿Qué hijo, que hija, agradecido / agradecida no se levanta para defender a su Madre cuando es avasallada?”. Nuestra lucha es una lucha por Ternura». (Elicura Chihuailaf)

—Has participado en concursos literarios como «Santiago en cien palabras» y «Araucanía en 100 palabras». ¿Cómo ves el impacto de estos concursos en la promoción de nuevas voces en la literatura chilena?

—Creo que permiten atreverse a escribir y atreverse a que otros lleguen a leer lo que tu escribiste. Eso ya es un gran avance en el proceso de la obra y en la promoción de ella. Si te va bien y te publican, ¡excelente! Si no, tienes la alternativa de intentarlo el próximo año o finalmente desistir, va a depender de tu musa o de tus musas. A los niños, estudiantes y al público en general, no escritores, les suele llamar mucho la atención verificar que otras y otros como ellos lleguen a aparecer en un libro que resulta “ser muy amistoso” tanto por el diseño, como por el contenido. Eso es algo que se agradece, porque incluso pueden llevarse al aula y trabajar con ellos.

En definitiva, son plataformas/ascensores que te dejan en el piso cero, de ti y de tus inquietudes depende la posibilidad de presionar el botón que abra la puerta y te deje ahí mismo, o que, por el contrario, te permita subir al siguiente nivel.

—Desde tu perspectiva como profesor, ¿qué importancia tiene la literatura en la formación integral de los estudiantes, y cómo la incorporas en tu enseñanza?

—Es fundamental, sobre todo por la importancia y el ejercicio del texto escrito. En mis metodologías suelo hablar de libros, autores o artistas con todos los cursos, si hay enganche, sigo, aunque me salga del libreto. Cuando la unidad de contenidos se relaciona con temas literarios, es ahí cuando llega mi momento; la épica antigua las obras de Homero y uno que otro filosofo antiguo, la mitología grecorromana, incluso Virgilio, luego las narraciones medievales, como el Mío Cid o los Cantares de Rolando. Posteriormente en la época moderna, el desarrollo de la imprenta, el humanismo y toda su variedad de escritores y obras; el Decamerón, la Divina comedia, los Sonetos, la Utopía. Lamentablemente en muchos casos hay un no/conocimiento o más bien, no/habito previo sobre la lectura en general y más aun de estos textos. Esto se agrava cuando tu colega de lenguaje y literatura llega a la sala de profesores y te dice «que lata tener que leer estas obras clásicas, me carga”(sic) en relación a las obras de Homero, a lo cual yo humildemente comento; “guarda con que no te escuchen los estudiantes». En este panorama es incomprensible y lamentable que, aquellos que debieran promover la lectura y escritura, no tengan o no estén por lo menos familiarizados con el fascinante mundo de la lectura y la escritura. Después ¿con que cara exigimos buenos resultados en comprensión lectora? Por ejemplo.

Yo mientras tanto, soy feliz, porque cuando les leo algún poema o verso a los cursos, veo en las caritas de niños y jóvenes una sensación de satisfacción y agrado que no tiene precio. Ni que mencionar cuando les comenté que el cuento más breve del mundo se llamaba «el dinosaurio» y que no tenía más de siete palabras. Pero, lamentablemente, «una golondrina no hace verano».

—Has colaborado con escritores y artistas como Orlando Pacheco y Eugenia Toledo Renner. ¿Cómo han influido estas colaboraciones en tu evolución como escritor?

—Creo que han sido fundamentales ya que se dieron en un momento ideal. A Orlando lo conocía desde los 90. Compartí con él en espacios y lugares, gracias a su trayectoria política y cultural con el centro de estudios Simón Bolívar en la ciudad de Temuco. Después del 2010 el tema fue más literario. El, con su generosidad y solidaridad, me invitó a algunos encuentros literarios en Curacautín y Lautaro, además de uno que otro viaje al pwelmapu, Cutral Co, Neuquén, con fines literarios fundamentalmente. Es una persona a la que aprecio y respeto mucho y le agradeceré siempre su apoyo y confianza. Precisamente, gracias a su gestión, logramos llevar a Eugenia al cuarto puente, y eso fue un aporte inconmensurable. Ella nutrió y reforzó medularmente al grupo, compartió con nosotros sus ideas en torno a la literatura y la escritura y nos enseñó muchísimo. Personalmente le agradezco mucho por su aporte ya que fue fundamental para «el cuarto puente».

