Por Andrea Calvo Cruz
Texturas, de Pablo Castillo Collao, es el primer libro del autor. Su debut es dentro de la microficción —y siguiendo con la lógica brujeril—, un muy buen augurio para el género. Ediciones Sherezade, como es costumbre, nos regala esta obra como una confirmación de que la escritura de la microficción prolifera y se comparte desde el margen; en un espacio seguro, latente, revolucionario y libre de las miradas inquisidoras, acaso autócratas, de esa rama de la Academia dura, inflexible y, por qué no decirlo, patriarcal.
Dividido en cuatro apartados, Texturas es una obra que desde su título nos adentra en el mundo de las sensaciones. Con una pluma sincera, que encuentra en el cotidiano una exaltación al sentir de los protagonistas, el autor nos invita a rozar con la yema de los dedos territorios en vigilia, paisajes llanos de ternura y otros escarpados por lo abyecto de la condición humana. Se palpan caminos pedregosos, algunos truncos y cicatrices de distintas épocas que se abren y cierran como labios murmurando una letanía acerca de un ciclo de vehemencia, valentía, angustia y pérdida.
Los textos que conforman el primer apartado, «Suaves», desespera en anhelos y evoca lo inalcanzable, encontrado una resonancia exquisita con la voz de Peri-Rossi y su «Museo de los esfuerzos inútiles». Aquella dulzura que ha sido vedada, la nostalgia de la suavidad en el otro y en la vida es una yuxtaposición en la que Castillo Collao hace un énfasis difícil de obviar. La intimidad, la mirada y el tacto de la otredad, donde los recuerdos se difuminan pero el corazón se resiste a olvidar queda de manifiesto en el texto «Gratitud». En el seriado «Dilema cinológico» nos enfrenta al ejercicio de ansiar una vida que creemos afortunada y en «TEA» nos ofrenda un entendimiento; una certeza que sana la herida primaria, unifica a la protagonista y con ello, invita a quien está leyendo a tomar la oportunidad de vivenciar ese abrazo ontológico tan deseado.
El segundo y tercer apartado, «Ásperos» y «Resbalosos» son tan literales como la intención del autor en obligarnos a percibir y padecer la pérdida de la inocencia, tan necesaria para exfoliar los romanticismos y desincrustarnos las mentiras narcóticas y adolescentoides que nos contamos para evitar la realidad. En textos como «Pintor espejo», «Tú que nunca creciste» y «El otro extranjero», por nombrar algunos, el dolor como sustrato no escampa; se leen sintiendo la arena y la sal bajo los párpados y era que no; el Norte Grande es recurrente telón de fondo y personaje intrínseco de la obra y, con esa crudeza —propia de esa geografía que no perdona ni olvida—, es inevitable la transición a relatos imbuidos de sátira política y de denuncia histórica que, sin contemplaciones, rasmillan el ego de una nación que se condena una y otra vez a conformarse con un sucedáneo de libertades y derechos.
En el cuarto y último apartado, «Cromados», el autor sorprende y hace que este viaje sensorial posea un acercamiento con aquello que para mí, es un miedo atávico: el palpar una mano sin huesos, sin carne, ni venas, ni nervios; manojo de circuitos, nano-engranajes y el poder de fragmentarnos en pixeles. Tecnología, rebelión y nuevamente la nostalgia, pero esta vez, de lo natural, lo imperfecto, en resumen, de lo humano.
Texturas es un libro fundamental dentro del género de la microficción. Al igual que otras obras de jóvenes talentos, enriquece las diversas temáticas presentes en las formas breves y destaca en calidad y densidad narrativa por sobre florituras y cabriolas. En tal sentido, el recorrido sensorial que el autor propone en esta obra resulta una lectura nutricia, pulcra; libre de condescendencias y con un fuerte sentido de rescate de memoria que, volviendo a la citada inquietud sobre qué tiene que suceder o quién tiene el poder para hacer de la micro un género al que se le reconozca, nos entrega una pista inequívoca: un deseo que se concreta, un conjuro en papel y tinta; un grimorio —espero que el primero de muchos— que Pablo Castillo Collao nos ofrenda y que se suma al clamor de quienes por porfía y oficio seguimos en la ardua tarea de dar a la microficción el lugar que le pertenece.
Andrea Calvo Cruz
Escritora. Ha publicado Medular (microficción, 2019, Ed. Sherezade), Larvados (cuentos, 2022, Ed. Asterión) y participado en diversas antologías de cuentos y microficción, además de Libros Objeto. Colaboradora en Ediciones Sherezade y Ediciones Asterión. Integrante del Colectivo REM (Red de Escritoras de Microficción, internacional)