Martes, Diciembre 10, 2024
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Entrevista a Patricio Alvarado Barría: «Antes de publicar hay que escribir, corregir y leer mucho. Y hay que ser paciente»

 

Por Ernesto González Barnert

 

El escritor, académico y ensayista Patricio Alvarado [Temuco, 1988], se destaca como una de las voces más notables, activas y generosas en la construcción de un “territorio” desde la Región de la Araucanía. Con una visión que desafía el centralismo de Santiago y propone una reflexión situada, tanto personal como colectiva, Alvarado aboga por una lectura poética y conceptual que resuena en la Frontera y el Sur, enriqueciendo la poesía chilena y castellana.

Su enfoque va más allá de los tics académicos tradicionales —sea el provincianismo, lo mapuche, lo decolonial o lo experimental— para adentrarse en una observación profunda que cuestiona la constitución simbólica y conceptual del champurria Temuco y del Wallmapu. Esto se refleja especialmente en su libro “Edad de la ira”, una obra poética que se erige como un hachazo demoledor al “fuerte” político y social de la perla del Cautín, y que ha motivado esta entrevista.

Alvarado es, sin duda, una voz sabia y central a la hora de leer y entender nuestra tierra natal. Sin embargo, su obra no se limita a este contexto; su movilidad, sagacidad intelectual y mirada global le permiten mantener una perspectiva amplia sobre las letras, la crisis de los géneros y la búsqueda incesante de un modo de decir crítico al statu quo y al mercado del arte, a las patrias y límites que nos conforman y deforman, al poder que amilana y golpea.

 

–Orígenes Literarios: ¿Cuáles fueron tus primeras influencias literarias y cómo estas han marcado tu trayectoria como poeta?

—Escribo desde que tengo memoria, entonces no recuerdo influencias específicas. Hace unos días encontré mi carnet de la biblioteca pública Galo Sepúlveda de Temuco, cuando estaba en el liceo, y, si bien hay una diversidad de nombres, la mayoría consistía en libros de poesía, tanto del sur como traducciones. En cuanto a narraciones, quizás un punto de inflexión fueron Rulfo y los existencialistas, de aquí y de allá.

–¿De qué manera tus estudios en literatura española e hispanoamericana han influido en tu escritura poética?

—Al salir del liceo, estudié castellano en la Ufro, porque era lo más cercano a estudiar literatura en Temuco. Pero abandoné pronto, al comprobar que la literatura no le importaba a casi nadie allí, a pesar de que poetas importantes han salido de esa carrera, como Dafne Meezs o Felipe Caro. Como escritor me interesaba situar la escritura desde una perspectiva artística, y me licencié de la escuela de artes. Más tarde, estudié literatura en el postgrado como una opción laboral para poder investigar siendo parte del programa de Anid, y pude hacer coincidir mis intereses literarios con mi trabajo. Quiero decir que hubiera investigado y escrito lo mismo sin esa formación, por eso pienso que no influyeron en mi escritura. Después me di cuenta que, al menos en Europa y en la actualidad, suele ser una exigencia mínima, un esfuerzo mínimo, doctorarse en literatura cuando uno se dedica a la escritura.

–¿Cómo describes tu proceso creativo al escribir poesía? ¿Sigues algún ritual o método específico?

—Al principio no. Quizás podría decir que siempre suelo escribir en las noches. Aunque con el tiempo he desarrollado algunas mañas: necesito tiempo para descansar y estar solo. Aunque, como vivo de la escritura, la demanda me obliga a escribir sin importar métodos, dispositivos o descanso.

–Tu primer libro, Silencios Habitados, fue una edición de artista. ¿Cómo surgió la idea de este proyecto y qué buscabas transmitir?

—Silencios habitados fue el resultado de un trabajo mayor que reunía mi tesis de licenciatura, tanto teórica como visual y materialmente; un proyecto Fondart de creación donde pude llevar al libro mi escritura visual; y mi trabajo en torno a la violencia en la ciudad. Las imágenes del libro fueron expuestas en sus formatos originales en el Museo Nacional Ferroviario Pablo Neruda de Temuco y en la Galería municipal de arte plaza Aníbal Pinto de la misma ciudad en 2011. El proyecto surgió bajo la necesidad de expandir los límites materiales de mi escritura, teniendo como constante de la violencia, en este caso de la ciudad en tanto dispositivo, que ha sido una de mis principales líneas temáticas.

