Por Tomás Díaz
Las calles aún iguales, sordas; las puertas de grandes escombros abiertas por su ruin y los puentes, si aún quedan, cruzan polvo, piedras y sus propios restos y este cielo nocturno, pudiendo resplandecer de mil maneras, escogió ahora errar: fuego y sangre. Los argumentos no alcanzan pensé aturdido, nada está justificado y cometes graves errores de coherencia le dije alzándome hacía lo alto, aún más aturdido y en el suelo. Me levanté y rompí sus papeles, sus pretextos, creencias y tradiciones. No pude. Me conformo así, con que este grito anónimo, agonice hasta ser escuchado. Las calles sordas aún.