Jueves, Noviembre 13, 2025

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La ciudad como fractal: Jorge Prat y las huellas de un Santiago en transformación

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A lo largo de más de seis años, el fotógrafo chileno Jorge Prat Altuzarra ha recorrido Santiago con una mirada paciente, crítica y silenciosa. De ese extenso proceso nace Metrópolis Fractal, un proyecto que se despliega como exposición y fotolibro, y que propone una lectura profunda sobre las transformaciones urbanas de la capital chilena. Lejos del registro documental o turístico, su trabajo se adentra en los pliegues del territorio y la memoria, revelando una ciudad fragmentada por la modernización, la desigualdad y el paso del tiempo.

Formado junto al reconocido fotógrafo Luis Poirot, Prat cuenta con más de veinticinco años de trayectoria en el ámbito de la fotografía chilena contemporánea. Su obra articula paisaje, historia y memoria desde una mirada crítica del territorio, y ha sido exhibida en instituciones como el Museo Nacional de Bellas Artes, el Centro Cultural La Moneda, el Archivo Nacional, entre otras. Desde una aproximación rigurosa y profundamente autoral, ha desarrollado proyectos que abordan la relación entre espacio, identidad y transformación, consolidando una voz poética y reflexiva dentro del panorama visual chileno.

En Metrópolis Fractal, Prat utiliza una cámara técnica analógica de gran formato para construir una cartografía visual del Santiago contemporáneo. Sus imágenes, en blanco y negro, detienen el tiempo y nos invitan a mirar la ciudad más allá de su superficie: los edificios, las infraestructuras y los vestigios urbanos se convierten en testigos silenciosos de una metamorfosis continua. La ausencia de personas en sus fotografías no implica vacío, sino una presencia implícita: la huella humana que persiste en lo arquitectónico, en los barrios que resisten y en aquellos que han sido borrados por la especulación inmobiliaria.

Conversamos con Jorge Prat sobre el origen de este proyecto, su manera de pensar la ciudad como un fractal —hecha de fragmentos, repeticiones y contradicciones—, y sobre el papel que cumple la fotografía como herramienta de memoria y reflexión crítica en un Santiago que no deja de transformarse.

—Metrópolis Fractal es el resultado de más de seis años de trabajo. ¿Recuerdas cuál fue la primera imagen o idea que dio origen a este proyecto?

—Una de las primeras imágenes fueron los edificios de alta densidad que empezaron a aparecer a principio de esta década en Santa Isabel. Me llamó la atención cómo estas estructuras altas y de baja calidad rompían con un barrio en donde aún encontrábamos en esa época fachadas continuas.

¿Qué te motivó a mirar Santiago desde esta perspectiva más silenciosa, crítica y analítica, lejos de la fotografía documental tradicional o del registro turístico?

—Primero quiero comentar que mi aproximación a la fotografía es siempre desde una perspectiva reflexiva y critica. Las temáticas que me interesan tienen en común el cruce entre territorio y memoria, lo que ya me exige tener una mirada que busca poner en valor estas contradicciones. En cuanto a Metrópolis Fractal, mi principal motivación parte con mi mirada crítica de cómo esta ciudad, desde el retorno a la democracia, se ha transformado de forma vertiginosa y con bastante ausencia de planificación, en lo que es hoy en día; una ciudad a ratos más al servicio del mercado que otra cosa. Una ciudad excluyente y que ofrece un alto costo de vida. Mis fotografías van develando este proceso de transformación desde varias perspectivas (utopías, memoria, obsolescencias, infraestructuras, entro otros) y dando cuenta de las múltiples capas de memoria que encontramos en sus barrios y edificios.

El título es muy sugerente: «Metrópolis Fractal». ¿Qué implica para ti pensar la ciudad como un fractal? ¿Qué te interesa de esa idea de fragmento y repetición?

—Este título fue un regalo de Gonzalo Leiva, curador de la exposición. El recorrido que propongo en mi trabajo es el de una ciudad fragmentada en donde realmente hay poco de homogéneo. Más bien lo que vemos son series de distintos tipos de ciudad contenidas en una sola. Como lo comenta C. Sebastián Navarrete en su texto del libro, «la transformación del espacio urbano puede interpretarse como una superposición de escalas». Vemos múltiples escalas en efecto en el proyecto. Desde barrios en estado de abandono, pasando por la irrupción de edificios de alta densidad que cohabitan con fachadas continuas, o el nuevo centro financiero, por nombrar algunas. «Esta jerarquía de escalas, donde patrones se repiten a diferentes niveles, es otra característica definitoria de las estructuras fractales», como menciona C. Sebastián Navarrete.