—En tu taller de escritura creativa, ¿cómo abordas la enseñanza de la escritura para que los participantes desarrollen su propia voz literaria?

—En literatura y escritura no se puede inventar la pólvora. Es indudable que se debe nivelar hacia arriba, por lo general trabajo sobre autores y obras previas, lecturas, comentarios, conversaciones sobre libros, un texto específicamente. A partir de ahí viene la orientación respecto a intentar parafrasear o imitar alguna temática, contenido o estilo. Hay que tener paciencia porque siempre es bastante información. Si los estudiantes son curiosos irán más adelante, indagaran, exploraran, imitaran ¿plagiaran?

Como el agua que busca sus niveles, el motor de los participantes se ralentizará cuando den con un método o estilo que les sea más cómodo. Como monitor o profesor del taller mi labor es facilitar y apoyar estos procesos, ojalá que siempre la curiosidad y el interés inquisitivo de los participantes esté presente. Recordemos que son talleres abiertos, libres. Nadie está obligado a asistir, tampoco es que sea una puerta giratoria. Pero, ahí está el rol del monitor; captar y cautivar a las audiencias. Eso es el gran desafío, es como demostrar, —en mi caso— que, si no aprendiste escritura o literatura en un colegio, es porque algo falló entre el docente, el aula, el ambiente y el receptor. En definitiva, en el modelo educativo convencional al que hemos asistido todos desde 1980 hasta aquí. Mi apuesta es en torno a la educación popular, los aprendizajes significativos y «el aprender haciendo» aunque ya alguien acuño ese concepto, pero si fluye. Pues que fluya.

—¿Cómo percibes la evolución de la escena literaria en Temuco y Padre Las Casas desde que empezaste a involucrarte en ella?

—Iba muy bien, asociada a espacios o lugares en los que había nichos para lecturas y presentaciones. Eso fue decreciendo y después llegó la pandemia, donde nos fuimos a pique. Desaparecieron espacios, cerraron locales, hubo desconexión local en función de conexiones a larga distancia tipo on line. Con la vuelta a la presencialidad, la idea es reincorporar esa dinámica. Ya no hay locales más dinámicos y entretes como «La Vida» o «Acapulco» pero hay otras instancias. Centro cultural PLC, el festival de poesía Guido Eytel, que por otra parte esta interesantísimo, fresco y con mucho newen.

No obstante, Padre Las Casas está más atrás que Temuco. Porque en Temuco y a Temuco llegan las voces que más suenan. Están las casas de Estudio están los espacios y están las dinámicas cosmopolitas. Sin embargo, cualquier gesto o esfuerzo que podamos hacer para impulsar iniciativas literarias en las periferias siempre va a estar bien. A propósito, en la biblioteca municipal de PLC surgió un grupo literario que está gestionando varias actividades interesantes, en colegios y en otros espacios. Eso es muy importante y siempre se agradece.

—¿Qué proyectos futuros tienes en mente, tanto en poesía como en narrativa, y cómo piensas continuar desarrollando tu carrera literaria?

—La verdad es que tengo una obra narrativa terminada y que al igual que la poesía pendiente no he podido editar. La presenté a un Fondart hace varios años y cero posibilidades. Volvió al baúl. Creo que hay cosas «relativamente pasables» de ellas me han publicado algunas en medios digitales.

En relación a la poesía tengo un trabajo que se llama «mapuchometro» y que pretende ser un poemario interactivo, instructivo y coloquial, donde los lectores puedan interactuar con el autor mediante la lectura de la obra.

