Cinéfilo de corazón, considera que el cine es el arte que más ama (y con locura). Luego vienen la literatura y la música como un rol importante en su vida. Para Claudio, inventar y contar historias es fundamental. Matapacos es su primera obra, editada bajo la Editorial Perras Palabras, que concuerdan con lo que pasó en el 2019, específicamente con el Estallido Social. Te invitamos a leer la entrevista a Claudio Tapia Ramírez.
—Cuéntanos de ti.
—Me cuesta hablar de mí porque soy muy común, y generalmente este tipo de respuestas requieren de aspectos brillantes o al menos de características especiales. Soy el clásico chileno que siempre fue pobre, que ha lidiado con los obstáculos que una sociedad como la nuestra nos pone cada día, independiente de los esfuerzos que se hagan. Alcancé a estudiar un año en la UTEM y no pude seguir por falta de dinero. Trabajo desde los 13 años y nunca he parado. En algunas ocasiones he tenido trabajos que me gustan (fui productor de un canal de TV municipal y editor general de una revista digital), pero lo usual es trabajar en lo que sea solo para sobrevivir. Quizás la única cualidad que me podría auto destacar es que soy cinéfilo. Desde que sé leer que veo una película diaria y he ido aprendiendo un montón. El cine es mi arte favorito y lo amo con locura. La música y la literatura comparten un segundo lugar en mi amor artístico. Me encanta inventar y contar historias, y como el cine es una meta inalcanzable –más aun por mi edad–, decidí comenzar a hacerlo en las letras. Y espero ir mejorando de historia en historia.
—¿Cómo llegaste a la Editorial Perras Palabras?
—Luego de escribir el libro no sabía qué hacer, soy viejo, pero nuevo en esto del universo editorial. Francisca Solar, la escritora —a quien muy patudamente contacté por su Instagram—, me guio y, tal como me dijo, comencé a enviar el manuscrito a distintas editoriales. En agosto de 2023, mi amigo Cevladé (el mejor rapero y letrista de Chile) me dejó un tuit de Victoria Ramírez, donde anunciaba que formaría una nueva editorial y que lo haría con cuatro libros seleccionados por concurso. Postulé y en enero recibí el aviso para ser publicado. Me encantó la idea de estrenarme en el mundo de la literatura junto a una nueva editorial.
—¿Qué te hizo escribir Matapacos?
—La respuesta tan violenta a la revuelta me fue formando un sentimiento desconocido para mí hasta ese entonces. Sentía que se estaban cometiendo demasiadas injusticias con la gente que se manifestaba y que tenía ganas de hacer algo, pero no sabía qué. Las únicas conclusiones que se me presentaban eran violentas y soy un enemigo de la violencia. Así que, como en la ficción no hay daño, volqué aquellos sentimientos en un personaje ficticio, aunque lleno de nuestras realidades, lo que terminó dando vida a Álvaro y su historia.
—¿En qué te basaste para crear tus personajes?
—En varios protagonistas del estallido, desde la persona más anónima hasta las más icónicas. Sin embargo, de estos últimos tomé prestados solo algunos rasgos, porque finalmente los nutrí de las características que les adjudiqué libremente. Y en eso no me puse límites. Por ejemplo, el protagonista tiene muchos rasgos de mi propia personalidad (lo que noté una vez que terminé la historia), pero puesto en situaciones en que yo jamás me atrevería a estar por mi falta de coraje.
—¿Cuál sería la banda sonora ideal de la novela Matapacos?
Es una interesante pregunta, porque la banda sonora de Matapacos existe. En las tres semanas que me dediqué a escribir la novela escuché más de dos mil canciones y fui seleccionando muchas de ellas para crear una playlist. Al final dejé casi diez horas de música con 120 canciones, las que luego ordené según lo que iba pasando en la narración. No podría nombrar todos los artistas que contiene, pero la base es “Grace” de Jeff Buckley, el disco y artista favorito de Álvaro, el protagonista. La playlist está en Spotify, Apple Music, Tidal y YouTube, y se puede encontrar como Novela Matapacos.
—¿Cómo evoluciona el protagonista durante el transcurso del libro?