Triage recibió el Premio a la Mejor Obra Literaria en 2015. ¿Cómo influyó este reconocimiento en tu carrera literaria?

—Fue una feliz sorpresa, pero no influyó en su publicación, porque el premio fue deliberado cuando yo ya había entregado el libro a la editorial. Con el tiempo quedó como un libro fantasma, porque nunca fue reeditado y casi no hay copias disponibles. Sin considerar las antologías, nunca volví a publicar narrativa.

–Cerraste uno de los libros más radicales y ácidos sobre “Temuco”, “Edad de la ira” [Sin Fin, 2019], un libro que no dudo se volverá una experiencia crucial de leerla simbólicamente, históricamente, poéticamente, con toda su carga maldita y explosiva desde la Pacificación de la Araucanía, la creación del Fuerte más que como ciudad, su trenza racial, la violencia estructural del lado oscuro de la perla del Cautín. ¿Cómo ha influido tu ciudad natal, Temuco, en tu obra en general y como “poesía situada” en este gran libro “Edad de la ira”? ¿Qué elementos de la cultura y el paisaje local te interesa mapear y reflejar en tus escritos o sobre otros libros de la ciudad en tu constante escritura crítica o curatoría de obras visuales, poéticas y narrativas?

—La violencia y el poder han sido algunos de los principales problemas que he trabajado desde siempre. Es una constante universal que no está definida por uno u otro lugar. Sin embargo, Temuco es una ciudad que, más allá de su hito inaugural (1881), mantiene y proyecta la violencia del Estado chileno y del empresariado, una violencia permanente en Wallmapu desde el periodo de la invasión española hasta la actualidad. La literatura y el arte tienen la necesidad de abordar estos problemas esenciales y sumergirse en la oscuridad humana. No tengo problemas con el entretenimiento y la decoración, de hecho son vitales para el humano, pero la normalización de los allanamientos, los asesinatos, la militarización y la manipulación comunicacional es brutal.

Sobre los elementos locales, es fundamental que cada escritura escape de su potencial comodidad y se haga cargo de cada uno de los territorios donde surge. En ese sentido, la literatura más interesante de la región es aquella que enfrenta y aborda esos problemas. Y articular esa resistencia es una labor colectiva de la cual formo parte junto a un poderoso río de escrituras, lo que ha sido vital en una ciudad donde todas las instituciones públicas, para qué decir privadas, han fallado sistemática y programadamente. La cultura, en ese sentido, es una amenaza contra los intereses del poder.

Edad de la ira [Sin Fin, 2019], ha sido prologado por Jordi Gracia y Mario Pera. ¿Qué significan para ti estas colaboraciones y cómo se relacionan con el contenido del libro?

—El libro fue publicado en la colección Otras voces de Ediciones Sin Fin, de Barcelona. Se trata de una editorial especializada en literatura latinoamericana que suele publicar rescate patrimonial, y por lo general sus libros son prologados por personas dedicadas a la investigación o la escritura. Siempre he considerado que las lecturas críticas son fundamentales. El sentido de un prólogo es problematizar y ampliar la lectura de un libro. Pero como he tratado de ser crítico y riguroso con lo que escribo, no he publicado muchos libros. De modo que el prólogo de Jordi Gracia surgió como una invitación para las lecturas españolas y catalanas que se enfrentaban a un libro que llegaba desde una de las orillas del mundo occidentalizado. Para la segunda edición, fue motivo de felicidad la dedicación y el conocimiento de la poesía hispanoamericana desplegado por Mario Pera en su prólogo, quien, además de poeta, es un editor y un amigo entrañable.

–¿Cómo te sientes vinculado a los movimientos infrarrealista y horazeriano? ¿Qué elementos de estas corrientes literarias resuenan en tu obra?

—El catálogo de Ediciones Sin Fin nació del influjo de estos movimientos. El primer libro de la editorial es Sueño sin fin, de Mario Santiago Papasquiaro. Bruno Montané Krebs y Roberto Bolaño quisieron publicar este libro, pero ya sabemos lo que pasó con Roberto. Entonces fue en 2012 cuando finalmente se publicó el libro, gracias a la unión editorial de Bruno y Ana María Chagra, editora argentina cercana al movimiento horazeriano. Y con esa publicación nació la editorial. De modo que el sello tiene una fuerte identificación con ambos movimientos. Carmen Ollé, Jorge Pimentel, Tulio Mora, o el propio Mario Santiago, entre otras escrituras, no son fundamentales solo para mí, sino para la historia de la literatura latinoamericana. La experimentación literaria, la complejidad y el despliegue crítico de sus poemas son elementos frente a los que espero mantenerme a la altura.

