Pasó un tiempo y el escritor Martín Sepúlveda lanzó su segundo libro de la mano de Santiago-Ander, trabajo que contiene nueve cuentos muy particulares que dejan enganchados a cualquiera. Te dejamos invitados para leer esta entrevista realizada a Martín sobre su último libro Los perros perdidos.
—Cuéntanos sobre tu segundo libro de cuentos.
—Los perros perdidos es un libro que, sin abandonar mi gusto por la violencia y lo sangriento, trata del dolor y la pérdida. Son nueve cuentos donde pude explorar la tragedia y la tristeza de un grupo de personajes que han sufrido de forma tan enorme, que no tienen vuelta atrás.
—¿En qué te inspiras a la hora de escribir estos cuentos?
—Durante harto rato he pensado que el dolor de la pérdida, el poder sentir profundamente, es algo que entre el estallido y la pandemia quedó relegado a números y noticias de último momento. Mucho comentario a la rápida en la onda de «¿cachaste que se murió esta persona?» y poca reacción real. Para estos cuentos me inspiré en las personas que viven con el dolor y el vacío de la pérdida, tratando de volver a validar esas emociones y devolverles el espacio que merecen.
—¿Cuál fue el cuento que te gustó más escribir? Y ¿cuál fue el qué te costó más?
—El que más me gustó fue «Los perros perdidos», porque los que hayan leído con atención mi libro anterior, van a poder ver que hay una conexión con uno de esos cuentos, y unir los dos libros en torno a esta leyenda que cree del camino de los perros perdidos es algo que quería hacer hace tiempo.
El que más me costó fue «Salgamos a bailar», porque estaba tratando de escribir sobre mi propio miedo a la pérdida. Tratar de imaginar lo que yo sentiría si pasara día a día esperando a que mi esposa abra la puerta, sabiendo que no va a pasar, fue terrible. Cuando terminé la escena del baile (que fue muy difícil de escribir), la fui a buscar y la abracé mucho rato.
—¿Por qué hablas sobre la muerte?
—Más que hablar sobre la muerte, lo que me interesa es escribir sobre cuáles son las posibilidades de la vida, después de ser marcado por una muerte. No creo en el cielo ni el infierno, pero sí creo que lo más cercano al purgatorio debe ser intentar seguir viendo pasar los días cuando ya perdiste lo que más querías. Los destinos trágicos de mis personajes están más ligados a un sentido de liberación de ese peso que a otra cosa.
—Este libro, ¿busca respuestas?
—Muchas. Creo que todos estos personajes pasan por un momento en el que se dicen «¿y ahora cómo sigo?», y cada uno busca responder eso a su propia manera. Cómo vivir sin la persona que te hace querer existir, cómo ayudar a un hermano que nunca más va a poder ser feliz, cómo seguir siendo parte de una comunidad consumida por el miedo y el horror. Son cosas que pasan a diario, y en este libro trato de ofrecer respuestas, aunque no sean las más optimistas.
—¿Por qué la naturaleza juega un rol importante?
—Porque creo que la apatía hacia la pérdida y el dolor es algo muy de la ciudad. La velocidad de todo, la opacidad, la normalización de la violencia, son elementos que obligan a enterrar el sentimiento. Y si bien me gusta escribir sobre la ciudad, porque es lo que más conozco, creo que hay un rango de emociones y de miedos que solo se pueden encontrar en lo rural y en la naturaleza más pura. La sensación de ser acarreado por una marea que no te suelta o de estar en un bosque rodeado de criaturas que no están ahí para razonar, es algo que entre micros y edificios no se puede vivir de la misma manera.
—¿Cuáles son las características principales en tus cuentos?
—Hace poco un periodista me dijo que lo que más le gusta de mi escritura, es que no contextualizo casi nada las historias y que todo lo importante está en la emoción de cada personaje y hacia dónde lleva eso, sin nombrar lugares, años, eventos, etc. Me pareció en ese momento que él había dado con una clave que yo intuía pero de la que no estaba tan seguro.
La otra gran característica, y esta sí son totalmente pensadas, es que cada cuento está hecho para poder ser visto como un cortometraje. Tienen su música, sus colores, sus ángulos y en mi propia cabeza, hasta al casting elegido. Es una escritura profundamente audiovisual.
—Cuéntanos sobre la lista de Spotify, ¿cuál es la importancia?
—Mis dos libros tienen su propia lista, y son importantes especialmente para el proceso de escritura. Esas son las canciones con las que escribí cada cuento, no son listas de música ad hoc para leerlos, son realmente el ritmo y el tono con el que cada uno fue concebido. Me interesa que la gente pueda escucharlas para que puedan entrar en el tono con el que yo escribí, pero también encuentro que está muy bien que lo lean de una manera totalmente distinta, ahí yo no tengo voz ni voto.
—¿Cuál o cuáles escritores te llaman la atención o te inspiran?
—Houellebecq, Nothomb y Dick son mis eternos favoritos, que han sido una inspiración desde el primer día que empecé a escribir. Últimamente, igual que la mitad del planeta, Mariana Enríquez se ha convertido en una pequeña obsesión. Y a nivel nacional, lo que más me está llamando la atención se encuentra en cómo se está escribiendo y grabando cine. Los León y Cociña, Niles Atallah, Francisca Alegría o Christopher Murray, creo que están llevando a la pantalla una manera de contar historias que apela mucho más a lo que yo busco en la escritura.
—¿Dónde podemos comprar el libro?
—En este momento se encuentra en Qué Leo Forestal, Qué Leo Tobalaba, Qué Leo 40, Librería del GAM y en la web de Santiago-Ander.