Lucas es un hombre sencillo, abierto al misterio. Escribió Gozo para conectarse con su gente. Practica skate hace más de dos décadas y los poemas que componen este libro nacieron en Pichidangui en un momento muy personal para el autor. Conversamos con Lucas acerca de su obra y su inspiración.
—¿Quién es Lucas Costa?
—Para serte franco, me siento tan extraviado estos días que no estoy capacitado para responderte bien. Sé que soy papá, hermano, hijo, no sé en cuál orden. Ojalá pueda ser alguien que esté a la altura de la vida que se me ha regalado: un ser capaz de amar a quienes lo rodean, por más que piensen distinto a mí o lleven una vida radicalmente diferente a la mía. No tengo redes sociales. Soy alguien abierto al misterio, creyente, en un sentido cristiano. Y soy de izquierda. Tiendo a ser obsesivo en muchísimos aspectos, digo solo uno, para no dar la lata: en cuanto a música, me quedo pegado en canciones, discos por meses o años, como muchas personas. Ando en skate desde hace más de 25 años y a los poemas.
—¿Cómo nace Gozo?
—Nace por la necesidad de comunicarse con quienes tenía a mi alrededor en un minuto donde me era imposible: estaba tan metido en el duelo que era incapaz de dejar de mirarme el ombligo. En ese plano, Gozo nace nadando a capela en Pichidangui, yendo directo a la Isla Locos, sin nada en la cabeza más que las palabras que intentaba oír de mi mamá, después de su partida.
—Para ti, ¿Qué representa escribir poesía?
—Esto da para un ensayo pero en estos minutos me siento cercano a lo que decía el gran Gu Cheng: «la corriente eléctrica de la humanidad confluye sobre el cuerpo del poeta, para que él siempre esté próximo a esa fusión, a ese posible trabajo, usando una palabra para que la vida se libere de los límites».
—¿Qué cosas te motivan a la hora de escribir?
—Puede ser cualquier cosa, la verdad. Hoy por hoy las frases de los niños cuando pelan el cable. O la energía que pasa cuando te sientes desahuciado y te dan una abrazo de aquellos. Del poema siempre me ha parecido notable que nunca sé de antemano qué va a salir de ello, si acaso llegaré a terminar lo que tengo entre las manos o cuáles serán los resultados, es algo demasiado imprevisible. La escritura de un poema es media insondable en ese sentido y eso me seduce lo suficiente como para seguir escribiendo.
—En la contratapa aparece una frase del cantante Nick Cave, ¿Cuál fue la razón?
—El disco Wild God apareció cuando estaba en plena revisión del libro y fue un bálsamo para todo el tiempo difícil que me estaba tocando vivir. Tiempo antes había leído con ahínco la larga entrevista de Seán O’Hagan, «Fe, esperanza y carnicería». Siempre me he sentido cerca de Cave pero ahí me dí cuenta que estoy en comunión con sus ideas, sobre todo en su mirada sobre la creatividad, la composición y su concepción de lo divino. Obviamente soy una alpargata al lado suyo. Aun así, tiene ideas que me hacen mucho sentido, como la siguiente: «Para mí, el gran regalo de Dios es que nos proporciona el espacio de dudar. Al menos para mí, la duda se convierte en energía fundamental de la creencia». Por otro lado, yo también he experimentado que hay un sentido detrás del sufrimiento. De eso va más o menos «Joy», la canción que se cita en la contraportada. Creo que Gozo intenta tocar lo que se dice en esa canción. No sé si se logre, pero por lo menos está el verso de Cave para la experiencia que viene después del libro.
—¿Cómo describes Gozo?
—Es lo que llamaba Lihn un álbum de toda especie de poemas. Es una obra bien revuelta en su tono, tristísimo a ratos, tierno en otros, quizá incluso chistoso en algunos puntos. Tiene tanto de puteada como de rezo y por eso algunos lectores lo han llamado «lo más transparente que he hecho», pero qué sé yo.
—¿Cuál es el mensaje que quisiste dejar en este poemario?
—En verdad creo que los poemas abogan por la multiplicidad del sentido. Y, en particular, me interesa ver qué mensajes ven y sienten los otros. En ese sentido, yo me siento con menos autoridad que cualquier otro lector para hablar de los mensajes en mis poemas. Para mí, por ahora, el libro me dice que, a pesar de todo, vale la pena vivir la vida a concho.
—¿Cómo fue la inspiración, estructura y creación de Gozo?
Ha sido el libro que he escrito más rápido, no lo vi venir ni tuve mucho tiempo para planificarlo. Hubo personas hermosas que me ayudaron a darle rumbo y forma, porque vieron cómo podía desarrollar su montaje y fueron, de cierta manera, la inspiración para que el libro saliera adelante, mostrándome sus fortalezas y sus «panas». Sin las personas que miran con generosidad lo que uno hace y dicen la verdad de lo que tienen entre manos no sabría muy bien cómo escribir ni por qué.
—¿Cómo fue trabajar con la Editorial Aparte y dónde podemos encontrar tu libro?
—Colaboro con Aparte desde hace años. Hemos forjado una amistad profunda con Rolo Martínez, quien dirige la editorial. Pero, como te contaba, la edición fue hecha por mucha gente, más allá de la editorial. En ese sentido, fue como cocinar en casa, pero cuando la cocina está llena de personas y cada uno está en lo suyo, dando lo máximo para que en algún minuto nos sentemos todos juntos a la mesa a compartir.






