Siete niños deciden ocultar la muerte de su madre para evitar ir a un orfanato. No quieren sufrir los rigores de un sitio frío y hostil, para ello, optan por enterrar el cadáver en el jardín de la casa, haciéndose parte de un secreto que les cambiará sus vidas para siempre.
El tiempo pasa, las penas se apaciguan y se intenta construir una nueva vida. Cuando lo cotidiano está volviendo a tomar forma, aparece Charlie, el supuesto padre de esta siete criaturas. Pese a los miedos y desconfianzas habituales, logra ganarse el cariño de cada uno de los niños.
La novela se quiebra (su indomable punto de inflexión) cuando Charlie presenta su verdadera cara y todo entra en una espiral de angustia y violencia que pareciera no tener fin. Resultando la salvación una tortura que envolviéndose en diversos giros narrativos, siempre logra sorprendernos.
La casa de nuestra madre de Julian Gloag tiene su mayor fuerza en el miedo que logra traspasarnos. Desde su golpeador comienzo («Madre murió a las cinco cincuenta y ocho»), nos sumergimos en una montaña rusa de sentimientos que siempre están penetrados por la oscuridad. Todos los giros que la novela presenta son aterradores, sin espacio para la esperanza ni el humor, acá está la ferocidad de un texto que perturba nuestra lectura desde sus distintos lugares de enunciación.
La novela de Gloag resulta interesante y necesaria, porque al igual que las grandes películas de terror, logra traspasar la arquitectura mediante la cual se representa. Es complejo que una narración construya y proyecte imágenes que logren golpearnos como si estuviésemos frente a un rodaje, por lo mismo, la técnica escritural con la que se expone cada tema es apabullante.
A su vez, y sin que el libro lo mencione explícitamente, tenemos una novela política en la que se cuestiona la función de las instituciones estatales. Los niños, después de la muerte de su madre, no quieren ir a un orfanato, se niegan a quedar en las manos del estado, tienen pavor y prefieren ocultar un cadáver (con la implicancia que ello significa), es decir, harán todo lo posible para no quedar en la desprotección más triste, irremediable y absoluta.