–Has recibido diversas becas, incluyendo la de la Fundación Pablo Neruda y el programa ANID. ¿Cómo han impactado estas experiencias en tu desarrollo como escritor?

—Cada caso es una experiencia distinta. La beca para escritores de la Fundación Pablo Neruda en La Chascona fue importante para descubrir escrituras y amistades que atesoro hasta hoy. Su importancia para mí radica fundamentalmente en quienes integraron ese grupo. A diferencia, las becas de ANID o del CNCA han sido situaciones laborales para mí. Comprendo que esta especie de subvención permanente es el modo en que funciona la precarización laboral en torno a las artes, y en específico a la escritura en Chile. Entonces me han impactado en un sentido laboral y, por lo tanto, vital.

–Has trabajado en investigaciones sobre arte y literatura. ¿Cómo se relacionan estas disciplinas en tu trabajo y cómo influyen en tu poesía?

—Es una palabra problemática, porque pareciera ser algo actual o contemporáneo, incluso a veces se usa con cierta expectativa. Algunas tendencias artísticas y académicas siguen vendiendo el cuento y aun funciona. Pero aquello definido como «interdisciplinar» es el grado cero de cualquier manifestación artística, y explorar sus límites es inherente a su naturaleza. Por una parte, la experimentación es la base de cualquier obra que sea contemporánea a su tiempo. Por otra parte, es fundamental que un escritor sitúe su trabajo desde distintas áreas del conocimiento, pero en específico desde el arte. Siempre me interesaron las escrituras que dialogan con otros fenómenos artísticos, tanto por su dificultad como por su consciencia reflexiva, ya sea desde el ensayo, la crítica o la práctica artística. En ese sentido, la exploración de los límites del arte y la escritura me parece fundamental.

–¿Qué te motivó a dirigir el Laboratorio de Poesía en Espacio KOM y cómo ha sido la experiencia de trabajar con poetas emergentes?

—KOM es un espacio de creación y cultura contemporánea de Temuco que, en muy poco tiempo desde su apertura, ha sido un lugar fundamental para el tránsito y la acogida de diferentes actividades artísticas. De forma que el Laboratorio de poesía surgió como una iniciativa autogestionada y abierta a todas las personas que quisieran participar. Su objetivo fue el de discutir críticamente el trabajo de un brillante grupo de poetas inéditos desde la edición, dada la falta de estas instancias en la ciudad. Ha sido una feliz experiencia que me ha permitido conocer y dialogar con diferentes escrituras valiosas en Temuco, donde no importa tu trayectoria ni tu cv. Siempre me ha interesado trabajar colectivamente desde la colaboración y sus asistentes así lo comprendieron. Espero que podamos continuar con este Laboratorio. Por lo pronto estamos preparando una presentación del libro Nada o el vacío observable del espacio de Felipe Caro, uno de los poetas invitados a las sesiones que hicimos en el primer semestre.

–Recientemente has sido editor de la colección de poesía Yosuke Kuramochi y jurado en concursos literarios. ¿Cómo ves el panorama de la poesía contemporánea en Chile?

—Es un mapa diverso y extenso. Todas las ciudades tienen sus propios movimientos y su propia historia y tradición literaria. De modo que cada lugar es una complejidad en sí misma, y el territorio chileno, desde ese punto de vista, es inabarcable. Por lo mismo, en términos materiales, es un problema que todo esté continuamente centralizado en Santiago. Las editoriales, las ferias, las imprentas, los medios de comunicación masivos, los centros de estudios, las librerías, la circulación, el financiamiento. Hay una concentración geográfica en la propia ciudad de Santiago que reproduce esas distancias que vemos a nivel nacional, donde todo termina siendo un club de amigos provenientes de unas tres o cuatro comunas. Lo que entorpece una vista panorámica. Más allá de eso, admiro y disfruto muchas escrituras vivas. Muchas de ellas las hemos visto en Temuco gracias al festival de poesía de la Biblioteca Comunitaria Guido Eytel, que congregó a poetas como Elvira Hernández, Yeny Díaz Wentén o Leonora Vicuña. En cuanto a la convocatoria Yosuke Kuramochi de Ediciones UCT, espero que siga siendo un aporte a la edición y no se entrampe en intereses burocráticos que impidan realizar las siguientes versiones, en vez de reciclar los libros que no fueron publicados en la primera convocatoria.

