Por Ernesto González Barnert
Nada o el vacío observable del espacio, de Felipe Caro Pérez, es una obra que explora las dimensiones del tiempo, la soledad y el universo a través de una lírica íntima y meditativa. Ganador de la Primera Convocatoria “Colección de Poesía Yosuke Kuramochi”, el poemario conecta lo macro y lo micro, lo cósmico y lo cotidiano, invitando al lector a orbitar temas trascendentales con una sutileza casi en sordina. Caro establece un diálogo lúdico y experimental entre la ciencia y la poesía, donde las leyes del espacio y la atracción de los recuerdos se entrelazan. La obra destaca por su capacidad de reflejar una voz madura que, con una delicada ingravidez, invita a una lectura profunda y envolvente, en la que lo universal y lo personal se funden. Sin duda, es una joya preciosa de libro que recomiendo. Además, desde su diseño, rinde homenaje a las bellas ediciones de los hermanos Arancibia en los años 60, donde alguna vez leímos Las nostálgicas mansiones de Teófilo Cid o El árbol de la memoria de Jorge Teillier.
—Felipe, ¿cómo fueron tus primeros acercamientos a la poesía? ¿Recuerdas algún poema o autor que marcara ese inicio?
–En la media descubrí la poesía. Varios factores desencadenaron que empezara a ir a la biblioteca del liceo y leer lo que un adolescente explora. Esa etapa se mezcló con letras punk.
La Pieza Oscura de Enrique Lihn fue un libro que despertó una intriga en torno al lenguaje y las formas del mundo o, por lo menos, mi mundo.
—¿Qué papel ha jugado tu formación académica como profesor de Castellano y Comunicación en tu desarrollo como poeta? ¿Cómo conviven esas dos facetas en tu vida? ¿Has logrado equilibrar tu carrera docente con tu trabajo como poeta y editor?
–Creo que mi formación académica me dio la oportunidad de conocer gente con la que hablamos de poesía. Luego, con parte de esa gente, decidimos tomar en serio el asunto.
Ser profesor de Castellano y poeta resulta un cliché (jajaja), pero habito ambos mundos algo separados, lo que no quiere decir no conectados. La palabra es un lugar que siempre habita en la duda, y esta aparece en todos lados, sobre todo, en ls adolescentes con quienes trabajo.
—¿Cuáles son tus principales influencias literarias? ¿Qué poetas o escritores sientes que han marcado tu visión del mundo poético?
–Siempre he dicho que admiro mucho la poesía de mujeres de los 80; Rosabetty Muñoz, Verónica Zondek, Carmen Berenguer, Soledad Fariña, Elvira Hernández, entre algunas. Creo que su reflexión del lenguaje poético y la propuesta de temas han marcado el canon actual de la poesía.
—¿Hay algún libro o autor en particular al que siempre vuelvas? ¿Qué significa para ti esa relectura constante?
–No podría identificar alguna lectura en particular, pero creo que hay ciertos descubrimientos que dialogan con otras obras que han calado en uno. Este año he leído a Sharon Olds y pienso en Anne Sexton. También leí a David Nash que establece otro diálogo con esas voces y, además, me hizo pensar en la poesía de Enrique Giordano y Armando Rubio.
Creo en la literatura como un rizoma en constante comunicación.
—Temuco y La Araucanía parecen tener una presencia importante en tu obra. ¿De qué manera estos territorios influyen en tu poesía? ¿Sientes una conexión con el paisaje o el contexto cultural del sur de Chile?
–Nací, crecí y continúo viviendo aquí hasta el momento. Lo fortuito de nacer te lleva a establecer una red simbólica de elementos que configuren y den sentido a las experiencias. Ese plano es importante, porque uno ve con cierta perspectiva las cosas que suceden, pero no más que eso. No siento estar en el inventario referencial de la zona, menos de otra.
—Fuiste parte del taller de poesía dirigido por Guido Eytel. ¿Qué aprendiste de esa experiencia y cómo influyó en tu escritura?
–Guido Eytel me enseñó la generosidad en la literatura y que lo importante es escribir, reescribir y volver una vez más al texto, incluso más que publicar.
—Has sido parte de la creación de sellos editoriales independientes como Poleo Ediciones, Venérea Violenta y ahora Libros del Perro Escondido. ¿Qué te motivó a involucrarte en el mundo editorial? ¿Qué aprendizajes has obtenido de esta experiencia colectiva? ¿Qué importancia le das a la participación en proyectos editoriales independientes? ¿Qué desafíos y satisfacciones has encontrado a lo largo de esos procesos?
–Junto a Jorge Volpi formamos Poleo Ediciones sentados en una vereda pensando en la idea de publicar, así que resolvimos hacerlo nosotros mismos y alcanzó el impulso para publicar a otras voces, incluso el primer libro de poemas de Guido Eytel, Pluma y Sangre. Luego en Venérea Violenta con la ayuda de Pablo Ayenao y Claudia Jara Bruzzone se dio un espacio para publicarles junto a Ricardo Herrera. Lo que aprendí fue que la literatura es un lugar donde coexistimos personas que se apoyan en la necesidad de hacer literatura.