Incluso tengo en carpeta una novela o dos, que tienen un tinte histórico ficcional, (no podía ser de otra manera) se trata de un libro secreto que resuelve muchos problemas del mundo actual, y que fue la causa del golpe de estado, ya que el único ejemplar de ese texto, estaba en el despacho del presidente Salvador Allende y para acceder a él, la junta militar debía si o si, derrocar al gobierno popular y evitar que el pueblo y la gente honesta, llegaran a conocer el contenido del texto, y gracias a el, permitir que Chile y otros países alcanzaran el desarrollo y la emancipación política y económica del primer y segundo mundo. Un rollo bien complejo.

—Tu participación en talleres online en Perú, Chile y Argentina te ha conectado con una comunidad literaria más amplia. ¿Cómo estas experiencias han enriquecido tu perspectiva literaria?

De muchas formas. Primero; las percepciones e ideas en torno a las literaturas. Después, autores y obras que no llegan a donde tú estás o que, por algún motivo desconoces. Ideas o comentarios que te permiten validar tus argumentos y a valorar o reivindicar a tus autores. Sugerencias y comentarios de autores raros o poco tradicionales que en los colegios nunca vas a conocer e incluso en las cátedras.

Y sin duda, el convencimiento que el camino o senda literaria, no ya poesía, no ya narrativa, literatura en general; es el adecuado para la mejor comprensión de cualquier ámbito humano, ya sea noticioso, ya sea en la vida cotidiana, en la búsqueda y lectura de recetas de cocina, en las exploraciones y descubrimientos científicos que impactan o impactaran para bien o para mal a la humanidad.

Nunca está de más leer, todo lo contrario. Es el único exceso que se te ve bien.

—Finalmente, ¿qué consejo le darías a los jóvenes escritores que buscan hacerse un lugar en el mundo literario, especialmente aquellos que, como tú, provienen de regiones más alejadas de los grandes centros culturales?

—Lean, lean y lean. No desistan, anden con una libretita o cuaderno en su bolsillo, en su mochila y vayan anotando todo lo que se les ocurra. Dense tiempo e inviertan tiempo en la creación literaria. Utilicen las redes y canales para investigar y conocer lo que antes solo se conocía en el papel y en las bibliotecas públicas. Ahora, afortunadamente, si buscamos bien, las informaciones están online en cualquier lugar del planeta. Esfuércense y escriban, de a poquito. De preferencia un día martes o viernes, de noche o madrugada, mejor.

Toda represa o avalancha comenzaron con pequeños fragmentos dispersos, que se fueron acumulando y modificaron la apariencia y estructura del entorno, para bien o para mal. En literatura, todos estos fragmentos siempre van a bien. Hoy existe una fuente inagotable de información y no todo está en Instagram o Tik Tok.

Lean lo que les interese, aunque sea poco. Esa lectura les llevara a algunos hipertextos a los cuales podrán acceder inevitablemente, si es que su espíritu y newen les acompañan. Gracias.

Ernesto González Barnert
Ernesto González Barnert
Ernesto González Barnert (30 de agosto de 1978, Temuco, Chile). Su obra poética ha sido reconocida con el Premio de Poesía Infantil de las Bibliotecas de Providencia [2023], Premio Pablo Neruda de Poesía Joven [2018], Premio Nacional de Poesía Mejor Obra Inédita [2014], Premio Nacional Eduardo Anguita [2009], Premio Nacional Pablo Neruda de la U. de Valparaíso [2007], Concurso Internacional de Poesía Nueva York Poetry Press [2020], Concurso Nacional de Poesía Joven Armando Rubio (2003), Primer Concurso de Poesía del Sur (2005), Premio Juegos Literarios Gabriela Mistral de la I. Municipalidad de Santiago (2005), entre otros premios, becas y concursos de índole poético. Licenciado en Cine Documental de la UAHC y Diplomado en Estética del Cine de la Escuela de Cine de Chile. Gestor Cultural. Reside en Santiago de Chile.
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