–Has investigado sobre hibridez y simulacro en la literatura chilena contemporánea. ¿Podrías explicarnos cómo estos conceptos se manifiestan en tu propia obra?

—Tal como pasa con lo «interdisciplinar», la hibridez y el simulacro son conceptos que he usado para desmontar un fenómeno más bien comercial. Es decir, el modo en que las editoriales comerciales y el mercado han influido en la academia europea, española en particular —y, en consecuencia, en el manierismo de la academia chilena—, y han desplegado estos conceptos bajo la promesa de ofrecer un nuevo y más sofisticado tipo de consumo. Pero al final son solo etiquetas irrelevantes para la literatura. La hibridación genérica es la normalidad para casi la totalidad de la literatura relevante del siglo XX. En cuanto al concepto de simulacro, espero mantener mi trabajo escritural alejado de ello. Por decirlo de otro modo, no me interesa participar de la moda de la autoficción, aunque ya esté completamente agotada, ni de los aspectos decorativos que simulan una experiencia visual o sonora.

–Tus textos han aparecido en diversas antologías y revistas internacionales. ¿Cómo ha sido la recepción de tu obra fuera de Chile?

—Ha tenido más atención que en Chile. Esto parecería un reclamo, pero no lo es. Quizás se debe a que viví muchos años lejos. Siempre es una feliz coincidencia que alguien valore tu trabajo. Nunca he buscado atención y quisiera pensar que no tengo voluntad de florero de mesa. En mi caso, la literatura me ha permitido conocer lugares y personas encomiables.

–¿Qué papel juegan la crítica y la autocrítica en tu proceso de escritura? ¿Revisas mucho tus poemas antes de darlos por terminados?

—La crítica es fundamental. Espero ser la persona más crítica conmigo mismo. Y eso significa trabajar bastante lo que publico. Edad de la ira fue el resultado del trabajo de diez años; Triage, de hecho, se desprende de ese libro. Aunque me gustaría publicarlo pronto, mantengo inédito el libro de poemas Carta de navegación, que también he trabajado por diez años. Del mismo modo he trabajado todos los demás libros que aún no publico. También me parece fundamental la crítica de amistades y colegas con los que comparto permanentemente. Y por supuesto de la crítica desprendida del trabajo de edición.

–¿En qué proyectos literarios estás trabajando actualmente? ¿Podrías adelantarnos algo sobre tus próximas publicaciones?

—Siempre trabajo en varios libros al mismo tiempo. Espero publicar Edad de la ira en Chile, en algún momento. También espero publicar Carta de navegación y otros libros que he trabajado por muchos años. Pero soy un pésimo promotor de mi trabajo. En un medio tan autorreferente, prefiero estudiar y promover el trabajo de otras personas a quienes admiro y valoro. La dificultad para publicar en Chile se reduce tanto a la concentración de espacios y medios como la saturación del campo editorial, ya que muchas editoriales se dedican a publicar por pituto o por lograr cierta imagen corporativa.

–La Poesía en Tiempos de Crisis: En un mundo marcado por la crisis y la incertidumbre, ¿qué papel crees que debe jugar la poesía? ¿Cómo abordas estos temas en tu obra?

—La poesía siempre es resistencia contra el poder, sino es decoración. No me refiero a la escritura proselitista, sino a algo más profundo que la literatura de consignas. Me parece obvio pero necesario señalarlo. Por otro lado, no tengo problemas con la decoración ni con la entretención. Simplemente no me interesan. Por mi parte, temáticamente me he ocupado en analizar la violencia sistemática que he vivido desde que tengo uso de razón en el sitio al que pertenezco. La crisis y la incertidumbre, de esta forma, han sido también la historia de la humanidad. Y como es algo humano, pueden cambiar con el propio ser humano.

–¿Cómo ha influido tu formación en teoría e historia del arte en tu visión poética y en la construcción de imágenes en tu obra?

