Miércoles, Diciembre 11, 2024
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Martín Pérez Ibarra: «El lector va a conocer un personaje desencantado del mundo y, en especial, de su patria»

 

Por Francisca Gaete Trautmann

Para él la literatura fue llegando de manera silenciosa, algo pausada, adquiriendo un gusto por ella de manera obsesiva y leyendo a autores como Bolaño, Kundera, entre varios otros. Por el año 2007 publicó su primer libro Santiago  Traders & Otros. Este año sacó su último libro Un Robison, obra que en gran medida es ponerse en los zapatos de un ermitaño desencantado de la sociedad. Con ustedes Martín.

 

—Cuéntanos de ti, tu acercamiento hacia la literatura.

—Mi acercamiento a la literatura fue pausado y silencioso. La literatura me fue invadiendo, sin que yo lo advirtiera, durante la niñez. Los libros que más me marcaron fueron La isla del tesoro, Moby Dick y la ciencia ficción de Julio Verne. Durante la secundaria, la lectura obligatoria del Quijote para dictados semanales me hizo valorar la ficción como pensamiento simbólico, o sea, como una manera de intentar entender el mundo.

Durante el período universitario, me aburrían los libros académicos. Escapaba de ellos leyendo ficción. De ese tiempo vienen mis primeros escritos, que solo saldrían a la luz el 2007, con la publicación de mi primer libro, Santiago Traders & Otros.

Soy bastante obsesivo, así es que durante todos estos años de lector he pasado por la revisión completa de autores como Dickens, Dostoievski, Bolaño, Baricco, Barnes, McEwan, Ishiguro, Amis, Márai, Kundera, Auster, Nabokov, Echenoz, etc… Si la literatura del autor me gusta, intento leer todo lo que ha publicado.

Y, luego, la escritura nace del imaginario que va creando todas esas lecturas y, por supuesto, de las experiencias de vida. Hubo un período en que viajé harto, por tierra y también por mar. Y otro en que viví fuera de Chile. Quizá por eso mi literatura tiene harto de espacios naturales y de navegación.

El año que iniciaba el siglo XXI, hice un curso de literatura creativa en la Universidad de Kingston, en Londres. No sé si de ahí logré sacar un texto que valiera la pena, pero fue una instancia que me dejó muy motivado, seguro de que en eso quería invertir todo el tiempo posible. Al regresar a Chile, el año 2005, ingresé al taller literario de Pía Barros. De ahí en adelante, aunque he publicado poco, no he parado de escribir.

—¿Qué te llevo a escribir Un Robinson?

Todo partió con la escritura de un libro anterior, llamado Señales del Dresden. En él, un barco alemán con una tripulación de trescientos cincuenta hombres huye desesperadamente por los mares australes, en particular por los fiordos chilenos, para no ser hundido por la marina británica. Un Robinson cuenta cómo siguió la vida de unos de los tripulantes después de esa epopeya, que termino con el hundimiento de la nave frente a la isla Más a Tierra. El nombre del marinero alemán era Hugo Weber Fachinger y se quedó a vivir como un ermitaño en la isla del naufragio, que hoy lleva por nombre Robinson Crusoe.

En Señales del Dresden mencioné a este individuo solo en un párrafo del libro. Ni siquiera era un personaje secundario de la novela. Sin embargo, recibí de parte de un buen número de mis lectores, en específico de la descendencia chilena de la tripulación, un cúmulo de información acerca de cómo continuaron la vida  en Chile los marineros que estuvieron a bordo. La que me pareció más interesante fue la de Hugo Weber Fachinger. Al ir profundizando en la documentación, supe que, además de convertirse en un Robinson alemán, escribió dos libros y sobre él hizo una película el afamado director de cine de montaña Arnold Fanck. Una película en que también se encontraron en la isla un Robinson actor y Hugo Weber. Una película que, además, hasta el día de hoy, es la única robinsonada filmada en la isla en que vivió Alejandro Selkirk, el escocés que tomó como referencia Daniel Defoe para escribir su reconocida novela.  Con este comentario solo rasguño la superficie de la historia de este hombre, pues ocurrieron muchas cosas más que le dan profundidad a la historia y que el lector tendrá que descubrir.