Las editoriales independientes siempre son necesarias. Son las que se arriesgan y pueden visibilizar nuevas voces. Su mayor desafío siempre será la distribución junto a lo económico, pero se sortea con voluntad y arrojo.
—El sur de Chile ha sido testigo de un fuerte crecimiento en el ámbito editorial independiente. ¿Cómo ves este fenómeno desde tu rol como editor y cómo crees que ha impactado la literatura regional?
–Creo siempre necesario tener un ecosistema editorial que articule lo que pasa en la literatura. Lo que sí, no hay que confundir el número del catálogo con la calidad. No hay que ver el libro si no se escucha su voz.
—¿Cómo percibes el estado actual de la poesía en La Araucanía en comparación con otras regiones de Chile?
–La literatura no se puede restringir a un territorio. Siempre encuentra las formas de desarrollarse. Hay harta gente escribiendo acá o en cualquier otro lugar. Lo importante son lugares de encuentro de las escrituras. Sería bonito más instancias de diálogos como los que ha generado la Biblioteca Comunitaria Guido Eytel en su festival de poesía (lleva dos versiones), que ha brindado a Temuco la posibilidad de despertar su ágora.
—El circuito editorial independiente en el sur tiene una fuerza particular. ¿Qué crees que lo distingue del resto del país?
–Todo intento editorial es un gran valor en sí. La persistencia de fundar editoriales no dará pie atrás, más allá de cualquier referencia geográfica.
—¿Qué lecturas recientes te han impactado y cómo han afectado tu forma de escribir?
–Todo lo que te gusta impacta. Queda sonando temas, formas, propuestas, incluso diseños. No para escribir de otra manera, si no para entablar una comunicación escritural.
Lo que he leído este año podría mencionar a Olds que me ha gustado bastante. El modo en que ocupa elementos cotidianos y resignifica desde su perspectiva. También leí Islas de Chile de David Nash. Su propuesta espacial y de tránsito dialogó directamente con mi escritura. La posibilidad de tener la obra reunida de Verónica Zondek, Libros del Cardo, ha sido un lujo. Una de las lecturas que más me llegó fue El Gran Cuaderno de Agota Kristof, con esa sintética brutalidad. Hay varios otros que se quedan.
—Tus primeros libros, Hija (2010) y Nadir (2017), revelan un interés por la intimidad y lo personal. ¿Cómo ha evolucionado tu poesía desde entonces?
–Creo que lo íntimo siempre se relaciona con el exterior macro. Hay un valor en lo íntimo como enfrentamiento a la maquinaria que el mundo propone por redes. La escritura siempre busca une reflexión sobre sí misma en la medida que los temas se relacionan y distancian de «las cosas importantes». Es en esa reflexión que he tratado de construir el tránsito de una voz.
—Tu libro Pieza País (2021) sugiere una reflexión sobre el territorio y lo colectivo. ¿Podrías contarnos más sobre los temas que abordas en esta obra?
–Este libro lo escribo en una licencia de 2 meses, por problemas de espalda, en los cuales debí pasar acostado aquel tiempo. La pieza contaba con un tragaluz de medio metro entre el cielo raso y el techo. Desde ahí empecé a reflexionar sobre los espacios políticos (identidad, cuerpo, nación, etc), el cómo encierran y limitan los significados. Luego con el tiempo fui editando. Ahora pienso que le faltó una vuelta más, pero ya está publicado y uno siempre puede continuar escribiendo.
—¿Qué es lo más gratificante de ver a un autor novel publicado bajo tu sello editorial? ¿Cómo contribuyes a formar nuevas voces poéticas en la región?
–Me gusta el diálogo que se da en la literatura con las obras. He tenido suerte y he podido trabajar con gente que también cree en la misma premisa, la edición como una conversación literaria. A quienes alguna vez ayudé con su primera publicación, ya han hecho camino y la amistad nos une.
—La pandemia cambió la forma en que muchos escritores trabajaban y publicaban. ¿Influyó de alguna manera en tu escritura o en la manera en que te relacionas con la literatura y la edición?
–No, para nada. La gracia de la palabra es que siempre se cuela por un punto ciego.
—Tu labor como docente seguramente te pone en contacto con nuevas generaciones de escritores. ¿Qué características ves en los jóvenes poetas de hoy que los diferencian de las generaciones anteriores?
–La literatura siempre será un lugar de resistencia. Por ello es atrayente para la juventud. Hay cosas que se repiten como la necesidad de decir algo que se considera con valor. No sé si hay diferencias. Cada quien ocupa el lenguaje que tiene a mano para hacer algo con lo que cree que es su voz. He visto un trabajo donde el texto pierde sentido en lo tradicional y se diversifica. Creo que esto gracias a los registros y plataformas que existen, pero es un fenómeno cíclico.
