por Sofía Miranda (editora, correctora de estilo y traductora).
Un movimiento de ciudad por la noche
Los ojos se mueven en círculos,
creen estar atrapados,
es el intento de seguir mirando.
Hay un objetivo:
un clavo que triza la muralla logra desintegrar el punto
(el punto no es su fin),
la palabra aún no busca la muerte,
da aviso como el quejido negro del caucho en las esquinas.
Una canción en formato CD,
un auto que escapa,
un disparo,
una cara que hace años no ves,
y la pieza de cuando tenías cinco años.
Los ojos dejan de moverse,
se aburren,
entran los rayos como mercurio,
sales a fumar y la noche parece siempre la misma:
ellos durmiendo,
ellos acurrucados en jaurías para sobrevivir,
ellos sin ejercer la palabra exilio,
no así nosotros.
Se supone que no sería así,
la historia que nos contaron de niños
tenía un final diferente:
hay quienes van a regalar sopas y unas cuantas orejas,
pero la ciudad no cambia solo por arrojarle un poco de luz.