—¿Cómo fue el proceso creativo de este libro?

Surge desde la intriga, pues tanto el libro autobiográfico de Hugo Weber, como también el filme que se hizo sobre él, estuvieran desparecidos. Podríamos añadir esto: desaparecidos y no por casualidad. A través de un anticuario alemán de Baja Sajonia conseguí este libro y en un sitio web compré una copia digitalizada de la película. Su último texto me mostró cómo se veía él a sí mismo. La película, por otro lado, cómo lo veían a él los demás alemanes de entonces. El último libro que escribió nos da cuenta de su vida hasta1940, poco antes de que él y su esposa Hanni abandonaran la isla y desaparecieran sin dejar rastro. El proceso creativo consistió en buscar su voz, el registro vocal para narrar en primera persona la estadía en la isla, pero con el prisma de contar aquello no relatado en el libro y, además, seguir contando su vida hasta el final de sus días. Esto fue posible gracias a que logré encontrar algunos rastros de él después de su desaparición, que me permitieron hilar puntos y especular la trama en esos intersticios del tiempo donde no existía información.

—¿Cuáles son las características humanas del protagonista?

El lector va a conocer un personaje desencantado del mundo y, en especial, de su patria. Durante los años en que participa por mar en la Gran Guerra, su novia se casa con otro y, después de todos los sacrificios combatiendo, sus camaradas deciden bajar los brazos y dejar de luchar. De la mano de la Revolución de Noviembre, Alemania se convierte en la República de Weimar y él decide regresar al lugar que le salvara la vida cuando su nave, el SMS Dresden, fuera hundido a quinientos metros de la isla chilena Más a Tierra.

En este enclave perdido, un punto en medio del océano más grande y profundo de la Tierra, encuentra un paraíso que lo acoge y es un hogar y una patria verdadera, una que lo protege del ruido del mundo. Se convierte en el único habitante que se instala en el centro de su geografía, y no en la costa, como el resto de los isleños.

Él es un soñador y también un tipo que busca eternizar la pureza de aquel limbo del Pacífico. Rechaza a la población humana contaminante y depredadora, y admira esa naturaleza hasta el punto de protegerla a toda costa. Envía muestras de flora endémica a universidades e instituciones alemanas, y así se hace conocido a través de varias publicaciones como el Robinson moderno, en Alemania, o el Robinson alemán, en Chile.

—¿Qué significó escribir esta obra?

Fundamentalmente, ponerse en los zapatos de un ermitaño que está decepcionado de la sociedad y convencido de que la salvación del mundo vendrá desde el jardín. También, significó entender el estado de la ciencia de la época, porque se trata de una obra ecológica, pero con la mirada de los años 30, en que dominaba el mundo la teoría sintética de la evolución, o neodarwinismo. Un período en que se habían integrado las teorías de Darwin y Mendel, pero aún no se conocía el código genético, que descubrieran Watson y Crick en el año 53. La novela destaca el aporte del doctor Federico Johow, del sueco Carl Skottsberg y del mismísimo Hugo Weber para lograr que el archipiélago de Juan Fernández fuera declarado primer Parque Nacional Insular de Chile. Ellos se regían, para lograr la conservación de las especies, por las condiciones equilibrio de Weinberg, que se explican en el inicio de la novela y son parte integral de ella.