—¿Cómo ha sido tu relación con otros poetas y escritores de La Araucanía? ¿Existen redes de colaboración o diálogos que consideres importantes destacar?
–He podido habitar amistades con las cuales he transitado la literatura en sus distintas épocas. El poder generar un espacio para colaborar y dialogar en y de la literatura es fundamental. Vuelvo a valorar lo que gestiona la Biblioteca Guido Eytel en sus festivales de poesía en Temuco.
—¿Cómo surge la idea de tu más reciente poemario, Nada o el Vacío Observable del Espacio? ¿Qué te llevó a explorar la temática del espacio, el vacío y el universo? ¿Cómo influye la noción del espacio —tanto físico como emocional— en la construcción de tus poemas?
–Siempre he creído que la literatura es un tránsito. Así que me gustan los libros que proponen un proyecto. Los primeros intentos de poemas se escribieron en un minibús. Luego, con el tiempo, fue tomando forma hasta lo que es el libro. Los lugares son atravesados por tráficos en distintas dimensiones. Un lugar siempre es una referencia. Al final, nada se nos hace tan ajeno. Habitamos con lo que somos.
—El título sugiere una exploración del espacio físico, pero también metafísico. ¿Cómo logras conectar lo científico y lo poético en tu escritura? ¿Qué lugar ocupa la ciencia en tu poesía?
–El lenguaje es un campo muy extenso de posibilidades y también de limitaciones. Hay palabras que logran ampliar los significados. La ciencia es un campo de significados que se relaciona con todo lo cotidiano de nuestra vida. Se tensionan ambos lenguajes en tratar de buscar alguna verdad.
—¿Podrías compartir un poco sobre el proceso de escritura de este poemario? ¿Cuánto tiempo te tomó y qué retos encontraste en el camino?
–Las primeras propuestas de textos fueron escritos en el verano 2020. Recién el 2022 empecé a reescribir y tratar de armar más que un conjunto de poemas. Desee que se relacionaran los textos. Creo en el diálogo dentro de la escritura. Esa preocupación intenté plasmar.
—En Nada o el Vacío Observable del Espacio trabajas con conceptos amplios como el tiempo, la soledad, el amor, el viaje, la muerte y el universo. ¿Cómo logras darles una forma íntima y cercana al lector, inmersa en un correlato espacial? ¿Crees que este libro marca un antes y un después en tu obra poética?
–Creo que es un libro que viene a responder a una escritura que he ido planteando y explorando. He recibido buenos comentarios, pero creo que hay otros libros que me interesan escribir ahora, los desconozco, pero siento la necesidad de ir a ellos.
—¿Cuál es tu mayor miedo como poeta?
–Siempre me ha costado habitar la figura de poeta, pero en lo personal, siento que me sostiene la literatura. Perder la literatura es un miedo terrible.
—¿Qué olor detestas?
–A descomposición.
—¿Hay algún poemario que te hubiese encantado escribir?
–Muchos, pero creo que es mejor dialogar con ellos. Lo he intentado y quiero creer que se habita un lenguaje común confeccionado desde cada nueva palabra sin la necesidad de un punto final.
—¿Nos podrías dar una lista de diez libros de poesía que recomiendas leer?
–Más que en libros, pienso en autoras/es como Sexton, Rosabetty Muñoz, Elvira Hernández, Verónica Zondek, Lihn, Millán, Lienlaf, Damsi Figueroa, Patricio Alvarado, Pablo Ayenao, Claudia Jara Bruzzone, Lorca, William Carlos William, Kavafis, Armando Rubio, Roxana Miranda, Malú Urriola, Diego Maqueira, Vallejo, Alexis Figueroa, Soledad Fariña, Olds, Carson, Szymborska, entre tantas voces. Es difícil parar de dar nombres.
—Para finalizar, ¿podrías hacer una selección antológica de tus poemas favoritos de cada libro que has escrito?
–Uy, eso me cuesta. No creo que deba ser yo quien decida eso. Además, me resulta complicado releer lo publicado. Cuando lo hago el enfoque es crítico, pensando en una edición mejor de cada texto.
Felipe Caro Pérez (Temuco, 1985) es profesor de Castellano y Comunicación de la Universidad de La Frontera. Ha sido integrante del taller de poesía dirigido por el escritor Guido Eytel y patrocinado por la Fundación Pablo Neruda. Desde 2010, participa en proyectos editoriales independientes en Temuco como Poleo Ediciones (Pluma y Sangre de Guido Eytel), Venérea Violenta (Poemas de Anticipo de Ricardo Herrera, Fluor de Pablo Ayenao y Cartografía de la Ausencia de Claudia Jara Bruzzone) y Libros del Perro Escondido, este último junto al diseñador Javier Neira. Ha publicado los libros Hija (Poleo Ediciones, 2010), un libro doble junto al poeta y artista Jorge Volpi; Nadir (Bogavantes, 2018), Pieza País (Libros del Perro Escondido, 2021), y Nada o el Vacío Observable del Espacio (Ediciones UCT, 2023).