—La historia del arte es también la historia de la literatura, por lo tanto, ha tenido todo mi interés. La literatura no solo tiene componentes visuales obvios, sino que igualmente sonoros, intelectuales, espaciales, etcétera. La literatura debe dialogar con otras artes, desplazarse, mantenerse en crisis. Derrumbar las fronteras. De modo que todos nuestros sentidos, en el mejor de los casos, deben estar a disposición de la lectura y, por lo tanto, de la escritura. La pintura, la fotografía, el cine, el arte sonoro han sido fundamentales en mi trabajo.

–¿Has trabajado en proyectos interdisciplinarios que combinen poesía y otras formas de arte? ¿Qué te atrae de este tipo de colaboraciones?

—Tuve la suerte de colaborar con el músico experimental y artista visual Álvaro Montané Krebs en diferentes escenarios, realizando recitales poéticos con mi escritura en lugares como el ciclo de L’horiginal de Barcelona y el Festival de poesía de Corbera del Llobregat, donde también tuve la suerte de presentarme junto al músico argentino Jacobo Sucari. En Berlín y Temuco pudimos hacer algunas cosas con Camilo Manríquez de Caosonora, a propósito de Edad de la ira. Con él y con el músico Pablo Chávez nos presentamos en Espacio triángulo, otro centro que se ha levantado gracias a la autogestión en Temuco. Así también he colaborado con artistas de otras disciplinas y territorios. Como el fanzine Entrada y salida vehículos, a cargo del fotógrafo Manu Castillo. El diálogo artístico es vital para el desarrollo mutuo. Este último tiempo me he dedicado a colaborar con la banda Bajo tierra, también de Temuco.

–¿Cómo afectó la pandemia y la revuelta social a tu proceso creativo y a tu manera de ver el mundo y la poesía? Y te pregunto esto tomando como base un extracto de la reseña que hiciste de Ligia de Rosabetty Muñoz donde apuntas: “Al horror de los crímenes de lesa humanidad provocados durante el golpe y posterior dictadura cívico-militar chilena, se sumó un modelo económico y social capitalista de libre mercado dirigido por los seguidores de las teorías de Milton Friedmann, cuyas bases están presentes en la Constitución Política de la República promulgada en 1980 y vigente hasta el día de hoy. Nada de esto es original, sabemos que esta constitución fue instalada por operadores y agentes amparados en el Estado en base a la tortura, el asesinato, la desaparición y la usura, quienes intentaron levantar el pedestre mito del «milagro de Chile», como lo llamó Friedmann en recuerdo de la recuperación alemana de posguerra. Ese supuesto milagro naturalmente ha sido desmentido a vista y paciencia de sus efectos, que permanecen al día de hoy y que obligaron a millones de personas a protestar desde octubre de 2019 a lo largo de todo el país. Como dicta la abrumadora contingencia, esto solo empeoró al vivir las evidentes fisuras de las bases del precario sistema de salud público y la insensatez gubernamental, expuestas durante el estado de emergencia sanitaria posterior al Covid-19.”

Publiqué Edad de la ira a principios de 2019, antes de los movimientos sociales de octubre. Me parece que parte de ese sentimiento iracundo del libro se expresó también en la revuelta, pero también en otros libros y obras de arte anteriores. Y la crisis desatada durante la pandemia, como señalo en la reseña de Ligia de Rosabetty Muñoz, no hizo otra cosa que exponer aun más el desastre de la clase dirigencial y empresarial, especialmente chilena. Aunque en ese tiempo yo vivía en Barcelona, la política en España y Cataluña no funcionan mucho mejor. Por mi parte, he vivido mucho tiempo encerrado, dedicado a mi escritura y a la investigación, por lo que la pandemia no alteró ni mi proceso ni mi perspectiva de las cosas. Sin embargo, es evidente que parte importante de las ciudades y sus habitantes han sufrido sus consecuencias hasta hoy. La población en Chile se continuó segmentando y la desigualdad, aunque parezca increíble, siguió aumentando.

–¿Qué relación mantienes con otros poetas de tu generación o con los que admiras? ¿Hay alguna figura contemporánea que consideres especialmente influyente en tu trabajo?

