Jueves, Marzo 20, 2025
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Entrevista a María Elena Santolaya, autora de «El hombre flaco canoso y la mujer de las cejas pintadas»

 

—María Elena en uno de los cuentos de El hombre flaco canoso… hay una escena muy bonita de una mariposa atrapada entre una reja y un vidrio. ¿Sientes que los personajes que construiste para este libro se encuentran de algún modo atrapados en situaciones de las que necesitan salir para verse transformados?

—La escena de la mariposa atrapada frente a los ojos de una escolar que se distrae mirando por la ventana en una sala de clases es muy simbólica, refleja como esa niña está atrapada entre las enseñanzas del profesor de biología y las de la monja, lo que a su vez refleja como las personas de todas las edades nos sentimos a veces atrapadas entre ideas contrarias, dudas, adoctrinamientos de varios tipos. El lector querrá que la mariposa vuele, así como también querrá liberarse él o ella de cosas materiales o espirituales que lo agobian.

—Hay temáticas como el abandono  que se cruzan entre los relatos, por ejemplo la mujer que espera que el marido regrese a buscarla después de desaparecer con su velero, o una chica que se encuentra en un internado, o una reclusa a la que nadie va a visitar durante su condena —curiosamente son todos personajes femeninos—, ¿Es ese abandono una forma de constatar la desventaja social en que muchas veces se encuentra la mujer?

—Es interesante el tema del abandono, puede ser un concepto concreto o sutil, evidente o disfrazado. Me preocupa el abandono emocional al que hoy en día están expuestos los niños y los ancianos, eso es un tema de reflexión muy profundo de la sociedad actual. Lo veo como un tema más global y no particularmente ligado a la mujer

—Otro tema recurrente es la relación familiar, donde resalta figura de la hermana mayor, que a veces puede ser una amiga, una compañera  de colegio o una consejera, ¿qué significado guarda para ti ese vínculo afectivo y cómo lo relacionas con la sororidad femenina?

—Aquí sí el tema de la mujer cobra mucho sentido para mí, siento que en las historias cotidianas de la gente hay figuras femeninas recurrentes que cumplen el indispensable rol de cuidadoras y compañeras. Hay madres, abuelas, hermanas, amigas, comadres, vecinas y hasta desconocidas que desde lo más atávico cuidan a las demás mujeres.

—En varios de tus cuentos los personajes se encuentran navegando sobre aguas, como una metáfora de la inestabilidad permanente de la vida, ¿qué buscas reflexionar cuando colocas a tus personajes en esos escenarios?

—Me interesa mucho la fragilidad de la vida y de los planes humanos. En esencia, a veces las cosas no son lo que parecen y la vida suele dar giros inesperados que descolocan los planes humanos. Eso le pasa a varios de mis personajes, a la hija que visita a su padre en el cementerio, a Tencha y Peyuco que finalmente logran ser padres, a Pedro que mira desconcertado a su madre porque ella no lo reconoce, a Claudia que no sabe como interpretar una cicatriz en el cuerpo de Camilo. Invito a los lectores a acompañar a los personajes en sus incertidumbres, a sorprenderse, a molestarse o emocionarse con esos giros de timón.

—La pareja también es un gran tema dentro del libro, en algunos pasajes las muestras como un ideal y un todo indivisible y en otros, como una sociedad de dos individuos en permanente tensión, ¿cuál crees que es el valor de la búsqueda de ese ideal?

—Muestro las parejas como una expresión más de los afectos en el tiempo que nos toca vivir. Las hay entrañables, las hay insufribles. No identifico un solo ideal de pareja, solo voy relatando tipos de relación que harán que algún lector o lectora se sienta identificado, le resuene la profundidad del cariño o se reconozca en el hastío, en la incomprensión, en el hallazgo de un hecho que desarma las certezas  a las que se había aferrado. El amor profundo requiere roturas, o al menos algún dolor, para querer al otro desde la indispensable condición humana de la imperfección.

—Tus personajes en general están llenos de inseguridades, reflexionan mucho sobre las decisiones que deben tomar y generalmente tus relatos no proponen salidas concretas sino más bien un paso que el lector debe completar ¿cómo crees que tus lectores toman ese reto?

—Mis personajes tienen tantas inseguridades como tienen las personas frente a decisiones importantes. Me gusta mostrar esa inseguridad, los cuestionamientos, el ir y venir, los derroteros de la mente, que habitualmente no van en línea recta. El género literario cuento es fascinante en ese sentido, porque el lector necesita un buen primer párrafo para sentirse cautivado, después es necesario desarrollar un conflicto y me parece clave llevar de la mano al lector dentro del cuento, para que se involucre con los personajes, los quiera, los defienda, los deteste, tome partido por unos o por otros. Creo que los lectores se sienten de alguna manera protagonistas de las historias y eso es una experiencia de imaginación y de interpretación activa que es muy bien recibida por los lectores, que viven el relato desde su propia experiencia.