Creo que eso es algo que cada lector debiera descubrir, pero ya que la pregunta va dirigida a mí, explicaré el origen de mi intención. En la película La Haine de Mathieu Kassovitz hay una historia que cuenta un personaje sobre un tipo que se cae de un rascacielos. Mientras va cayendo, piensa repetidamente “hasta ahora voy bien”, y hay toda una reflexión sobre el camino hasta tocar fondo y cómo se toca ese fondo. Y la historia de esa persona termina en la caída, pero yo quise darle una vuelta más. Pensé en mi protagonista como una pelota de goma, de esas que dan unos botes loquísimos hacia cualquier dirección, con las que jugábamos cuando niños. Entonces, para mí la evolución del protagonista es la de una persona común que golpea el fondo y salta hacia una dirección que no podemos predecir, ni siquiera él mismo. Lo único que yo entendía de él es cómo lidiaría con esa nueva realidad que le tocaba enfrentar.
—¿Por qué el protagonista se va a la Primera Línea?
Hay muchas razones, pero para mí la principal es que por primera vez en su vida está realmente solo. De hecho, él nunca tiene como objetivo pertenecer a la Primera Línea, su camino hacia allá es orgánico. Es tan así, que sus motivaciones son ayudar, por un lado, y acompañarse de una comunidad donde se siente aceptado y querido, por otro.
—Para el protagonista, ¿qué representa la pelota de cemento?
—Yo sé lo que significa, y no es un simbolismo muy sutil, en realidad es bastante evidente: es el núcleo de la ira contenida. Pero si me apego a la pregunta, Álvaro no lo sabe. El narrador lo describe como una pelota de cemento y comunica al lector las acciones que esta hace según tal o cual circunstancia, sin embargo, el protagonista nunca habla sobre ella, solo la siente. Y me encanta que sea así, porque todos hemos estado en situaciones donde sentimos algo en nuestro interior, pero no tenemos idea de qué es ni cómo manejarlo.
—¿Cuál es la importancia de la amistad en la novela?
—Es gigante. Sobre todo lo diferente de la relación de Álvaro con los primeros amigos que tiene versus los amigos que va haciendo en el transcurso de la historia. Esta temática de la novela representa lo que siempre he pensado acerca de la amistad: la prueba irrefutable que la vida nos pone en el camino para saber quiénes son los verdaderos amigos es la dificultad. Todos creemos tener buenos amigos cuando compartimos estados de felicidad, ya sea carreteando, haciendo deporte, conversando, etcétera, pero la reacción a un problema es lo que mide la profundidad de una verdadera amistad. Ahora, soy consciente de que esta es una posición que podría considerarse demasiado pragmática, e incluso dogmática, para un ámbito humano que no debiera andar midiéndose (nadie hace amigos para ponerlos en un ranking o algo así), pero algunos sucesos de mi vida me han llevado a convencerme de ello y es lo que quise plasmar en la novela.
—¿Qué significó para ti escribir Matapacos?
—Matapacos lo escribí en un período muy complejo de mi vida. Lo estaba pasando muy mal y en el día a día solo convivía con sentimientos como la traición y la incertidumbre, gatillados precisamente por personas que consideraba mis amigos, que incluso los sentía como mis hermanos, y que terminé midiendo involuntariamente en una dificultad específica. Perdí muchas cosas que me costó años ganármelas, cosas materiales y emocionales. Tenía tanto guardado en mi interior, que todo el tiempo me acechaba la idea de destruir mi hogar y así al menos tener un desahogo, pero ¿luego de eso qué? Iba a seguir sintiendo lo mismo. La premisa de Matapacos me rondaba desde la época del estallido, así que hice un esfuerzo por enfocarme y dirigir todo lo que tenía dentro sobre las palabras. Noté que, por cada capítulo que terminaba, me iba a dormir con un sentimiento de felicidad, parecido al de estar enamorado, y me fui convenciendo de que contar historias era la catarsis que necesitaba para sentirme completo. Podría decir que escribir Matapacos fue mi luz en un cuarto oscuro, mi vía de escape, y no tuve que destruir nada, solo construir algo genuino y que emanara desde el amor, no desde el odio.