 

En tus imágenes, la ausencia de personas es notoria, pero al mismo tiempo hay una fuerte presencia humana implícita. ¿Por qué optaste por trabajar con estos espacios «deshabitados»?

—Hay varias razones. La más importante desde luego, era la idea de que la ciudad hablara exclusivamente a través de sus edificaciones. La incorporación de personas hubiese complejizado de forma importante el proyecto, quitándole protagonismo a las estructuras y construcciones. Por otro lado, y desde lo más práctico, la mayoría de las imágenes fueron realizadas los días domingo muy temprano en la mañana, con la ciudad aún durmiendo. Esto también obedecía a seguridad (lamentablemente). A esa hora, con poca luz, las personas habrían aparecido borrosas, producto de los largos tiempos de exposición.

Muchas de tus fotografías parecen detener el tiempo, como si registraran lo que está por desaparecer. ¿Sientes que tu trabajo dialoga con una urgencia por conservar la memoria de la ciudad?

—Creo que en gran parte sí lo hace. Cuando hablamos de memoria, no solamente hablamos de preservar el patrimonio, sino que también de pérdida de los espacios públicos en desmedro de la privatización, la destrucción de barrios, el abandono de otros, la gentrificación, por nombrar algunos fenómenos en donde la memoria colectiva se ve amenazada. Por supuesto que hay iniciativas muy importantes que han buscado no solo revitalizar ciertos barrios, sino que también y a partir de la participación de los propios vecinos, proteger y dignificar sus viviendas, como el Museo Abierto de San Miguel, por ejemplo.

¿Cómo influye lo técnico —la cámara, el formato, el negativo— en la construcción de sentido de tus imágenes?

—El uso de la cámara técnica de gran formato tiene un rol muy importante en el proyecto. Desde lo técnico porque permite corregir la perspectiva de los edificios de manera que no aparezcan inclinados. Luego el hecho de utilizar placas, con una superficie de 10 x 12 cms, ha permitido crear imágenes con una enorme escala tonal y mucha nitidez. Estos elementos son esenciales. Mis imágenes se la juegan mucho en el detalle. Si lo vemos desde la construcción del sentido de las imágenes, el uso de una cámara de gran formato exige un tipo de fotografía lenta, muy pensada en la composición. Muy vivida si se quiere, con lo que se está fotografiando. Hablamos de un equipo que es pesado, siempre sobre un trípode, con un número muy reducido de placas por sesión. No hay forma de apurar un proceso así. Estas características de la cámara de gran formato, que son evidentes en las imágenes, determinan mucho el sentido de estas.

El libro Metrópolis Fractal reúne 75 fotografías inéditas. ¿Cómo fue el proceso de selección y edición de esas imágenes?

—Junto con mi editor, Cristián Ureta, definimos primero que nada una suerte de orden o secuencia del libro, en donde se comienza con aquellas series de imágenes más abiertas, y se va planteando un recorrido por distintas series o tipologías, para terminar finalmente en Plaza Italia. Las series escogidas fueron aquellas que pensamos tenían más importancia y que estaban mejor armadas. Eso implicó dejar fuera fotografías que podían ser potentes, pero que no conversaban bien con la idea de libro, o bien no encajaban dentro de una de las series. Es decir, no partimos de la base de hacer una selección de las mejores fotos, si no que de una idea de narrativa que diera sentido a lo que realmente es: un fotolibro.

¿Qué papel cumple el libro dentro del proyecto? ¿Es una extensión, un archivo o una obra en sí misma?

—Se trata de un fotolibro que tiene vida propia y es una obra en si misma. No es un catálogo de la muestra simplemente. Se inscribe por lo tanto en el lenguaje del fotolibro contemporáneo. Las exposiciones son muy pasajeras, y por lo tanto era importante que quedara un libro del proyecto, como obra en si misma, que podrá ser consultado en el futuro por mucha gente.

Después de más de seis años fotografiando Santiago, ¿qué ciudad ves hoy cuando caminas por ella?

—Partí con una mirada muy critica de la ciudad. Conforme fui conociendo rincones y barrios de la ciudad, pude ver esfuerzos públicos y otras veces privados, que han buscado revitalizar la ciudad. Hoy a propósito del estallido veo una ciudad que empieza a revitalizarse, especialmente en Santiago Centro. Pero también a lo largo de los años del proyecto, también pude experimentar una ciudad cada vez más insegura, y que plantea un costo de vida muy alto. Esto último desde luego que me parece muy preocupante.

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