—La literatura es un trabajo colectivo, entonces la colaboración y el diálogo es fundamental. No discrimino entre mi generación u otras generaciones, creo que los escritores en serio no tienen edad. Sería injusto nombrar a una persona por sobre otra, pues he conocido y he recibido la amistad de la mayor parte de poetas que he admirado. En especial, he tenido la suerte de poder trabajar con Bruno Montané, además de su trabajo poético —que debería tener mucha más atención—, su ética y su generosa amistad son una enseñanza constante. También tuve la suerte de trabajar durante varios años con la crítica, escritora y académica Anna Caballé en la Universidad de Barcelona. Su profundidad crítica, su generosidad, su rigurosidad y su valentía fueron vitales para mí.

–¿Qué te ha enseñado la experiencia de ser profesor de poesía y literatura? ¿Cómo influye en tu visión del oficio de escritor?

—La mayoría de los escritores que conozco se han dedicado a estas labores en algún momento de sus vidas. Ya sea formal o informalmente. Un taller o una clase no siempre es una reunión en una habitación cerrada, también puede tener otras formas y espacios. En particular, la enseñanza me ha permitido compartir las preguntas que permanentemente me han afectado y, frente a ello, me han llevado a buscar cierta claridad. De cualquier forma, lo más relevante han sido las constantes enseñanzas de mis estudiantes con sus preguntas, sus reflexiones y sus puntos de vista, siempre enriquecedores, sin importar el lugar ni la procedencia.

–¿Crees que la poesía tiene el poder de transformar la sociedad? ¿De qué manera intentas que tu obra dialogue con el contexto social y político actual?

—Todo lo que leemos nos afecta de un modo u otro. Todo lo que vemos y escuchamos. Todo lo que exponemos a nuestros sentidos. Lo único constante es el cambio, y la poesía tiene un poder enigmático que se adapta a esos cambios. La poesía, a su pesar, suele advertir muchas de las transformaciones dolorosas de la sociedad. Por lo tanto, es natural que cada obra esté inmersa en el mundo y sus vicisitudes. No me interesa la literatura que se aísla o que se encierra en sí misma, y espero que eso no suceda con lo que hago.

–Mencionas que parte del poema Bajo tierra ha sido leído en las tocatas de la banda @bajotierrarock y que ha crecido en complicidad con la música. ¿Cómo ha influido esta colaboración musical en el desarrollo del poema y en tu proceso creativo en general? ¿Crees que la interacción con la música ha cambiado o enriquecido la forma en que concebiste originalmente la obra?

—Bajo tierra es un grupo de metal de Temuco y sus integrantes son, además, mis amigos. Hay mutuo respeto y admiración. Al principio leía poemas de Edad de la ira en las tocatas en vivo, incluso con cierto bajo perfil, pero con el tiempo fui trabajando un poema especial para las intervenciones, el que escribí mientras escuchaba su música. Espero que ese nuevo libro continúe creciendo, y cada vez que alguien asista a la presentación junto a la banda, escuche algo distinto. Al oír los poemas y la música, juntos o por separado, creo que queda claro lo que está pasando acá. También queda claro que vamos a seguir resistiendo, y que la escena independiente y autogestionada está más viva que nunca.

–Publicaste un adelanto de Bajo tierra en el fanzine Entrada y salida de vehículos y ahora lanzas una plaquette en el marco del festival de poesía de @eytelbiblioteca. ¿Qué te motivó a presentar esta obra de manera fragmentada y en diferentes formatos? ¿Cómo ha sido la recepción de este adelanto en los diferentes espacios donde lo has compartido?

—Me motivó las dificultades para publicar y distribuir el trabajo. De hecho, el fanzine Entrada y salida de vehículos es muy difícil de encontrar y no cuenta con distribución. Pero también me interesa la idea de la obra viva, que muta y cambia junto al autor. Que se ramifica y se desplaza. Sobre todo hoy que existen muchas más facilidades para imprimir sin grandes maquinarias, aunque a baja escala. Lamentablemente, al hacer la plaquette para el festival de poesía artesanalmente, no tuvo un alcance suficiente frente a la demanda, pues suele agotarse.

–Cada portada de la plaquette Bajo tierra es un grabado único, hecho a mano, lo que le otorga un carácter artesanal y exclusivo. ¿Qué importancia tiene para ti el aspecto visual y material de la poesía en esta publicación? ¿Cómo crees que este enfoque en lo artesanal y lo único impacta en la forma en que los lectores perciben y se relacionan con tu obra?

