Conversamos con el escritor Hugo Lepe y nos contó cuál ha sido la obra que más le ha gustado escribir, si en Chile se lee más, sus características particulares a la hora de contar una historia, entre otras cosas. Te invitamos a leer la entrevista.
—Cuéntanos sobre ti
—Nací en Buenos Aires, hace 45 años, en el exilio. Me vine siendo chico. Siempre he vivido en provincia. Estudié algunos años Filosofía y me retiré, decidido a dedicarme de tiempo completo a escribir. Me la monto arrendando unos galpones que heredé de un padre al que no conocí. Precariamente, pero libre de ataduras. En general soy un tipo en continua actividad creativa, con escasísimas relaciones sociales. No me casé ni tuve hijos, también con la idea de no tener excusas para pifiarla demasiado. Veremos.
—¿Cómo es tu proceso creativo a la hora de trabajar?
—Nada de rituales muy elaborados, salvo humo, buena música y yerba mate. Ciertamente, en otro tiempo estuvo el vino, y luego las anfetas. Pero ahora, limpio desde hace varios libros, al enfrentarme a la pantalla, espero la vislumbre de una escena que conjugue los elementos acerca de lo que me estimula escribir y entonces voy dirigiendo una serie de ocurrencias en torno a ese punto de arranque, sin saber de cierto adónde me dirijo. No tengo una fórmula, salvo, acaso, respetar los comandos del instinto y el buen uso del idioma. Esto último nunca es sencillo, pero se torna más desafiante si la cuestión es narrar procesos sórdidos y concupiscentes sin perder el estilo, sin perderlo irremediablemente, que ha sido lo que he hecho, o lo que he tratado de hacer, en la mayoría de mis textos.
—¿Cuál es la obra que más te ha gustado de tu trabajo?
—Polvo, de 2018, porque es donde mejor sorteo el desafío al que me referí en la respuesta anterior. Hablo de sexo duro, y la cosa no parece resultar en una ordinariez. Es un libro porno, pero también es un libro en el que continuamente se aborda el problema ontológico del libre albedrío. De modo que reflexiono sobre fatalismo, predeterminismo, doctrinas orientales, y también acerca del «Eterno Retorno de lo Mismo» y el concepto de la necesidad en Nietzsche, al tiempo que relato borracheras interminables, incestos, salvajes copulaciones, miserias de adictos a drogas de las que matan.
—¿Crees que en Chile se lee más?
—No tengo la menor idea. No estoy enterado de la contingencia, en un sentido extenso. Por la digitalización de los libros, asumo que sí, pero en lo que no tengo dudas es que no se escribe mejor que antes, y para batallar con las nuevas y estúpidas tecnologías de ocio y divertimiento, habría que hacerlo. Y a mi juicio, al menos en el ámbito del realismo sucio, las nuevas generaciones, a nivel nacional, desconocen el largo pasado del género, y creen que están inventando algo. Se exhiben a sí mismos como si llevaran una vida en el oficio, y no presienten que lo que escriben, otros lo escribíamos a los 17 años, como ensayo para una tentativa ulterior.
—¿Qué significó La Perra Alucinante?
—Aparte de ser mi debut en la publicación independiente, significó que, escribiendo borracho, aprendí a contar bien una mentira, en una novela. Inexperto, me limitaría a referir la historia de mi primer amor, no obstante, terminé hablando de otros asuntos completamente distintos, ficticios, y de una mujer que no se corresponde con ninguna a la que haya conocido. El resultado es refrescante, concupiscente, extrañamente original. Sé que se lee sin dificultad, y que contiene multitud de errores de novato. Es una novela a la que no puedo sino tenerle afecto, si van a ser tres las editoriales que la habrán hecho circular, casi ininterrumpidamente, durante 20 años.
—¿Cuál es tu característica particular a la hora de escribir?
—El desparpajo, el desenfado, y la contracara, el correlato metafísico, que trae disonancia cognitiva. El lector sale de la lectura de un polvo mal habido para preguntarse si realmente es necesario que el universo haya tenido un comienzo, cosas así.
—Si pudieras tomar un café con un escritor, ¿con cuál sería?
—Suponiendo que no sólo puedo optar entre los vivos y que podemos tomarnos licencias también con el idioma, me quedo con Aldous Huxley. Más que por sus obras futuristas, visionarias o no, porque quiso morir en ácido, como magnifico psiconauta, y asumo que sus realizaciones más finas respecto a la naturaleza de la conciencia nunca las pudo expresar del todo, de acuerdo a la idea taoísta de que en cierto momento de comprensión el discurso se desvanece. Charlar con Huxley coloquialmente de sus experiencias en la investigación del papel de la mente en la naturaleza, paladeando un café amargo. Esa es mi opción conjetural.
—¿Dónde podemos encontrar tu obra?
—No se pueden encontrar, salvo en Mercado Libre. Por pelearme con los dueños, fui descatalogado en cuatro editoriales. No los culpo, ni creo que tengan mucho de qué culparme. Y bueno, ahora tengo una nueva chance, en Editorial Segismundo, donde firmé por tres obras, que serán publicadas a partir de este año, en formato físico y digital, y circularán en Chile y en México. Inconexia Reloaded 1, mi décimo libro, será el primero, y le seguirán La Perra Alucinante, que será republicado, igual que el sexto, Alucinados, un Viaje a Inconexia, donde narro mi última temporada en el manicomio. Además, la idea del editor es seguir publicándome obras inéditas y buena parte de aquel material que se halla estancado, y mi idea es no hacerlo cambiar de idea.