Por otro lado, significó concebir durante el moroso avance de la escritura, que este Robinson era muy distinto al Robinson de Daniel Defoe. En ese Robinson el protagonista es Dios y no la isla, como es el caso del alemán. Ese Robinson es creyente, y este no lo es. El protagonista de Defoe quiere replicar la cultura británica en la isla, el mismo modelo colonizador que impusieran sus compatriotas en sus correrías por el mundo. Este Robinson, en cambio quiere evitar la intervención de la naturaleza, alejarla de los humanos, a quienes considera una plaga.

—¿Te sientes interpretado por el protagonista?

En muchos aspectos, sí, pero no en todos. Para mí, la decisión de narrar en primera persona fue importante, porque en la novela ocurren cosas oscuras y necesitaba que Weber contara su propia versión de los hechos. El lector descubrirá que se encuentra frente a un narrador poco fiable y, después de leído el texto, podrá decidir si el protagonista fue culpable o inocente de los hechos que se le imputaron. Al igual que en tantos acontecimientos de la vida, no hay blancos ni negros, sino una serie de grises, hechos discretos que van estableciendo la posición de Weber frente la naturaleza y la sociedad humana.

—Cuéntanos sobre la portada.

La portada tiene un valor especial en la novela, porque es un autorretrato de Hugo Weber del año 1938, una de las pocas imágenes que hay de él.

Weber tenía una cámara fotográfica Leica con la que tomaba fotos que enviaba al doctor Johow, de Chile, al doctor Skottsberg, de Suecia, y a otras instituciones académicas europeas, para mostrar sus descubrimientos de flora endémica en el archipiélago de Juan Fernández. Incluso, logró instalar un laboratorio fotográfico en su cabaña.

En la foto de la portada, él está montado sobre un árbol en extinción y observa el horizonte inescrutable desde la isla Más a Tierra. Parece decirnos que custodia un tesoro del resto del mundo beligerante, ese que está al otro lado del Pacífico. Hay días en que pienso que Hugo Weber supo que yo iba, en un momento cardinal de la encrucijada del tiempo, a escribir su historia y por eso congeló esta imagen para mí, para todos nosotros, y la catapultó hacia el futuro con la idea de que fuera la portada de libro.

—¿Qué cualidades encontraste necesarias para escribir Un Robinson?

Esta novela requirió paciencia para recoger información dispersa e incluso proscrita. Me costó mucho llegar a los libros de Weber en Alemania. Y luego, al tenerlos en mis manos y abrirlos, me vi ante la sorpresa de que estaban escritos con letra Fraktur, un cifrado barroco que se usaba en el antiguo imperio austrohúngaro. Fue bastante tortuoso convertir eso en algo legible. Antes de iniciar el acto de escribir, conversé mucho con mi almohada sobre cuál iba a ser el narrador, el tono y le registro que debía tener. Finalmente, cuando me lancé a llenar páginas, la escritura fluyó bien, porque el personaje ya estaba embebido en mí, y me hablaba.

—¿Cuál es la importancia de la naturaleza en la trama del libro?

De alguna manera, la naturaleza, entendida como la isla, es el gran personaje de la novela. Por ella y debido a ella sucede todo lo que sucede. Por eso, el libro inicia con los mapas de las islas Más a Tierra y Más Afuera que desarrollara el doctor Federico Johow. Y, por eso, el libro termina con los logros ambientales que se han conseguido a través del tiempo en ese ecosistema. El limbo del Pacífico, arrojado hacia el futuro por Defoe, sigue ahí. Es un territorio ahora protegido que hace posible una idea, o una idea que hace posible ese territorio.

—¿Dónde podemos encontrar el libro?

Se puede encontrar en el sitio web de Ril Editores, en Buscalibre.com, en todas las sucursales de Antártica libros y también, se puede comprar como libro digital en varios portales.

Francisca Gaete Trautmann
Francisca Gaete Trautmann
(Santiago, 1985) Periodista de la Universidad Gabriela Mistral. Ha trabajado para revistas, televisión y medios online. Ha seguido cursos de escritura creativa. Le encanta escribir, escuchar música. Vive en Santiago.
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