Andrea Calvo es especialmente minuciosa al escribir. Tráeme la noche nació en un taller de narrativa negra, cuando su profesora le comentó que lo que había escrito no era un cuento sino una novela. ¡Y qué novela! Editado bajo el sello de Los Perros Románticos, la escritora nos muesra un mundo drag que se inspira en el documental Paris is burning. Te invitamos a leer la entrevista a Andrea Calvo.
—¿Cómo fue el proceso creativo del libro Tráeme la noche?, ¿cómo nace?
—El primer capítulo se gesta en la primera clase de taller de narrativa negra con Gabriela Aguilera, en los Talleres de ERGO Sum que dirige Pía Barros. Recuerdo que nos dio una tarea y ya tenía cierto pulso respecto a la historia; la trabajé en clase y cuando tocó mi turno de leer, ella me dice «esto no es un cuento, es una novela». Quedé plop. Era mi primera clase después de años sin tomar el lápiz y creo que me encogí un par de centímetros cuando escuché tamaña frase.
El proceso creativo se cocinó a fuego lento. Me considero una obsesionada de ciertos temas y cuando ese pulso me «posee», reconozco que me vuelvo una estudiosa de hasta el más mínimo detalle. Además, tengo una fascinación con el mundo drag desde hace muchos años (los shows del Timoteo, las competencias en la Fausto, por nombrar algunas) y cuando por primera vez vi el documental Paris is burning me dije «ya, aquí es».
Creo que otro acelerante que contribuyó fue la indignación supina que me produce cualquier situación de discriminación: desde el comentario ignorante o la burla solapada, hasta los discursos, acciones y derechamente los crímenes de odio hacia las diversidades. Hay gente ignorante, hay odiosos y por último, las lacras que se creen con el derecho de imponer sus celos, neurosis, moralinas, delirios mesiánicos y anda a saber tú qué otra cosa más en el afán de torcer el mundo a «su manera».
—¿Cómo fue tomando forma el libro?
—En forma accidentada. No por falta de ganas, sino de tiempo. Recién me estaba metiendo al ruedo con el taller en ese mes de marzo del 2018. En mayo, me ofrecen publicar mi primer libro ([Medular], de microficción, con Ediciones Sherezade). Estaba escribiendo cuentos y microficción a todo lo que daba y en las primeras hojas del cuaderno, ese primer capítulo terminado me penaba. Imagínate ¡si tenía hasta el título!
El 2019 la retomé. Tiré líneas y me puse a la tarea. Avancé todo lo que pude hasta que llegó el Estallido y con ello, la Beca de Creación del que sería mi segundo libro, Larvados (cuentos, Ed. Asterión). Tuve la pandemia para cumplir con la Beca y si hay algo que agradezco del encierro, fue sincerarme y darme cuenta de que estaba cagada de miedo. Una novela. ¿Iba a ser capaz de escribir una NOVELA? Me pillé evitándola; procrastinando por miedo a que fuera mala o no me la pudiera y en eso, debo agradecer a mis compas de taller, a mi mamá (gran lectora y editora), a Lorena Díaz Meza y a Pía Barros, que me alentaron a no decaer.
Resumiendo —porque para el psicoanálisis está el diván—, escribí la mitad y la postulé a la Beca. Adjudicada había un deadline y recursos para dedicarle más tiempo: cero excusas y la bolita corriendo.
La escribí a pulso, sin saber cómo escribir novela propiamente tal; sólo con las ganas de crear algo que a mí me trajera una total satisfacción.
—¿Cuál según tu es lo más intrigante de la novela?, ¿cuál fue el motivo de crear la historia?
—Tal como te comenté antes, el motivo siempre es fruto de una pulsión que nace desde lo político. Para darle flujo la racionalizo, ordeno, estudio, me documento y es interesante ver cómo va engrosándose y tomando forma.
Cuando me entrevistaste por Larvados, recuerdo que hablé de la publicación como el final de un trabajo de parto y en este caso es lo mismo: gestar, cuidar y nutrir a la obra desde todo ángulo resulta imprescindible para un buen resultado.
Si hablamos de intriga, creo que esa pregunta debe responderla quien lee. La novela se articula desde aristas que revelan la magnitud de hechos y redes que existen detrás de un hito en específico y seguir ese hilo para tejer la historia fue meterme hasta el cuello en la sentina en la que muchos habitan y se regocijan al momento de ejercer «poder». Digo «poder» entre comillas, porque quienes lo detentan desde la violencia no son poderosos, sino un puñado de cobardes.
—Al crear a los personajes, ¿en qué te fijaste?
—En todo (río con ganas). Tomé referentes y me imaginé que nos bebíamos un café o un trago en su cotidiano; me invitaron a ser parte de su día a día, de forma natural adquirieron su personalidad, aspecto, muletillas y los escuché. Yo propuse y ellos dispusieron cómo llevar a cabo dicha invitación. Suena delirante —lo es y me encanta—, en el proceso padecí con ellos y hubo veces —no pocas— en que se mandaron solos y me pareció fantástico.
—¿Siempre te ha gustado escribir novela negra?
—Esta es la primera y lo disfruté mucho, pero mi escritura no se limita al negro. Me gusta experimentar con distintos géneros y estéticas, siempre y cuando me haga sentido respecto a lo que quiero narrar.
—¿Cuál fue tu fuente de inspiración?
—De forma primal, tal como versa en la dedicatoria: el amor que se tienen mi querido amigo Miguel con mi hijo, León. Miguel lo ha criado y ha sido tan padre o madre como nosotros y León lo siente de igual manera.
—¿Cómo fue editar bajo la editorial Perros Románticos?
—Un placer. El trabajo que realiza la editorial de Los Perros Románticos es valiente y de una calidad superlativa.
Una vez que terminé la primera escritura, trabajé con Tilo Nurmi —mi editor y un ser extraordinario en su oficio y como persona—. Cuando se la entregué a Cristina Torres —Editora de Los Perros— quedó fascinada y respetaron a rajatabla mi voz autoral, lo mismo con la estética de la portada —gracias, Celia, por favor concedido—.
—¿Dónde encontramos tu libro?
—En librerías y por la página de la editorial. Recomiendo visitar las redes de Los Perros Románticos para el detalle.
—Ahora, (por el título) ¿The Police o Gustavo Cerati?
Esa la responde Estrada. La tiene clarísima.