Se podría decir que Charlotte Perkins es una pionera en la literatura feminista. Hoy la editorial Viuda Negra presenta el libro emblema de la escritora, El papel tapiz amarillo, traducido por Francisco Schilling y siendo el ilustrador de la obra Valentino Campos. Este libro muestra la experiencia del encierro, el machismo, en una época que eso era común, pero Perkins rompe con ese estereotipo a la hora de escribir el libro.
—Cuéntenos por qué quisieron traducir este cuento de Charlotte Perkins
—En principio, estábamos al tanto de la importancia que tenía Charlotte Perkins para la narrativa feminista y para el género del terror. Eso era para nosotres razón suficiente para querer traducir alguna de sus obras. Pero cuando leímos El papel tapiz amarillo nos dimos cuenta de que Perkins no solo era una genia de la narración, sino que también abordaba, con una potencia y una habilidad inéditas, la experiencia de la locura, el encierro, el machismo y la escritura como forma de resistencia, era sumamente potente. Todo esto no hizo decantarnos por esta obra en particular. Por supuesto, Charlotte Perkins tiene otros relatos que también nos gustaría traducir, pero, por lo pronto, El papel tapiz amarillo constituye la primera piedra de una colección de traducciones de autoras pioneras del género.
—¿Quién fue Charlotte Perkins?
—Charlotte Perkins fue una intelectual estadounidense y una defensora de los derechos civiles de las mujeres. A temprana edad, se casó con el artista Charles Stetson y, tras el nacimiento de su hija Katharine, cayó en una depresión posparto, por lo que fue sometida a un tratamiento que la llevó a mostrar tendencias suicidas y un profundo colapso emocional. A pesar del escándalo social que significaba para la época, Charlotte decidió separarse de Stetson y, tras un intenso romance con una mujer, se casó con su primo George Gilman en 1900. Años después se le diagnosticó un grave cáncer de mama y Charlotte, fiel defensora de la eutanasia se suicidó mediante una sobredosis de cloroformo en Pasadena. Durante su vida fue editora y autora de una veintena de libros.
—¿Cómo describirían a los personajes principales?
—La historia tiene dos protagonistas: la narradora (que no tiene nombre, pero que bien podría entenderse como una alter ego de Perkins) y su marido (John). La narradora es una mujer que escribe y que está pasando por una crisis nerviosa. John, que es médico, decide llevarla a una casona antigua para aplicar una terapia del reposo, esto es, la encierra y le impide trabajar como método de curación.
En este estado de cosas, la narradora se presenta como una mujer que, si bien agradece los cuidados de su marido, se cuestiona en todo momento no solo la efectividad de la terapia, sino la relación de sumisión que tiene con John. Este último abriga todas las características del machismo de la época: se siente con la potestad para restringir e invisibilizar a la narradora apelando a su autoridad como médico, descree y minimiza las necesidades y la autodeterminación de la protagonista, la trata de «tontita», la hace sentir insegura de lo que piensa y siente, entiende que lo mejor que ella puede hacer es volver a sus labores de ama de casa, vale decir, volver a hacerse cargo del rol histórico impuesto a las mujeres por las culturas patriarcales. En fin, John es algo así como un estandarte del machismo más patente y clásico.
La narradora, por su parte, se plantea como una fuerza de resistencia frente a las políticas de John. En términos concretos, busca transgredir estos parámetros a partir de formas de arrojo y valentía, de desobediencia y resistencia, y, de esta manera, se constituye como un personaje que simboliza una lucha feminista en tiempos donde era sumamente complejo, por no decir imposible, ejecutarla.
Si se toma en cuenta esta tensión entre la protagonista y John, es posible ver que la relación entre ambos no es solo entre marido-médico y esposa-paciente —que ya es suficiente para llevar a cualquiera a la locura—, sino que es también la relación entre normalización y locura, entre una cultura construida sobre pilares patriarcales y las luchas de liberación feministas, en fin, es, hasta cierto punto, una relación que pone en tensión las prácticas fascistas del poder psiquiátrico y la transgresión y resistencia que manifiesta la escritura literaria.
— Cuéntanos sobre la ilustración de la portada y cuál es el rol que tiene en el relato
—La ilustración de portada tiene como objetivo presentar el leitmotiv del libro, desde el cual se articulan el resto de las ilustraciones.
— La depresión, como enfermedad clave, es muy mencionada en el cuento, ¿por qué?
—Esto no tiene una respuesta. Quiero decir, forma parte de la interpretación de cada lector o lectora. En efecto, la depresión está mencionada hartas veces en el relato, pero, en mi opinión, su función no apunta a un estado patológico, sino que, antes bien, demarca las consecuencias del bloqueo y de las formas de prisión que se le imponen a la protagonista, y que no guardan necesariamente relación con el diagnóstico de una depresión común. En otras palabras, es difícil estar alegre si se bloquean las potencias que nos constituyen como personas.
—¿Qué significa la obsesión del papel tapiz amarillo? ¿Qué simboliza?
—Nuevamente, se trata de un significado de libre interpretación. El color amarrillo tiene una función narrativa, los patrones del dibujo también, pero las relaciones en búsqueda de un posible sentido pertenecen a cada persona que aborda su lectura. De manera más concreta, se trata de una obsesión que no simboliza nada; es completamente textual, no hay nada oculto en ello. Pero, por supuesto, la cantidad de interpretaciones posibles de ese hecho concreto y literal puede ser, sino infinita, al menos innumerable.
—¿Qué enseñanza deja este relato?
—Ninguna. Un relato nunca deja una enseñanza, sino que las personas aprenden lo que quieren o necesitan aprender. De manera más precisa, cuando uno lee termina leyéndose a uno mismo, y, debido a esto, suele ver lo que quiere ver. Eso por eso por lo que la relectura de un texto arroja tantos elementos nuevos, pues con el tiempo cambiamos y también cambia lo que llama nuestra atención. Hay mucho que hablar sobre cuál es la función de un libro, cual es su utilidad y cuál es su rol dentro de la sociedad, pero por ahora basta con parafrasear un poco a Deleuze: no hay nada que entender en un libro.
—¿De qué se trata «la debilidad nerviosa»?
—En el texto no se dice explícitamente, pero se asume que es una dificultad ligada al campo emocional y psíquico de la protagonista. En algún momento se dice que en algún lugar está su hijo, que parece ser un recién nacido, y desde ahí se puede vincular con una dificultad posparto. De todas formas, desde un punto de vista más general, se trata de una crisis colectiva de mujeres, y que dicha crisis no tiene tanto que ver con desequilibrios químicos meramente biológicos, sino con condiciones históricas que generan un estado crítico generalizado en las mujeres. De manera todavía más precisa, el término «debilidad» está impuesto desde la terminología de John, lo cual esgrime todavía con más claridad la condición machista de la patologización de una condición habitual y acaso inevitable.
—Nos puedes contar sobre las ilustraciones y lo que significan.
—Las ilustraciones se centran en representar la relación entre la protagonista y el papel tapiz, proponiendo una aproximación visual a las alucinaciones y al terror que se desarrolla en el relato.
—¿Dónde encontramos este libro?
Quienes tengan interés pueden encontrar este libro en www.viudanegraediciones.com y en las principales ferias del libro del país.
Contestaron la entrevista: Valentino Campos (ilustrador) y Francisco Schilling (traductor)