—La memoria es otro gran tema en los cuentos de El hombre flaco canoso… en algunos casos es la memoria individual que se pierde como una forma de enfrentar la brutalidad con que la vida arremete y así continuar adelante de la mejor forma posible con la existencia, ¿cuál es tu reflexión acerca de la memoria en estos cuentos?

—Tengo un gran respeto por el concepto de la memoria. ¿Qué es una persona sin memoria? La pierdes y pierdes el amor. Creo que en la memoria está la esencia del ser humano; eso desde lo individual. Desde lo colectivo también es un tema trascendente. ¿Qué es un pueblo sin memoria? ¿Cómo se construye el presente y el futuro sin saber de donde se viene?

— La figura de los padres, en general, son objeto de admiración en tus cuentos, pero hay uno en particular donde la protagonista debe reconocer que en realidad nunca terminamos por conocerlos completamente ¿crees que eso también responde a una cierta orfandad social y la decepción que vivimos en estos tiempos?

—Me parece que los hijos tenemos una imagen estática de los padres, un hombre y una mujer que admiras, si tuviste la suerte de que te protegieran cuando eras un niño. Lo hermoso de crecer es enfrentarse con las distintas versiones dinámicas de tus padres, seres falibles que cuando aprendes a conocer, en sus fortalezas y debilidades, quieres aún más, porque si lo piensas, tener una imagen de padre o de madre perfectos es agotador, inalcanzable y tedioso.

— En tus cuentos, dejas entrever muy sutilmente tu profesión de médico pediatra, ¿cómo se da ese paso entre la medicina y la literatura?¿cómo se nutre tu escritura de esa reflexión permanente de tu trabajo sobre el valor de  la vida?

—La pediatría y yo somos indisolubles. Es un oficio que nos enfrenta profundamente a la infancia, que es una etapa vulnerable, cambiante y fascinante, en que les seres humano transitan desde su vida intrauterina a la adultez, adoleciendo de ese periodo lleno de incertidumbres que según los casos, va más menos de los 13 a los 18.

En la pediatría tienes el privilegio de ser testigo de una de las formas más puras de amor, que es el que sienten los padres por los hijos y también tienes la desgracia de convivir con el abandono de tantos niños. No puedo dejar de lado tanta experiencia en mi relación con los niños a la hora de narrar.

—La infancia se retrata en tus cuentos como un período lleno de temores e inquietudes, tus personajes son niñas que en algún punto se sienten indefensas ante  los acontecimientos, lo mismo sucede con algunos personajes femeninos adultos que parecieran estar volviendo siempre a mirar hacia esa infancia traumática, ¿qué buscas retratar a través de esta permanente fragilidad?

—La infancia es un período hermoso, lleno de luz y de juegos, como también es un periodo de sombras oscuras, de miedo a lo desconocido. Los adultos, hombres y mujeres, llevamos dentro al niño que fuimos, al niño feliz y al niño herido. Cuando escribo sobre eso, sé que muchos lectores se sentirán interpretados, volverán a vivir los cariños de sus abuelas, el ambiente cálido del abrazo de sus madres, el aroma de las comidas de la infancia, como también reconocerán algunos de esos temores, de esos ruidos o sombras que aparecieron en sus sueños alguna vez

—Algo que caracteriza tus cuentos es que con muy pocos recursos logras construir atmósferas que enriquecen mucho tus narraciones, una prosa sencilla que contrasta con la profundidad de las reflexiones que presentas, ¿qué es lo que más te costó realizar durante el proceso creativo de este libro?

—Más que contarte qué fue lo que más me costó en el proceso creativo de este libro, me gustaría reflexionar sobre el énfasis que pongo en darle vida a mis personajes. Sitúo mis relatos en un lugar que los lectores reconozcan, donde se sientan cómodos, y desde ahí, desde ese ambiente, le doy a los personajes una vida, un carácter, un lenguaje que llegue al lector. Me gusta buscar la nota y el tono necesarios para entregarles emoción a los personajes y a sus entornos, de manera de trasmitir ese sentimiento al lector.

—Por último, en uno de tus cuentos una mujer toma la decisión de abandonar un tratamiento y vivir la vida en forma intensa, ¿cómo enfrentas esa decisión desde tu punto de vista como médico y cómo la construyes como autora?

—Hay una mirada muy contemporánea en ese relato. ¿Sigo con una siguiente quimioterapia? ¿Tomo la decisión informada de parar? En esa historia pongo un tema trascendente, sobre el fin de la vida, con una mirada generosa, sin juicios valóricos, dejando que mi personaje tome sus decisiones, casi como si tuviera vida propia. ¿Es mi personaje? ¿Tiene que hacer lo que yo le diga? Carmen es la que está enfrentada a un dilema ético y ella toma sus propias decisiones.

Iván Martínez Berríos
Iván Martínez Berríos
Periodista, Licenciado en Comunicación Social y en Cine Documental. Editor en Plazadeletras, Lector.cl y Trazas Negras.
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