Por Rubén Silva
Leer a Gustavo Bernal es encontrarse con una literatura perfectamente descriptiva, que rescata la voz de los que no la tienen o llanamente se las han quitado. También es encontrarse con una literatura apasionada y directa, con historias que conmueven por su miseria y, a la vez, genuina humanidad.
Por lo tanto, uno se encuentra con una literatura rápida y que sin dudas sale de las tripas del autor y eso es lo que más apasiona e invita a seguir leyendo. Obviamente, todos estos elementos también confluyen en el libro La mujer de la izquierda, última producción literaria de Bernal. En este libro se narra una historia completamente verídica pero que también posee pinceladas de ficción, es un libro que nos lleva a participar en su relato por los primeros años setenta y ochenta, sin dejar de lado las implicancias de los hechos terribles que ocurrieron en esos tiempos en Chile, y que sin duda, aún repercuten y nos han alcanzado hasta nuestros días.
En La mujer de la izquierda se narra de manera directa y muy bien lograda un período convulsionado de la vida de Gladys Marín, donde se le presenta como la luchadora de fuertes convicciones democráticas que siempre fue. Es un libro por lo demás conmovedor, porque en tanto se lee uno se pregunta ¿esto pasó en Chile? Y la respuesta a esa ingenua pregunta es sí, claro que pasó y es más, mucha gente murió y los que no lo hicieron fueron desaparecidos de la tierra, de una forma brutal. Bernal con su prosa directa y sin ambigüedades nos confronta con una historia real, que sucedió en su totalidad, y que en tanto se nos revela, nos conmueve y no nos deja iguales a como estábamos antes de la lectura. En este sentido, Gustavo Bernal es un autor que se muestra como un gran narrador, al punto de que sus libros y este libro en particular se puede oler u olfatear, una virtud que no todos los escritores tienen, pero que Bernal logra, y por supuesto, maneja muy bien.