La magia en lo cotidiano: un viaje poético a la infancia
La reconocida autora chilena María José Ferrada, recientemente nominada al Premio Hans Christian Andersen 2026, nos invita a descubrir la magia oculta en lo cotidiano con Siete apariciones, un nuevo poemario infantil en el que lo imposible se desliza con naturalidad: un cerdo que flota en el aire, un bosque que cabe en el corazón de alguien, trinos del color de un limón o el sueño volador de un gato. Este es el quinto libro publicado por la editorial nacional Libros del Escuincle, especializada en libros infantiles de no ficción y poesía.
María José Ferrada, maestra de lo sutil y autora imprescindible, nos entrega un poemario infantil repleto de presencias ligeras, como si el mundo, por un instante, revelara su lado más oculto. Ferrada nos recuerda que la poesía está en todas partes, que basta una imagen para despertar el asombro y que los niños tienen la extraordinaria capacidad de transformar la realidad con su imaginación. Acompañado por las delicadas ilustraciones de Renee Hao, diseñadora e ilustradora china, este libro crea una atmósfera de misterio y belleza, donde la sencillez es solo aparente y cada verso nos sumerge en el universo único de la infancia.
—Siete apariciones nos invita a descubrir lo mágico en lo cotidiano. ¿Cómo nació la idea de este poemario?
—Creo que tiene que ver con esa manera que tienen los niños de intervenir la realidad con su fantasía. Esa capacidad propia de los primeros años de tomar las cosas del mundo y usarlas para construir otras cosas. En el primer poema hay un cerdito del tamaño de una almendra que vuela y se refresca las alas con el agua que sale de la llave de la cocina. Son cosas que existen pero que los niños con su imaginación, combinan, reorganizan, tal vez porque aún no tienen del todo clara su utilidad. En un mundo en que todo debe servir para algo, me interesa esa mirada más libre. El libro se inspira en esa forma de reutilizar lo cotidiano.
—En tu obra, lo invisible y lo sutil tienen un gran protagonismo. ¿Por qué crees que es importante acercar a los niños a este tipo de poesía?
—Porque pienso que son imágenes que de alguna manera les podrían resultar cercanas y amigables. Y es que el mundo les dice a los niños: los cerditos son grandes, no pequeños. Tampoco es verdad que puedan volar. Y a los niños no les queda otra salida que creer que el mundo solo tiene las opciones que el adulto les muestra. Y no digamos que se trata de opciones muy tentadoras. Entonces hay literatura, no solo poesía, también cuentos, que le dicen a los niños que su manera de mirar y de estar en el lenguaje no es un error.

—¿Crees que los adultos podemos recuperar un poco de esa mirada infantil que es capaz de transformar la realidad con la imaginación?
—Es difícil. Porque del adulto la cultura, la sociedad, espera otras cosas. Y no me parece mal que pensemos como adultos, al contrario. Lo que no está bien es que los niños no puedan vivir como niños el tiempo de su infancia.
—El libro está ilustrado por Renee Hao. ¿Cómo fue el proceso de colaboración con ella?
—Todo eso pasó por Ángeles Quinteros, la editora de este libro. Ella fue quien descubrió y trabajó con la ilustradora. Creo que es importante que esa parte la haga un editor o una editora que entiendan los dos lenguajes y que le dé a cada artista la libertad que necesita para trabajar.
—Has mencionado en otras entrevistas que la poesía es una manera de mirar el mundo. ¿Cómo describirías tu propia manera de observar la realidad cuando escribes?
—No puedo hablar de mi mirada ni de mi trabajo, porque estoy muy cerca. No tengo objetividad conmigo. Lo único que podría decir es que me interesa como miran los niños y que, al mismo tiempo, tengo muchos reparos con el mundo adulto del que soy parte.
—¿Qué les dirías a los adultos que quieren acercar la poesía a los niños pero no saben cómo hacerlo?
—Que pidan que los asesoren en la biblioteca que tengan más cerca o en alguna librería. Si se trata de padres, que le lean a los niños, un ratito, antes de que se vayan a dormir. En el caso de los profesores si además de leer pueden abrir un espacio para que los niños y niñas hagan su propio poema –escrito o dibujado– a partir de lo que leen sería bueno, porque eso a la mayoría les gusta. Todos necesitamos de esos espacios de expresión más libres. Ojalá sin nota. Y en ese contexto, la poesía podría ser eso para ellos, algo cercano a un juego.
—¿Tienes algún ritual o hábito a la hora de escribir? ¿Cómo surge la inspiración para un poema o un libro?
—Bueno, siempre escribo más concentrada por las mañanas, pero, salvo el café, no tengo rituales. Y es un lugar común, de los tantos que decimos los escritores, pero es verdad que no se trata de inspiración sino de trabajo. Porque si la inspiración es algo que «llega» y lo hace de vez en cuando ¿cómo vas a vivir de tu trabajo? Debes encontrar algún método. Pero eso es personal, quiero decir que lo que funciona para uno no necesariamente funciona para otro. A mí, me ayuda ordenarme. Digo: este mes me dedicaré a este proyecto y este otro. Y luego trato de no salirme mucho del plan.

—¿Cómo decides que una idea se convertirá en un libro? ¿Sueles tener claro el concepto desde el inicio o se va transformando en el camino?
—Nunca tengo muy claro el concepto, más bien trabajo en torno a ciertas imágenes. Hay algunas que reaparecen en distintos libros, porque tampoco se trata de un trabajo que yo intente controlar. El arte muy sujeto a lo racional, que parte desde una teoría de cómo debe ser el arte, para niños en este caso, a mí no me resulta muy interesante. Me siento más cómoda con el trabajo exploratorio. Y a veces sale de eso un libro, otras no. Pero ese trabajo que se descarta nunca es trabajo perdido.
—¿Qué libro o autor marcó tu infancia y despertó en ti el deseo de escribir?
—Más que un libro, una colección que tenía editorial universitaria y que se entregaba por correspondencia. Cada mes había un libro para adultos y otro para niños. Yo esperaba el mío. Y luego, lo leía con ayuda de mi mamá. Agradezco ese tiempo que ella tenía para mí, a pesar de que como todas las madres, llegaba del trabajo cansada. El libro nos sacaba un rato del mundo de todos los días y de alguna manera, nos daba energía.
—¿Qué libros infantiles o juveniles recomendarías a quienes quieren descubrir la poesía en la literatura para niños?
—Me gusta mucho la poesía de Roberta Iannamico, además de tener un ritmo muy bonito, porque ella canta también, es una poesía profunda pero hecha con palabras sencillas. Ted Hugues tiene una obra para niños que se ha traducido poco al español que es bien interesante. Y hace poco salió un libro con poemas de Jorge Tellier, ilustrado, con una selección pensada para niños y niñas.