—Me he dedicado a la edición durante parte importante de mi vida. Por lo tanto tener el control total al momento de hacer plaquettes es una cualidad y un lujo. Si pagase a una imprenta, a un diseñador o a un artista para llegar al mismo resultado, tendría que ocupar demasiado dinero, pues se trata de un libro breve pero de confección costosa. Al hacerlo artesanalmente por mí mismo puedo reducir los costos y distribuirla con precios que no son prohibitivos, aunque yo no obtenga dinero por mi trabajo. En la época del plástico y las modas desechables, la aparición de formas únicas y que no busquen un lugar en el mercado del arte es un modo de resistencia que se condice con los contenidos de los poemas.

–Finalmente, ¿qué consejo le darías a alguien que está comenzando en el camino de la poesía?

—Ninguno. No soy la persona indicada para aconsejar a nadie. Podría repetir lo que muchas voces han dicho, con razón, antes de mí: antes de publicar hay que escribir, corregir y leer mucho. Y hay que ser paciente.

 

Patricio Alvarado Barría (Chile, Temuco, 1988) Doctor y Máster en literatura española e hispanoamericana (U. de Barcelona), Magíster en Teoría e historia del arte (U. de Chile). Ha publicado Silencios Habitados (ed. de artista, FONDART, 2011), Triage (Alquimia Ediciones, Premio Mejor Obra Literaria 2015, otorgado por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura de Chile, categoría inédito) y Edad de la ira (Ediciones Sin Fin, 2019 prologado por Jordi Gracia, 2022 prologado por Mario Pera), bajo el sello infrarrealista y horazeriano dirigido por Ana María Chagra y Bruno Montané. Obtuvo las becas para escritores del Consejo Nacional del Libro con los poemas inéditos Murmullo, sombra y destierro (2008) y Carta de navegación (2018); de la Fundación Pablo Neruda (2014); y programa Formación de Capital Humano Avanzado ANID (2015-2016 y 2018-2021), entre otras. Textos suyos han aparecido en antologías y revistas de diferentes países, como Riesgo País (Alquimia, 2007), la selección de Bruno Montané Krebs para La Conxinxina n. 5 (La Xina A.R.T. con la Generalitat de Catalunya, 2016); SCL: La Nueva Extremadura. Mapa literario de Santiago (Alquimia, 2018); Arte e imagen. El paisaje cultural en Temuco (Ed. UCTemuco, 2021), Carcaj (Lom Ediciones, 2021), Guaraguao (Centro de Estudios y Cooperación para América Latina, 2022), Mitologías hoy (U. Autónoma de Barcelona, 2023), Vallejo & Co. (Perú), entre otras. Dirigió las investigaciones «Ampliación del Fuerte Recabarren. Reconstrucción de Temuco a través de diez artistas jóvenes» (Alquimia Ediciones, FONDART, 2013-2014) y «Estéticas visuales, hibridez y simulacro en la literatura chilena contemporánea» (proyecto del CNCA, 2018-2022). Entre 2017 y 2022 trabajó en la UEB del Departamento de Filología Española de la U. de Barcelona a cargo de la escritora y crítica Anna Caballé. Ha sido profesor de Investigación artística, Pensamiento crítico, Historia del arte (UCT), entre otros. En 2023 dirigió el taller de poesía para estudiantes UFRO. En 2024 ha dirigido el Laboratorio de poesía de Espacio KOM Creación y cultura contemporánea de Temuco. Recientemente ha sido jurado y editor de la colección de poesía Yosuke Kuramochi de Ediciones UCT.

Ernesto González Barnert
Ernesto González Barnert
Ernesto González Barnert (30 de agosto de 1978, Temuco, Chile). Su obra poética ha sido reconocida con el Premio de Poesía Infantil de las Bibliotecas de Providencia [2023], Premio Pablo Neruda de Poesía Joven [2018], Premio Nacional de Poesía Mejor Obra Inédita [2014], Premio Nacional Eduardo Anguita [2009], Premio Nacional Pablo Neruda de la U. de Valparaíso [2007], Concurso Internacional de Poesía Nueva York Poetry Press [2020], Concurso Nacional de Poesía Joven Armando Rubio (2003), Primer Concurso de Poesía del Sur (2005), Premio Juegos Literarios Gabriela Mistral de la I. Municipalidad de Santiago (2005), entre otros premios, becas y concursos de índole poético. Licenciado en Cine Documental de la UAHC y Diplomado en Estética del Cine de la Escuela de Cine de Chile. Gestor Cultural. Reside en Santiago de Chile.
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